Diversos medios han dado a conocer el proceso de designación del rector de la Universidad Autónoma del Estado de Quintana Roo, lo cual abre el espacio para algunas reflexiones y comentarios.
En México y el mundo hay diferentes tipos y niveles de calidad en las instituciones de educación superior (IES). Las más reconocidas en el mundo tienen mecanismos que garantizan una estructura y funcionamiento del más alto nivel, lo que explica su constante nivel de calidad en las evaluaciones que hacen organismos especializados. En México también existen organizaciones como Universia, o América Economía que hacen evaluaciones y configuran una lista de las mejores IES, que sirve a muchas personas elegir donde quisieran estudiar una determinada carrera.
Las IES de calidad lo son porque cuidan los procesos de selección, evaluación y renovación de su personal directivo, de sus estudiantes, de sus administrativos y sus académicos, comenzando por su rector o director general. Incluso se apoyan de empresas especializadas para seleccionar una lista corta que pasa por el proceso de selección. No cualquier persona integra esa lista.
El papel eficaz de la persona que ocupa una rectoría no depende solamente de sus credenciales académicas, también influye su experiencia y habilidades políticas, pero en el buen sentido de la palabra, no politiquería barata -que abunda-. Con la misma lógica, no debería haber rectores solamente con credenciales políticas, especialmente politiqueras, sin respaldo académico sólido ni experiencia en educación superior e investigación científica.
Así, el organismo que designa a un/a rector/a, camina sobre una línea delgada, cuidando no tomar una decisión solamente política ni solo académica. Esta persona debe ser capaz de entender procesos políticos, en materia de educación superior, y tener la habilidad de poder avanzar verdaderas innovaciones que posicionen a la IES como factor indispensable en el desarrollo del estado, no solamente para formar mano de obra barata que en muchas ocasiones ni siquiera encuentra trabajo en su área de formación, sino al mismo tiempo asegurar que el desarrollo institucional y de la sociedad es equilibrado y no solamente atendiendo la moda que demanda la política de desarrollo del momento o del sexenio. Tarea nada, pero nada fácil.
Imaginemos un/a rector/a de una institución que no entiende procesos de investigación y educación superior, menos podría entender los fenómenos complejos como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y conocimientos tradicionales, los cambios sociales y tendencias mundiales, tanto en los problemas y retos como en las discusiones de alto nivel para enfrentarlos.
La siguiente pregunta pondría en aprietos a más de un directivo universitario y al gobierno por no destinar los recursos ni asegurarse que los mejores perfiles ocupen los cargos de alto nivel en educación superior. ¿Tenemos profesionistas e investigadores preparados, con líneas de investigación y datos lo suficientemente sólidos como para proponer a los tomadores de decisiones alternativas viables para enfrentar el cambio climático en el estado y para diseñar políticas públicas que se articulen adecuadamente a las estrategias internacionales, siempre que éstas se apeguen a las condiciones locales?
¿Sería mucho pedir que quienes ocupen puestos de dirección en educación superior e investigación puedan sostener una conversación de alto nivel sobre algún tema que dominen, no politiquería, y de otros temas sobre artes y tecnología? Hay buenos perfiles, solo hay que tomar y apoyar la decisión correcta.
Es cuanto.
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