El 17 de agosto nos enteramos que el gobierno de Estados Unidos solicitó formalmente la creación de un panel internacional para atender la diferencia que tiene con México respecto al maíz transgénico. El panel es un mecanismo contemplado en el Tratado México, Estados Unidos y Canadá (TMEC), y puede ser solicitado por cualquier país que considere que el intercambio comercial en alguno de los productos previstos no se apega al Tratado.
El gobierno mexicano publicó un Decreto en el Diario Oficial de la Federación el pasado 13 de febrero de 2023, que prohíbe el uso de maíz transgénico para el consumo humano e instruye a las dependencias de gobierno a eliminar gradualmente el uso del glifosato. Estados Unidos señala que dicho Decreto no se basa en ciencia y violenta el TMEC.
El mismo tratado prevé una serie de consultas antes de llegar a la solicitud del panel de controversias, las cuales se llevaron a cabo durante varias semanas; no se logró acuerdo que satisfaga a ambas partes. Ahora todo depende del resultado que emita el panel, el cual posiblemente incluya a Canadá como tercer país interesado.
Desde marzo de 2023 Estados Unidos solicitó consultas técnicas sobre las bases científicas detrás del Decreto del 13 de febrero. Posteriormente, a principios de junio de 2023, este país y Canadá decidieron iniciar consultas de solución de controversias sobre el mismo Decreto. Ahora el proceso ha escalado hasta la conformación de un panel internacional para dirimir la controversia.
El panel tiene una naturaleza eminentemente científica y técnica. México se verá obligado a demostrar científicamente el respaldo que tiene el Decreto del 13 de agosto de 2023.
Todo lo anterior sucede en el comercio de miles de toneladas de maíz, que implica millones de dólares y alimentación para millones de personas. No es nada menor, México es uno de los principales compradores de maíz a Estados Unidos.
Mientras tanto, los milperos, que hasta hace algunos años eran los principales productores de maíz en Quintana Roo y otros estados, están pasando por problemas inéditos que muy posiblemente no hayan sido tomados en cuenta en el diseño de política pública: la sequía y el prácticamente nulo relevo generacional para producción de maíz y otros alimentos.
En una investigación de campo, reflejando a muchas otras personas, un milpero dijo: “mis tinacos son las nubes, ahí se almacenaba el agua para regar mi cultivo. Hoy ya no se puede confiar en ellos, no podemos predecir cuándo va a llover como hacíamos antes, nuestra agricultura es de temporal; sin nubes, sin tinacos, no tenemos agua, no hay producción”. Otro dijo “los jóvenes de hoy ya no se interesan en producir alimentos, en aprender la milpa. Sin nuevas generaciones de jóvenes la milpa no tiene futuro. ¿Dónde vamos a obtener comida?”.
Hoy, la agricultura tradicional que garantizaba al menos el autoconsumo en las comunidades rurales está en grave riesgo. Parece que el sistema empuja a la agricultura convencional. ¿Estamos equipados y preparados para este reto?
La política pública alimentaria debe ser mucho más integral e inclusiva, no basta con repartir fertilizante y ofrecer una pequeña capacitación. El reto es mucho mayor, y lo será aún más si México pierde en el panel del TMEC.
¿Por qué no pensar en un programa estatal y nacional de agroecología que contemple la creación de tecnología y la formación científica a nivel doctoral?
Es cuanto.
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