Distopía maquiavélica

Ahora que ya estamos de lleno embarcados en los rápidos del río electoral, no puedo menos que echar a volar la imaginación, e intentar dibujar escenarios posibles, que me permitan acercarme a sacar algún orden y concierto de la confusión, las contradicciones, las trampas y triquiñuelas con que todos los días nos bombardean de uno y otro bando. Jugar le juego de “¿Y qué tal si…?”, es francamente tentador, aunque parezca a la luz de las encuestas y las estadísticas que el partido oficial (que al parecer quisiera no serlo, y se ostenta como “movimiento”) va en caballo de hacienda, y podrá estar otros seis años tratando de convencernos de que está transformando al país para mejor. Quizá el gran timonel tiene otra visión de las cosas, y ve en al actual proceso electoral una oportunidad dorada para debilitar aún más a una oposición titubeante y confundida, y de esta idea sale una primera jugada en el tablero del “¿Y qué tal si…?”

¿Qué tal si lo que vemos todos los días en los medios de comunicación no es más que una deliberada cortina de humo? Cuando escuchamos las narraciones acerca de los que van haciendo las famosas “corcholatas” (por cierto, qué desafortunado y grosero apodo, viniendo de quien jura y perjura que ya no hay ni tapados ni destapes), nos entretenemos en pensar si #esClaudia, o si “estamos Augusto” como plan B, o si la experiencia de Ebrard podrá convencer hacia el final del camino, y hacemos estas apuestas seguras de que el que logre salir triunfante en esta carrera por encabezar los trabajos de “protección de la 4T” será ungido acto seguido como candidato presidencial por Morena.

La coalición Frankenstein (ese Va por México, que con órganos y miembros del depósito de cadáveres intenta crear un nuevo ser viviente), temiendo que Morena les toma una delantera amenazadora, han inventado un pretendido método de selección de “coordinador”, que también se espera convertir en candidato, método que parece que no convence a muchos, pero con el que algunos juegan, y nos tienen entretenidos pensando si el Creel reencarnado en la furibundez estridente, o Xóchitl en bicicleta, o el delfín de Miguel De La Madrid, logran demostrar que cuentan con los arrestos suficientes para enfrentarse al nuevo gigante del escenario político nacional.

¿Y qué tal si resulta que, en efecto, lo que hace Morena es nombrar un(a) coordinador(a) para garantizar la continuidad de la 4T desde un punto de vista programático, y después nos dice el gran timonel en una mañanera que ésa/e no es el candidato a la presidencia, porque su partido – y su gobierno – respetan escrupulosamente la ley electoral, y que entonces el candidato, o la candidata, será otro? ¿Qué tal si queda, por ejemplo, Claudia al frente de los trabajos de protección del proyecto durante los próximos meses, pero se lanza como candidato a Marcelo, o a Augusto, pongo por caso? Ya veo entonces a los coaligados, patinando para demostrar que ellos también son bien respetuosos de la ley, y encontrándose con que su esperado candidato – por ejemplo, Santiago – no puede serlo, porque pondría en duda su idoneidad jurídica, y tendrían entonces que encontrar una nueva carta en su escuálida baraja.

¿Y si nada de esto sucede, y quedan como candidatos quienes resulten ganadores en los dos procesos de selección hoy encaminados? En este caso, resultaría interesante encontrarse con el escenario esbozado hace un par de semanas por Jorge Volpi: dos mujeres frente a frente, egresadas de la Universidad nacional Autónoma de México, avezadas en el tema de la generación de energía; una de ellas con una formación ideológica concienzuda y forjada en las luchas universitarias, ya con una experiencia considerable en las labores de gobierno; y la otra, también experimentada en las lides gubernamentales, aunque desde una trinchera distinta, aparentemente vinculada con la derecha histórica (la incorporó Fox en su gabinete, supuestamente como resultado de la labor de sus famosos “cazadores de cabezas”, pero después siempre cercana a acción nacional, aunque a veces incómoda), aunque Volpi sostiene que Xóchitl también es una mujer de izquierda. Yo me pierdo en el laberinto de espejos de las ideologías.

Pero ¿y si se las arreglan, entre los partidotes, partidos y partiditos, para que estas dos mujeres se enfrenten en las urnas? Entonces tendremos un proceso electoral interesante, y quiero pensar que con un par de propuestas programáticas que nos ofrezcan no solamente políticas públicas de orden social, dirigidas entre otras cosas a capturar clientelas, sino también estrategias que permitan dirigir el músculo nacional a la atención de los graves problemas ambientales que aquejan al país, y permitan ofrecer vías concretas, económicamente viables y culturalmente aceptables para encarar la crisis climática y sus consecuencias.

En este juego que me ha entretenido durante estos días, la cuestión tendría que ser más o menos de la siguiente manera: Primero, el aparato morenista orientaría sus huestes a elegir a Marcelo, o a Augusto, como coordinadores de la defensa de la 4T, para que después el gran timonel marcara el rumbo hacia la candidatura, apuntando con claridad definitoria a Claudia. Mientras tanto, y siempre un paso atrás, la coalición Va por México nos recetaría un intervalo de apasionadas arengas de Santiago, para desembocar en el reconocimiento de que Xóchitl es su mejor carta ante Claudia, y ofrecérnosla como candidata. Después vendrán, espero, varios debates y espero también que no sean los modelos de monólogos consecutivos a que nos tienen acostumbrados, y que podamos ver una genuina confrontación de idearios y programas.

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Lea, del mismo autor: Diversidad en Madrid

Edición: Estefanía Cardeña