Opinión
Leobardo Cox
08/07/2024 | Mérida, Yucatán
En la sociedad tradicional yucateca se espera que todas las personas se conduzcan bajo el modelo de la heteronormatividad, de manera que las conductas entendidas como diversas implican estigmas y prejuicios que se traducen en la negación de derechos. Sabemos que la sociedad yucateca en general tiende a ser machista, homofóbica, misógina y clasista, como prueba de ello, muchos “comediantes” regionales utilizan personajes que satirizan a las mujeres y a las personas de la comunidad LGBT+ con rasgos indígenas y que, por extensión, se utilizan para encasillar en estereotipos a estas minorías. Muchas personas LGBT+ que nacemos en pueblos pequeños fuimos (y somos) reducidos a parodias de mal gusto.
En las ruralidades de fuerte identidad maya estas diversidades son escondidas y muchas veces negadas. Silvia Terán ya nos contaba que para los años 80 “las sociedades con una definición muy clara de los roles sexuales, como es el caso de Xocén, no favorecen identidades intermedias, mezcladas o indefinidas” […] “No hay lugar para estas preferencias […] y por eso no se manifiestan”.
Tenemos noticias de que aún a mediados de los 90 en muchas comunidades del oriente del estado se aplicaban castigos físicos, exilios, encarcelamientos e incluso homicidios impulsados por el fuerte rechazo a las identidades diferentes a la heterosexual. Si en el México actual resulta complejo pensar a los pueblos originarios como sujetos de sexualidad, lo es más concebirlos como sujetos con una sexualidad diversa.
Foto: Leobardo Cox Tec
En estos lugares, los conceptos referidos a la sexualidad fueron impregnados por los prejuicios religiosos cristianos; numerosas voces y expresiones mayas contemporáneas son ofensivas y denigrantes. Afortunadamente, muchos jóvenes mayas nos hemos apropiado de ellas y hemos ido resignificando estos calificativos. Las palabras síis óol (corazón frío), síis tuuch (ombligo frío) y síisk’ab (mano fría) tienen una connotación de malestar y se asocian a la mala suerte, se considera que una persona síisk’ab, con la mano fría, nace con un defecto que provoca calamidades (la más conocida es que los alimentos para las ofrendas de día de muertos no se cocinen bien) y por eso se les excluye.
Otros calificativos utilizados en comunidades mayas para referirse a personas LGBT+ y en especial para las personas del espectro trans (transexuales, transgénero y travestis) son ch’úupul keep, “mujer con pene”, o xíibil péel, “hombre con vulva”; xíibil ko’olel, “mujer varonil”; ch’úupul xíibil, “hombre afeminado” o simplemente xíibilch’úup, (hombre-mujer) y ch’uupil xíib, (mujer-hombre). Algunos otros motes para hombres gay están relacionados con la naturaleza: xk’an lool, “flor amarilla” o “flor tornadora”; k’uuruch, “cucaracha”; péepen máak, “hombre-mariposa” y kankalás, unas lagartijas (Cnemidophorus angusticeps y Ameiva undulata) que por sus colores iridiscentes y sus ondulaciones femeninas al reptar se usan como adjetivo que se aplica a los hombres homosexuales.
Existen otros adjetivos que describen los “amaneramientos” o comportamientos socialmente asociados a la feminidad: en este rubro encontramos k’aachal k’ab, “mano quebrada” y jotokbal, “empinado”. Para referirse a las mujeres lesbianas se utiliza el mote xpak’ach waaj, “torteadora”. Las voces más ofensivas y vulgares para referirse a los hombres gay son toop iit, de toop, chingar, joder, fregar e iit, culo, trasero y ts’oop ta’, de ts’oop, “punzar o clavar objetos delgados o puntiagudos en cosas blandas” y ta’, “excremento, mierda”. Siendo éstas últimas las más insultantes y degradantes que se usan en los pueblos mayas para referirse a las personas LGBT+.
Foto: Leobardo Cox Tec
En años recientes muchos jóvenes han retomado palabras mayas para tratar de referirse al colectivo, la más popular es la de xíibilch’úup, que, si bien tiene un origen degradante, se ha retomado desde la narrativa de reivindicación de la diversidad sexual. Al respecto, y desde su sentir como persona homosexual, José Huchim alude: “Xiib es hombre, ch’úup es mujer, por lo que entiendo que la traducción sería “hombre-mujer”. es decir, alguien que habita la “masculinidad” y la “feminidad”. Por lo tanto, habito la contradicción; habito la complementariedad, y en nuestros pueblos somos muchos los que lo habitamos. No podemos luchar por nuestro pueblo, sin luchar por el respeto de todos, todas y de todxs lxs que somos xíilbich’úup”.
Es un derecho humano básico que las personas se reconozcan entre las diferentes expresiones de afecto, deseo, amor y prácticas de índoles amorosos y sexuales, a dichas expresiones y relaciones se les conoce como diversidad sexual. Si bien, cada vez somos más los jóvenes mayas que nos asumimos como activistas de los derechos LGBT+, el camino aún es espinoso, en muchos pueblos de Yucatán la presencia de homosexuales, lesbianas o personas trans se asocian a enfermedades, malas cosechas y catástrofes naturales por lo que son rechazados y deshonrados. Aún se piensa que la diversidad sexual es un pecado, un grave padecimiento y, como me repitieron muchas veces en mi adolescencia, “debería ser un crimen”.
Lo cierto es que, aunque se niegue la presencia de personas LGBT+, siempre hemos estado presentes. El desarrollo cultural de los pueblos muchas veces es liderado por personas pertenecientes al colectivo. Por ejemplo, en las iglesias de San Cristóbal, San Juan y Santiago de Mérida, los líderes de las festividades son abiertamente homosexuales; en Kinchil y Hunucmá son personas LGBT+ quienes tienen a su cargo la custodia de los Santos Patronos.
En el oriente, en comunidades mayas como Tekom y Chichimilá incluso existen agrupaciones de mujeres trans que enseñan y bailan jarana yucateca, incluso destacan participando en los concursos que se realizan en las vaquerías.
Es maravilloso ver que en una sociedad tan rígida como la yucateca ya sea posible visualizar parejas de hombres gay o mujeres lesbianas acudiendo a las vaquerías y bailando sin miedo a los prejuicios.
Entre los médicos tradicionales y los jmeen o xmeen (sacerdotes tradicionales, literalmente “los hacedores”) he podido observar que existen personas bisexuales y queer que tienen a su cargo la importante labor de guiar los ritos agrícolas y las consagraciones de las cosechas.
Entre los artesanos destacan las bordadoras transexuales y los bordadores gay que son afamados por la calidad de sus textiles, cada día van ocupando un lugar importante en la producción del arte popular yucateco.
La expresión de género de los jóvenes mayas que se dedican al proceso de continua producción, actualización y transformación de modelos simbólicos (producción cultural) muchas veces se había reprimido, pero estas nuevas generaciones ya tienen el valor de exteriorizar y aceptar su identidad sexual.
Todos estos avances que buscan promover y proteger los derechos de las personas LGBT+, así como prevenir y reducir las diversas problemáticas en materia de desigualdad y discriminación son buenos, pero aún resultan insuficientes a nivel regional.
En este contexto considero importante reflexionar acerca de la diversidad sexual entre jóvenes mayas y cómo expresamos tanto nuestra identidad cultural como nuestra identidad de género.
Edición: Estefanía Cardeña