La Alianza, sin Mauricio Vila

El pasado domingo, a través de sus redes sociales, Mauricio Vila Dosal, gobernador de Yucatán, dio a conocer su decisión de no participar en el proceso de selección de candidato a la Presidencia de México, una vez que fue anunciado el mecanismo que seguirá la Alianza Va por México, o como se vaya a denominar la unión entre los partidos Acción Nacional, Revolucionario Institucional y de la Revolución Democrática.

La decisión repercute tanto en el ámbito local como en el nacional. En el primero, la decisión viene aparejada de la promesa de mantener el rumbo en la vigilancia de los proyectos clave que se encuentran en desarrollo y que a mediano plazo tendrán como consecuencia la reconfiguración del modo de vida tradicional de Yucatán; entre un nuevo modelo de movilidad, la instalación de nuevas empresas y la ampliación del Puerto de Altura de Progreso, por mencionar algunos, son de alto impacto y su puesta en marcha sería orgullo para cualquier mandatario.

La ciudadanía yucateca también se hace sentir. Quienes esperaban que Mauricio Vila fuera un gobernador de sexenio completo, y más de inauguraciones que de primeras piedras, seguramente han marcado la casilla correspondiente en la hoja mental de evaluación.

En la esfera nacional, aparentemente sale perdiendo la coalición opositora. En apariencia, porque a pesar de la aprobación que tiene Mauricio Vila, el peso específico de Yucatán en una votación no es uno que decida una elección presidencial. El cálculo de Vila Dosal es correcto: quien aspire a la Presidencia debe dedicarse totalmente a su promoción, incluso con sus números.

Hoy por hoy, el gobernador de Yucatán es un activo político deseable para cualquiera. Lo conseguido en la entidad, y particularmente por la relación que mantiene con el presidente Andrés Manuel López Obrador, con quien en ningún momento ha caído en confrontaciones, a diferencia de otros mandatarios de oposición, son una magnífica carta de presentación: como político es alguien que busca el acuerdo más que sobresalir, sabe jalar los reflectores hacia sí, por efecto de sus resultados, y evita los exabruptos. En resumen, es alguien a quien se quiere tener en el equipo.

Y esa es la pérdida para la oposición. Deja de tener a un posible candidato que podría impulsar una gran reconciliación entre la clase política. Por ahora, el Frente Amplio Opositor tiene entre las opciones panistas a encabezarlo a las senadoras Xóchitl Gálvez y Lilly Téllez, y a Santiago Creel, presidente de la Cámara de Diputados; los tres han tenido enfrentamientos con López Obrador. Por los priístas, queda la senadora Claudia Ruiz Massieu Salinas y Beatriz Paredes Rangel, si es que Alejandro Moreno Cárdenas mantiene su decisión de no participar, o impulsa a un caballo negro.

Sin un perfil que evite la confrontación, el tono de la próxima campaña está en juego y esto quiere decir que la beligerancia puede hacerse presente de nuevo, cuando no se ha podido salir de la división entre chairos y fifís, y que en el horizonte se alcance a ver otro sexenio en el que un sector de la población se la pasará diciendo “no es mi presidente”.

El futuro de la oposición es un asunto de interés general, más cuando en el bando oficial no hay manifestación alguna de que el rumbo del país podría ser menos rígido de lo que ha planteado López Obrador, o si estarían dispuestos a hacerle ajustes si es que ven la necesidad para ello; cuando todos hemos experimentado en algún momento la necesidad de hacer cambios en los planes, empezando por el destino del salario.

Incluso Porfirio Díaz veía que la oposición era necesaria. En la entrevista con el periodista James Creelman indicó que vería su surgimiento como una bendición. Si la Alianza consigue presentar un proyecto que hable a la ciudadanía de alternativas, posibilidad de grandes acuerdos y reconciliación, podremos hablar de una transformación en democracia.

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Edición: Estefanía Cardeña