La oposición llega al baile

El proceso de selección de candidatos a la presidencia de la República para 2024 ya está en marcha. Movimiento Regeneración Nacional y sus satélites iniciaron hace ya 15 días el procedimiento para designar a quien será “coordinador nacional de los comités de defensa de la 4T” y este fin de semana los partidos de oposición, PAN, PRI y PRD anunciaron que aprobaron el método de selección de quien será su candidato, que se sabrá para la primera semana de septiembre. 

Es cierto que el proceso en Morena ha acaparado la conversación en cuanto al proceso electoral. “Los tiempos del Señor” son los que han marcado el proceso de sucesión, por encima de la institucionalidad. Sin embargo, la alianza Va por México ha seguido, sin muchos aspavientos, y aparentemente superando sus diferencias, aunque esto no signifique que la desconfianza mutua entre las dirigencias del PRI y el PAN haya desaparecido; al contrario, con todo y el acuerdo anunciado este fin de semana, la percepción sobre la alianza es que se trata de una construcción sumamente endeble porque los partidos que la integran tienen diferencias históricas a nivel ideológico.

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Sin embargo, el procedimiento para seleccionar a quien será responsable de construir el Frente Amplio Opositor ya iniciaron, aunque legalmente las precampañas deben comenzar hasta la primera semana de noviembre. De nueva cuenta, Morena ha dominado el escenario, pero esto ha sido porque el discurso construido destaca que la oposición carece de una figura fuerte y que pueda unificar y movilizar a quienes disienten de lo que ha promovido hasta el momento la llamada Cuarta Transformación.

Por lo pronto, la oposición ha sido congruente, aunque no deja de ser cierto que se ha unido tardíamente a una carrera en la que Morena lleva la delantera, también lo es que ambos están adelantados a los tiempos legales y por ello recurren a eufemismos para nombrar a quien realidad será su abanderado en la campaña por la Presidencia. En este momento vale decir “están violando los tiempos legales”, pero el partido oficial lo está haciendo desde mucho antes.

El retraso, en apariencia, beneficia a la oposición. En los últimos días, hemos escuchado nombres que seguramente aparecerán en la lista de aspirantes que deberán juntar 150 mil firmas de apoyo. Algunos, en el papel, pintan como opciones viables que en este momento podrían darle la pelea a quien obtenga la candidatura de Morena, aunque también valdrá la pena observar cuál de las “corcholatas” puede controlar mejor a sus partidarios y mantiene la “unidad” en el partido guinda.

A partir de hoy, será de sumo interés verificar quién participará en los foros que tendrán lugar antes de la primera ronda de encuestas, que serán el mecanismo supletorio de unas elecciones primarias; las cuales serían viables si los partidos tuvieran homologados sus requisitos para ser militante, adherente o simpatizante.

Por ahora, el interés por quién resulte “responsable de construir el frente amplio opositor” se encuentra, más que en la persona, en que los partidos comprometidos en la alianza Va por México se comporten precisamente como un frente común. De lo contrario, de nada importará que los foros y encuestas resulten un mecanismo muy efectivo para obtener candidato, pues los observadores esperamos que las patadas bajo la mesa y las puñaladas a traición se encuentren a la orden del día y la candidatura descarrile no por falta de liderazgo, sino por la incapacidad de comportarse precisamente como un frente común.

La importancia de que la oposición consiga una figura competitiva y logre un porcentaje importante de la votación es clave para el futuro de México como una democracia real, en la que sea posible disputarle al hoy partido oficial cualquier puesto de elección. Ya hemos atravesado los tiempos de una democracia aparente y de participación simbólica de los partidos de oposición, y no fueron precisamente la mejor época para el ejercicio de la ciudadanía. Queda ver si la alianza Va por México es más grande que los líderes de los partidos que la integran y si de ahí surge un proyecto de nación que implique la construcción de grandes acuerdos y no la exclusión de quienes piensen distinto; tal vez sea demasiada esperanza para depositarla en partidos acostumbrados a actuar de modo corporativo.

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Edición: Estefanía Cardeña