El destino alcanzó y calentó a Mérida

Como científica de Yucatán, me preocupa y me ocupan los temas ambientales. Contribuyo construyendo con creatividad ciencia ciudadana, con la finalidad de generar información de educación ambiental, para tener ciudadanos que defiendan con conocimiento su derecho a tener un ambiente sano.

Se habla de crecimiento y desarrollo, utilizados a diestra y siniestra por políticos, empresarios, “desarrolladores” e inversionistas. Nos hablan del crecimiento económico, obras y el desarrollo que generarán. Los ciudadanos, se preguntarán y ¿Dónde queda la inversión y el desarrollo? Ya que, en su cotidiano, no ven el beneficio de esos “desarrollos” de torres de condominios en la ciudad o en la costa, por ejemplo. Los biólogos, si utilizamos de manera correcta estas dos palabras que no son sinónimos. El crecimiento se refiere a un incremento o disminución de biomasa. Mientras que el desarrollo, implica pasar de un estado a otro con mayor organización/estabilidad. Un ejemplo es el desarrollo embrionario, donde a partir de una célula se van especializando grupos de células, para desarrollar todas funciones de un ser vivo, en una perfecta partitura de sinfonía de vida. 

Las ciudades están creciendo, pero sus sociedades no se están desarrollando. Simplemente, el crecimiento diezma los recursos renovables y no renovables, comprometiendo la existencia de la vida. Entre los derechos humanos fundamentales, está el derecho a vivir en un ambiente saludable. Que es un compromiso del gobierno de México para el desarrollo sustentable de la Agenda 2030 de la ONU, con la implementación de políticas públicas, entre ellos el derecho al agua apta para el consumo humano y la generación de ciudades y comunidades sostenibles.

Yucatán, situado en el extremo norte de la península de Yucatán, con una superficie de 39 mil 524 kilómetros cuadrados (casi dos por ciento de la superficie del país y 2 por ciento del total de la población nacional) y una de las riquezas hídricas más grandes del país, en los últimos 10 años, sus “inversionistas y desarrolladores” han hecho un crecimiento voraz y desorganizado de la ciudad. Desde el aeropuerto lucen espectaculares anunciando casas, condominios, playa, terrenos de inversión, etc. Si bien la tasa de crecimiento de la poblacional en Yucatán, ha disminuido de 3.3 (70’s) a 1.4 en 2020, la mancha urbana ha crecido más de 10 veces, pasando 4 mil 264 hectáreas a casi 35 000 hectárea.  El cambio de uso de suelo, de rural a inmobiliario ha traído serios problemas que eran inexistentes en Yucatán y en Mérida, entre ellos: Movilidad, calentamiento urbano, ruido, estrés hídrico, desabasto de electricidad, mal servicio de recolección de basura. También los robos a casas habitación en Mérida y en la costa han aumento. 

Si hablamos de calentamiento, para muestra un botón. En estas dos últimas semanas las altas temperaturas no dan tregua. Estas se explican desde fenómenos globales, como el encontrarnos en un año “niño” que se caracteriza por el calentamiento de la superficie del Océano Pacífico oriental ecuatorial. A efectos locales, como el causado por la desforestación acelerada de Mérida y su zona conurbana por los desarrollos inmobiliarios que arrasan a diario con la cubierta vegetal. Mérida tiene apenas 7 m2 de áreas verdes por habitante, cantidad por debajo de los 9 m2 recomendado como por la OMS, o los 15 m2 indicados por Naciones Unidas. Mérida se ha convertido en una “isla de calor” por el asfalto de calles/casas y la pérdida de áreas verdes. Su temperatura es hasta 3.5 grados más que las zonas periféricas arboladas de algunas comisarías, que no han sido ingeridas por el crecimiento urbano. Muy grave resulta que además a los constructores/desarrolladores se les permita arrasar con los árboles al construir, para que al término pongan “pastito y una palmerita”. Nada más aberrante que ver inmensos estacionamientos con “techitos” de acrílico en lugar de convertirlos en franjas arboladas y frescas. Más que “Don auto”, las personas necesitamos no solo “techitos” sino espacios frescos y arbolados para poder caminar sin riego a una insolación y deshidratación. Así recientemente se arrasó con los flamboyanes que tenía el estacionamiento del aeropuerto, para sustituirlos por techo sintéticos con paneles. Un árbol brinda muchos más servicios: sombra, humedad, retiene y genera suelo, espacios para que vivan en él insectos, aves. Mamíferos y reptiles. Es el único “techo” capaz de reducir 80% del calor, todos lo sabemos, pues buscamos un árbol para pararnos, sentarnos o estacionar a “Don auto”. ¿Por qué entonces, no somos ciudadanos aguerridos que defendamos las áreas arboladas y que exijamos incrementarlas para alcanzar los 15 m2 mínimos recomendados por la ONU, compromiso que México ha adquirido con la agenda 2030 por el Desarrollo Sostenible?   

Una ciudad segura es la que garantiza un ambiente sano, sostenible con calidad de vida. Así, obvio que Mérida, no es la ciudad más segura de México. Por ahora, todos destinaremos buena parte de la quincena a pagar electricidad de abanicos y aires acondicionamos. Además, seguiremos viviendo apagones, cortes de agua, sufriendo un tráfico espeluznante. Al Caminante del Mayab, ese indígena que caminaba largas distancias por las veredas trazadas en medio de la selva para llegar sus tierras de cultivo, se ha quedado sin su camino por el “desarrollo”. Alto a la mancha urbana. 

Caminante

Caminante

Que vas por los caminos

Por los viejos caminos

Del Mayab

Que ves arder de tarde

Las alas del Xtacay

Que ves arder de noche

Los ojos del Cocay

Caminante

Caminante.

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Investigadora Cinvestav IPN

Premio Nacional al Mérito Ecológico

Lee, de la misma autora: Yucatán en el Día Mundial de los Océanos: Se gastó su mar esmeralda

Edición: Estefanía Cardeña