La educación artística, para qué

De acuerdo con una nota publicada en La Jornada Maya el 29 de mayo del presente año, el fin de semana pasado se habría realizado el primer Encuentro de Educación Artística de Yucatán, el cual ocurriría en el Centro Cultural Olimpo, bajo la coordinación de Maricela Baeza. El encuentro incluiría talleres, mesas panel y conferencias magistrales bajo la temática de educación artística y en el contexto de la cultura de la paz. Sin embargo, al parecer, el enfoque prevaleciente en el encuentro fue la enseñanza del arte y no tanto los procesos que corresponden al aprendizaje.

También se ha indicado que en el encuentro sería discutido si es conveniente o no enseñar el arte fuera de la academia, un debate en vano. Cabe aclarar que en el estado hay diversas experiencias de aprendizaje fuera de las aulas de arte que ofrecen una gama interesante de estrategias que facilitan el aprendizaje de las artes. Tal es el caso de Xíimbalarte, y luego Chuumpajal, programa que operó el Museo de Arte Contemporáneo Ateneo de Yucatán (Macay) durante varios años en todas las comunidades de la entidad.

Este programa de educación artística del Macay consistía en un tráiler de siete metros, que era remolcado por una camioneta de doble tracción, y recorría los 105 municipios de Yucatán, exceptuando el de Mérida puesto que en el centro de la ciudad está el Macay con su programa de educación artística para los escolares de esta localidad. Además de remolcar el tráiler Xíimbalarte o Chuumpajal, la camioneta también trasladaba un equipo de trabajo conformado por especialistas en artes visuales y literatura.  

Cabe señalar que dentro del tráiler eran trasladados los materiales necesarios para realizar las actividades de aprendizaje, tales como obras pictóricas impresas en tela y montadas en bastidores. Así mismo, eran transportados libros de literatura para niños destinados a las actividades propias de la disciplina. Junto con todo ello, también llevaba mesas y sillas de trabajo para una y otra área. Y como el tráiler quedaba vacío luego de bajar todos los materiales y demás recursos, el espacio interior era aprovechado para proyectar cine para niños. 

Así, en cada comunidad, era instalado un “campamento artístico”, en el que participaban principalmente alumnos de educación primaria, de 3º a 6º grados. Estos alumnos eran divididos en tres grupos: uno comenzaba sus actividades en el área de pintura, otro iniciaba su aprendizaje en el espacio de literatura y el tercero entraba al interior del tráiler a disfrutar cine infantil. Para ello, el equipo de trabajo también se dividía: uno trabajaba en pintura, otro en literatura y el otro en cine, todos ellos bajo la coordinación de un cuarto integrante del grupo.

Vale destacar que este programa reunió un cúmulo invaluable de experiencias respecto de la educación artística fuera de la academia, lo que obligó al Macay a dar continuidad a los aprendizajes artísticos. Para ello, fueron diseñados cuadernos de trabajo que incluían ejercicios de artes visuales (pintura, dibujo y otras), de literatura (narrativa y lírica) y hasta de cine (juegos visuales), los cuales eran distribuidos en las escuelas de los participantes cada semestre (dos al año). Así, fueron editados ocho cuadernos de trabajo artístico, de los cuales el número uno era acompañado por un juego de acuarelas.

Ahora bien, ¿para qué este programa de educación artística fuera de la academia y los recintos? Más que formar artistas, que es lo menos importante, el programa siempre buscó contribuir en la formación integral de niños y jóvenes, que les permitiera ser más más humanos y mejores ciudadanos, más sensibles y más creativos en la vida. Aunque lo mejor de todo ello fue el placer experimentado al realizar actividades artísticas. La sencillez de las acciones de arte es lo más efectivo y enriquecedor. Lamentablemente, el programa fue suspendido por falta de presupuesto, por lo que se requiere de un programa público seguro y permanente.

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Edición: Estefanía Cardeña