Hablar del fenómeno suicidio es tal vez uno de los mayores retos en la sociedad peninsular yucateca. Durante 2021, Yucatán ocupó el segundo lugar nacional en cuanto a tasa de muertes autoinfligidas (23.5 por cada 100 mil habitantes), seguido de Campeche con un índice de 18.8 por cada 100 mil habitantes. Quintana Roo se ubicó en una zona media aunque todavía por encima del promedio nacional, con 11.1 suicidios por cada 100 mil habitantes. Según publicó el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), estos índices fueron para la población de 15 a 29 años solamente. Ese año, en todo el país se quitaron la vida 8 mil 351 personas, dando como resultado una tasa de 6.5 por cada 100 mil habitantes.
Para el año pasado, Yucatán brincó al primer lugar con una tasa de 15.4 suicidios por cada 100 mil habitantes; ésta como medida general, ya no por un grupo de edad determinado. La media nacional fue de 6.4.
Cuando se dan estas cifras en una entidad que en todo el país es considerada la más segura y una de las más exitosas en cuanto a crecimiento económico, atracción de inversiones y oportunidades de desarrollo personal, así como uno de los mejores lugares para vivir, se impone una convocatoria amplia para atender la situación de un modo integral e involucrando a toda la sociedad.
Para Yucatán se han creado estrategias tanto desde el gobierno estatal como desde la sociedad civil. Desde una campaña por la salud mental que incluye la creación de consejos municipales, de brigadas de atención a la salud universal, el lanzamiento de la aplicación MeMind y la línea de apoyo 800108800 y la capacitación del personal sanitario. Esto por parte del sector público. La iniciativa privada cuenta también con una línea de atención y de distintas maneras promueve la asistencia.
Sin embargo, lo que se ha difundido es que existe infraestructura para detectar y atender a las personas que ya han identificado que requieren de ayuda o que han sobrevivido a un intento de suicidio. ¿Qué hacer para llegar a quienes se encuentran en un estado mental que les impide pedir auxilio por sí mismos? ¿Son insalvables quienes no se han enterado de que existe una estrategia que busca que permanezcan con vida?
Es importante que autoridades, academia, medios de comunicación y agrupaciones de la sociedad civil analicen el problema y presenten estrategias emergentes. Sin embargo, han transcurrido varios años señalando la necesidad de atención al suicidio y los índices no presentan una disminución significativa.
Es momento de poner sobre la mesa la discusión de las condiciones estructurales que hacen que Yucatán permanezca en la disputa del nada honroso liderazgo nacional en suicidios. Es vergonzoso también que siga permeando la idea de que existe el atavismo de quitarse la vida porque los mayas tenían una deidad del suicidio. El hecho de que la población más vulnerable sean hombres de 15 a 29 años es igualmente llamativo y obliga a revisar si este sector de la población tiene oportunidades reales de acceso a una vida digna.
Podrán existir múltiples aplicaciones digitales y líneas telefónicas de atención, pero todavía es necesario resolver qué hacer si éstas dejan de recibir información y, peor aún, si se pierde una vida porque quien llamó buscaba una voz amigable y sólo encontró una voz de inteligencia artificial.
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Edición: Estefanía Cardeña
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