Ha sido mucho el silencio institucional en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH). Han sido décadas de callar a los estudiantes con prácticas porriles y apoyo gubernamental ganado con acarreo de alumnos a cada evento político del partido en turno, y a cada campaña electoral para fortalecer los lazos que después les proveerían un puesto. Desde el 28 de agosto la comunidad universitaria les demostró el hartazgo con el inicio de un paro total que comenzó en el Instituto de Artes y que este miércoles se extendió a todos los campus de la UAEH bajo la exigencia de tener una academia libre de violencia.
Todos sabemos que callar ante un acto de injusticia se convierte en complicidad, sobre todo a favor del violentador, pero pocos hablan de cuando quienes guardan silencio son los altos mandos, que en realidad no se quedan en una indiferencia estática sino que para “no hacerlo más grande” ponen a disposición todo el aparto institucional para tapar a los seres que sistemáticamente seguirán poniendo en tela de juicio la integridad y valores de la organización o corporativo.
Fuera de cualquier estrategia para defender la imagen de una institución, el no investigar una denuncia hará que, de haber un culpable, éste no se sienta amenazado y por el contrario, perciba una comodidad para seguir perpetrando actos fuera de lo establecido, lo que a la larga sólo traerá más y peores problemas a la organización y para pruebas tenemos los casos de Andrés Roemer, Jeffrey Epstein, Harvey Weinstein y un largo, pero muy largo etcétera, de humanos usando instituciones para perfeccionar sus violencias contra subordinadas y subordinados, porque ¡claro!, estos son ejercicios de poder, con sus iguales no se meten porque sería un volado ganar y quedar impune.
Pero aun con ejemplos de lo que es una mala gestión de conflictos, este martes 19 de septiembre, la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo decidió hacer oídos sordos a las demandas de sus estudiantes contra el abuso y acoso de profesores y directivos del Instituto de Artes (IdA) y mandó a toda la fuerza bruta a desalojar a los alumnos que mantenían la toma de instalaciones desde el 28 de agosto bajo un paro total de actividades en este campus.
La demanda comenzó con la solicitud de la destitución de la nueva directora María Teresa Paulín por diversos señalamientos de abusos contra el alumnado, así como prácticas no éticas durante los años que se desempeñó como docente, sumado al encubrimiento de casos de violencia. Las y los estudiantes no sólo la señalaron a ella, sino que esta designación se convirtió en la plataforma para denunciar sendos abusos que ocurren sistemáticamente en silencio en una institución que ha estado por demás olvidada entre las montañas del pueblo mágico de Real del Monte.
Lejos de entablar el diálogo y buscar puntos de encuentro, Paulín y el rector de la UAEH, Octavio Castillo, resolvieron seguir impartiendo clases en otras instalaciones que la universidad tiene en el centro de Pachuca, un antiguo edificio con poco espacio para albergar a decenas de alumnos, razón por la que tomaron cátedra hasta en baños, donde colocaron pupitres y profesores usaron de pizarrón los extensos espejos.
Así pasaron tres tensas semanas, viendo al rector en eventos públicos sin responder a estudiantes y la prensa sobre qué ocurriría, con escuetos comentarios que revictimizaban a la comunidad universitaria, para finalmente este martes decidir que era hora del plan porril: convocó al personal de confianza -entre los que se incluyen directores, investigadores de tiempo completo y catedráticos- para terminar con el paro. Algunos docentes llegaron pensando que por fin habría mesas de diálogo y estarían coordinando acuerdos entre las partes, pero lejos de eso, los llamaron a “defender la autonomía”; algunos -que ya saben a lo que se va- se pusieron el saco y comenzaron a empujar y golpear estudiantes de inmediato, como nacidos para ello.
Al ver estas reacciones del personal académico y administrativo, hasta de la Sociedad de Alumnos, no queda duda de que las denuncias por acoso, abuso y otras violencias son ciertas; sería muy difícil en este punto desmentir a las víctimas después de que frente a decenas de medios y cámaras, directivos e investigadores agredieron sin miramientos a los que dicen proteger en las aulas. Si esto pasa frente a todos, ¿qué no pasará tras las paredes del Instituto de Artes y de todos los campus de la UAEH?
Este miércoles se sumaron el resto de institutos que comprenden la UAEH. Ciencias sociales, de la salud y administrativas, hasta preparatorias que dependen de la casa de estudios hidalguense cerraron sus puertas, y otra vez pudimos vislumbran la posición de las autoridades, mientras en algunos campus los directores dialogaron con alumnos y acordaron respeto mutuo, en otros entraron a los golpes para evitar la toma de instalaciones. ¿Se puede negar categóricamente la violencia en la UAEH? ¿Se puede contrarrestar la falta de capacitación de las autoridades para la resolución pacífica de conflictos? A estas alturas ya no lo sé.
La UAEH ha acarreado a docentes y estudiantes a contentillo, y aún hace unos años consideró que podía utilizar al personal como moneda de cambio en su estrategia política y hasta para persuadir a la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) cuando les congelaron las cuentas bancarias mientras atravesaban una investigación por actos de corrupción. Han pedido a la comunidad universitaria cierres de calles e instalaciones para defender sus privilegios políticos y académicos, pero no han podido tolerar tres semanas de paro estudiantil que solo les pide enseñanza de calidad y libre de violencia.
Edición: Estefanía Cardeña
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