El gobernador y el hospital

La historia, y más específicamente los documentos en los que se sustenta, suele decirnos mucho más acerca de las personas de lo que a veces es posible plasmar en un texto. Para quien se dedica a ella es indispensable tener en claro que lo que se tiene enfrente es el trabajo de personas, seres humanos y por lo tanto con claroscuros, y cuando se trata de gobernantes, su estilo y decisiones eran producto de la sociedad de su época.

Las noticias aparecidas en los periódicos dejan entrever cuáles eran los asuntos prioritarios de los gobernadores, y también cómo eran tratados por sus adversarios. En ocasiones, una nota es tan rica que ofrece diferentes ópticas sobre un mismo personaje. Es el caso de una aparecida en El Eco del Comercio el 20 de febrero de 1902 y cuyo título es literalmente eso, un título: “El Sr. Gobernador del Estado Lic. D. Olegario Molina”.

Independientemente de lo ceremonioso para referirse a don Olegario, el periódico mencionado resultó el medio más beneficiado durante esa administración, en la cual pasó de publicarse tres veces por semana a ser un diario; tal como resultó La Revista de Mérida cuatro años antes, en el gobierno del general Francisco Cantón Rosado.

A pesar de ese beneficio, en los primeros meses de la administración de Molina Solís, El Eco escogía sus temas, o eso deja entrever cuando dice que no pretendía ocuparse “en lo más mínimo de los villergunos [sic] artículos de un periódico caricaturesco de la metrópoli”. Tal periódico había indicado “con muchas palabras y con poco fondo, pero sí con intención aviesa” que el primer acto de la administración había sido aumentar el sueldo del gobernador.

El reclamo fue porque, en la primera semana de su gobierno, Molina Solís renunció a su sueldo e instruyó que esa cantidad fuera destinada a la construcción del Hospital General, el cual sería denominado unos años después como “Agustín O’Horán” y durante varios años estuvo clasificado como el mejor nosocomio en América Latina. Cabe señalar que ningún otro gobernador yucateco ha hecho algo semejante con su sueldo desde entonces.

En el ánimo de corregirle la plana al periódico de caricaturas del que no menciona su nombre, y de los que circulaban varios en la ciudad de México, El Eco del Comercio agregó que ésta no fue la única aportación de Molina a la construcción del hospital, cuyos fondos iniciales provinieron de una cantidad destinada para ello por parte del filántropo Leandro León Ayala. El gobernador, “ha ido más lejos: como capitalista, ha contribuido con cincuenta mil pesos de su peculio, para la humanitaria obra que se proyecta; y este proceder, si no es loable,convendrá con nosotros el periódico de las caricaturas, que sí merece calificativos más levantados: los de magnánimo, liberal y desprendido.

Todavía más, El Eco agregó una noticia al respecto que había aparecido en el periódico capitalino El Paladín, la cual consignaba “otro rasgo de filantropía que nos dice mucho en favor del nuevo Gobernador de Yucatán, Sr. Lic. D. Olegario Molina, y de sus buenos sentimientos”. El Paladín mencionaba que el monto de los sueldos del mandatario, por los cuatro años, era de 36 mil pesos, a los cuales debían añadirse los 50 mil que destinó como privado, y otros 40 mil de O. Molina y Cia., la compañía exportadora de fibra de henequén que presidía. Esa publicación agregaba que “a su ejemplo, D. Agustín Vales Castillo, Jefe político de Mérida”, y García Morales, habían hecho aportaciones importantes.

La construcción del hospital se llevaría prácticamente todo el cuatrienio de Olegario Molina. Se trató de una de las principales obras que inauguró el presidente Porfirio Díaz durante su visita, en febrero de 1906, junto con el Asilo Ayala, la Penitenciaría Juárez y la escuela primaria Nicolás Bravo.

Para dejar constancia de la calidad excepcional de Olegario Molina como gobernador, El Paladín mencionaba lo siguiente: “El Gobernante que, al tomar las riendas del poder, cede desde luego sus honorarios como tal en favor de una obra benéfica, es decir, que cede su trabajo gratuitamente durante un tiempo bastante largo, promete mucho en favor del pueblo que lo ha elegido como su mandatario y merece sinceros elogios.

“Calurosos los enviamos,  pues nosotros, amantes de la justicia y de dar a cada uno lo suyo, estaremos siempre del lado del funcionario que con sus hechos se hace acreedor al aplauso, así como censuramos duramente los actos del que sólo atiende a sus intereses, haciendo una granjería del puesto público que ocupa.”

Tal vez por esto fue que Olegario Molina fue candidato único a la gubernatura en 1901, pero eso sólo es especulación.

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Edición: Estefanía Cardeña