¿Por qué todos deberían familiarizarse con la obra de Modigliani? 

Contemplando las pinturas de Modigliani, el espectador, cansado de conflictos  internos y externos, se llenará de serenidad y calma. Las obras del maestro, que se encuentran fuera de cualquier corriente pictórica, permiten incluso al apreciador inexperto mirar más allá del mundo material, sintiendo la belleza eterna e infinita del alma humana. Experimentando paz interior, uno puede volver al mundo para resolver problemas cotidianos, superar situaciones difíciles de la vida y... disfrutar de la vida. 

"El hombre es un mundo que a veces vale cualquier mundo... Cuando conozco tu alma, podré pintar tus ojos... Lo que busco no es real ni irreal, sino más bien subconsciente, el misterio instintivo en la raza humana... Con un ojo observo el mundo exterior, con el otro miro dentro de mí." 

Amadeo Modigliani 

Sin duda, si has visto al menos una vez las obras de Modigliani, ya nunca podrás olvidarlas. Cuellos desproporcionadamente alargados, rostros y figuras ovaladas deformadas, ojos vacíos en lugar de miradas, formas que recuerdan tanto a la escultura y máscaras africanas como a los grandes maestros del Renacimiento, a quienes Modigliani estudió profundamente en su juventud, no dejan indiferente a nadie. Tonos suaves y medios tonos, concisión. Modigliani no puede ser clasificado en ninguna corriente. No buscaba "pisar las huellas de otro", y buscaba incansablemente un estilo único. Lo logró completamente, sus obras son inconfundibles. 

Modigliani estaba hecho de contradicciones: un talentoso pintor que se consideraba escultor, sensiblemente perceptivo, bien educado. Citaba a Dante y Baudelaire, siempre elegante incluso en harapos, tenía un magnetismo. Sufriendo de tuberculosis desde la infancia, pero ocultando cuidadosamente esta enfermedad peligrosa. Alcohólico, drogadicto, peleador y amado por las mujeres. Príncipe Modigliani. Modi. Así lo llamaban amigos cercanos como Picasso, Utrillo, Soutine, Kipling, Fujita y otros artistas de la Escuela de París. Diminutivo cariñoso de Modigliani o maudit, que significa maldito. Creía que había una magia en la miseria humana, en sus vicios y debilidades, en el esfuerzo por ascender la mayor parte de su vida y en el igualmente fuerte impulso de caer de todas las maneras que conocía. Ambas historias esconden un misterio. En sus obras, Modigliani buscaba todas las formas posibles de reflejar... serenidad. Más allá de las circunstancias de la vida. Bajo la sombra de la muerte, Modigliani, al igual que Mozart, quien también vivía cada día como si fuera el último, logró comprender algo muy importante más allá de la existencia, y sus pinturas nos permiten ver lo que él vio. 

Modigliani "enfermó" de arte casi al mismo tiempo que de tuberculosis en su infancia, debido a su frágil salud a menudo tenía que quedarse en casa, en calor y seguridad, y por aburrimiento dibujaba durante horas hasta perderse en ello. Al llegar a París en su juventud, se encontró en un entorno de locos como él, donde su genio se sintió como en casa. Conocemos la obra de Modigliani principalmente por sus pinturas. Sin embargo, durante varios años, Modigliani, al igual que Miguel Ángel, creyó firmemente que su camino en el arte era a través de la escultura. Por eso trabajó el mármol con dedicación, a pesar de las advertencias de los médicos y las aclamaciones de sus amigos por sus dibujos. Solo después de comprometer seriamente su salud, y bajo la influencia de su marchante de arte, Modigliani se rindió y se sumergió de lleno en la pintura. Creía que se debía partir de la visión 
interna, no de la realidad. 

En sus lienzos no solo están retratadas mujeres anónimas, sino también sus musas: una modelo y luego artista, cantante y escritora - Kiki de Montparnasse, la poeta rusa Anna Ajmátova, la periodista Beatrice Hastings y su principal ángel guardián, compañera y madre de sus hijos - Jeanne Hébuterne. 

Modigliani era un maestro del género retratístico. Con unos pocos elementos simples, podía dar una plenitud psicológica y profundidad a sus personajes. En sus pinturas hay una exquisitez y sensualidad, una elegancia que solo se encuentra en la refinada pintura clásica italiana. Todas sus obras son increíblemente contemporáneas. En esencia, están fuera del tiempo. 

Las obras de Modigliani en estilo desnudo son ecos de la pintura italiana del Renacimiento, recordando a Tiziano y Giorgione, pero su representación abre de nuevo el alma humana de una manera novedosa. 

Modigliani murió en la pobreza a los 35 años, y su compañera desconsolada, Jeanne Hébuterne, incapaz de soportar el dolor, se lanzó al día siguiente desde la ventana del sexto piso de la casa de sus padres en el octavo mes de embarazo. Las obras de Modigliani se dispararon en precio inmediatamente después de su muerte trágica. 

Posteriormente, en una subasta de Sotheby's en 2010, dos pinturas de Modigliani se vendieron por 60.6 y 68.9 millones de dólares estadounidenses, respectivamente, y en 2015, "Desnudo reclinado" se vendió en una subasta de Christie's por 170.4 millones de dólares estadounidenses. Su escultura Cabeza fue vendida en una subasta de Christie's por 52.6 millones de dólares en 2010. 

La vida humana está llena de dificultades a las que debemos someternos. Pero hay momentos mágicos y únicos en nuestra vida. Momentos de desapego inigualables. 

Solo en esos momentos es posible darse cuenta de quiénes somos. Admirar el amanecer o el atardecer, un concierto de música clásica, contemplar pinturas. La serenidad nos sobria, nos permite entender algo sobre nosotros mismos y aceptarlo sin remordimientos ni ansiedad. En estos momentos mágicos, pertenecemos a algo más grande. En su arte, Modigliani se esforzó por lo más difícil, por la simplicidad. Logró combinar sensualidad y refinamiento. Mirar más allá de la mundanidad y la materia. Su arte lo hizo inmortal. 

Busca en internet las pinturas de Modigliani, y deja que el espíritu de calma y libertad interior te envuelva con un suave manto de serenidad. Al sumergirnos en el mundo del arte, la pintura, la música, aprendemos a escuchar y sentirnos a nosotros mismos y a los demás, sus entonaciones. Comenzamos a pensar de manera no convencional y nos volvemos especialmente observadores. Apreciamos el arte, pero aún más, nos encontramos a nosotros mismos en él. 

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 Edición: Ana Ordaz