Por regla general, las relaciones entre acontecimientos recientes no son evidentes de inmediato. Es necesario tomar distancia y realizar un análisis profundo, reunir pruebas, y sería sumamente recomendable revisar la actuación posterior de las personas implicadas en los hechos. Los contemporáneos, casi siempre, se comportan como cronistas, dejando registro de lo sucedido, y a veces aventuran la existencia de un vínculo con algo que ocurrió unos meses antes o después, pero esto suele ser un proceso de ensayo y error, o es rápidamente desmentido por alguien que conoció los pormenores.
No es extraño que algunas interpretaciones o asignaciones de valor a ciertos hechos se hayan realizado con algún interés político, y esto no es excepcional; al contrario, hasta cuando se hacen homenajes como poner nombres en letras doradas en una pared del Congreso, o realizar escenificaciones de algún combate ocurrido hace varias décadas, son ejemplos de cómo se construye la llamada historia de bronce.
Pero en ocasiones, para elevar un acontecimiento a los altares patrios, se omiten testimonios de personas que tuvieron conocimiento de primera mano o los análisis inmediatos de la situación. Este es el caso de la revuelta del 4 de junio de 1910 en Valladolid, Yucatán, que por interés político ha sido denominada “la primera chispa de la Revolución”.
En el Diario Yucateco del 10 de junio de 1910 se encuentra un compilado de notas que en términos periodísticos reciben el nombre de “agendas”. La principal, porque es la que cabecea el grupo, refiere a la prisión de Francisco I. Madero y su secretario Roque Estrada en Monterrey, pero en seguida aparece el subtítulo “Qué opina de la revuelta de Valladolid el Lic. Moreno Cantón”.
El testimonio de Moreno Cantón es sumamente importante, pues él había sido candidato al gobierno de Yucatán unos meses antes, y tanto él como el otro candidato opositor, José María Pino Suárez, fueron perseguidos por el oficialismo y debieron abandonar el estado durante la campaña, lo que inhibió la asistencia a las urnas y favoreció que resultara electo Enrique Muñoz Arístegui.
Pero igualmente, en la prensa de la Ciudad de México se discutía el valor de la revuelta. La nota en cuestión inicia mencionando que los periódicos México Nuevo, El País y El Constitucional habían protestado contra los dichos de El Imparcial, que había atribuido los sucesos de Valladolid “a las malsanas prédicas de Madero.” De hecho, El País, un diario católico y de los más leídos, mencionaba: “Rechazamos el concepto de que los desórdenes de Valladolid sean el resultado de las prédicas de Madero que jamás escucharon los revoltosos.”
El párrafo siguiente refiere a una entrevista que El Diario le hizo a Delio Moreno Cantón, quien seguía radicado en la capital del país y opinaba “que el origen del movimiento pudo haber sido a causa de los desmanes que había en Chichimilá contra las autoridades de la cabecera, las cuales habían pedido al señor Muñoz Arístegui que fueran cambiadas. Dice que le es imposible apreciar si la revuelta es contra las autoridades de Valladolid o contra el gobierno local, debido a la escasez de noticias y agregó que el Capitán Enrique Cámara Buey era muy querido en Valladolid, ignorándose la causa por la cual, a principios de la anterior campaña política, fue sustituido por Regil. También dijo que éste era de un carácter irascible y muy nervioso.”
Por supuesto, Moreno Cantón pretendía desligarse de la organización de la revuelta, como ya se había desligado de la causa antirreeleccionista de Madero en 1909. Si a sus declaraciones agregamos las que hizo el general Ignacio Bravo, que ya se han mencionado en esta columna, quien apuntó que la cuestión de Valladolid tenía mucha menos importancia de la que se le había dado y que los revoltosos no perseguían ningún fin político, sino únicamente robar y asesinar, habría indicios para por lo menos cuestionar por qué se vincula esta revuelta con la Revolución, y de dudar de los motivos para mantener su conmemoración.
Todavía un mes después, Moreno Cantón concedió otra entrevista, ahora más extensa, al diario El País, insistiendo en que no existía relación con el antirreeleccionismo, pero eso es otra historia.
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