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Una granjera abriendo brecha en el concreto

Invitación a la lectura de 'La granja urbana'
Foto: Facsímil

Las editoriales, en algunas ocasiones, se convierten en un lugar seguro. Una garantía antes de poner entre tus manos el libro. Capitán Swing es una certeza, sigo su boletín y estoy siempre al pendiente de cuando sus nuevos títulos están disponibles en México y desde hace años he leído y adquirido los más posibles. Entonces, al pararme frente a un estante en la FILEY donde estaban los títulos de esta editorial, selecciono un número desorbitado de libros que seguramente no podré comprar.

En el descarte de que si y que no, me terminé enganchando de La granja urbana (Capitán Swing, 2014) de Novella Carpenter. De vista la contratapa me parecía atractiva, un texto autobiográfico que narra un fragmento de su vida donde construyó, en un barrio pauperizado de Oakland, California, un gran huerto y una granja que alimentaría a ella, a su pareja y un numero amplio de invitados eventuales. 

La verdad es que es una idea que me pareció descabellada y hasta me generó gracia. Luego me detuve un momento al leer la introducción y recordé a mi papá, veterinario, que en algún punto de mi infancia nos bromeaba con una idea que tal vez él pensaba que era muy real: tener a un cerdo en casa para engorda. Novella Carpenter hizo la broma de mi papá realidad, pero no uno, sino dos cerdos y me ayudó a darme cuenta que quería devorarme el libro.

Soñar en medio de una ciudad en ruinas es un problema serio que quienes habitamos en urbes vamos a tener que enfrentar de manera recurrente. En Estados Unidos existe el fenómeno de las ciudades abandonadas, como Detroit y su pérdida poblacional de hasta 30 por ciento en menos de dos décadas, y otros fenómenos un poco más pequeños que se quedan como semi-invasiones y rentas a excelente costo, como vivió Novella Carpenter. Atrás del departamento que rentaban había un terreno que en Mérida pudiera haberse descrito como “baldío”, de menos de una héctarea.

En ese baldío creció la vida y Novella narra cómo puso rápidamente un huerto que se fue ampliando y compartiendo. Me tenía fascinado en las primeras páginas al leer de plantas y regaba mi jardín con mas cariño, pero un giro de tuerca rápidamente me puso en jaque: Novella decidió que su libro autobiográfico constaría de tres partes y cada una estaría guiada por la historia de la producción en ese pequeño espacio de pavos, conejos y cerdos.

En las reflexiones que nos comparte discute consigo misma las percepciones de lo que es una granja, y aunque tenía pollos y abejas, de las cuales nos cuenta con sumo cuidado cómo se relacionaba con ella y los problemas en los que se metía, decía que no podría llamarse a si misma granjera si no tenía un pavo. La pareja de pavos desarrolla toda la primera parte del texto y descubrimos que la autora se enfrenta a sus propias metas que a veces son límites ¿Qué es lo que la hace una granjera? ¿Se puede ser granjera en la ciudad?

En el segundo apartado, sobre los conejos, Novella nos comparte de sus encuentros con otros granjeros y cómo ella se va curtiendo en el arte de producir sus propios animales. Entender las filias y las fobias propias es difícil, pero narrarlas tiene todavía otra capa de complejidad y la autora es totalmente transparante, reconocemos a las personas que no le agradan y las formas que no son las suyas, pero también nos narra cómo media con quienes son diferentes y el empeño que pone en acercarse a las demás personas del barrio para establecer otras relaciones.

Para el cierre del libro visitamos tal vez el apartado mas complejo, la relación con los cerdos es diferente por cercana, por profunda y por demandante. Sabremos lo difícil que es mantener a un cerdo, pero también procesar la carne para que sea de la mayor calidad posible. Conoceremos las técnicas de alimentación heterodoxas que utilizó heredadas de su experiencia con el freeganismo y asistiremos a probablemente la duda que me pareció mas interesante ¿qué le sucede a nuestra humanidad cuando pensamos en la muerte animal? Esa muerte animal que es causada para mantener nuestro sustento y que son animales que cohabitaron durante toda su vida con la autora.

Al final del libro tuve este sentimiento de abandono, en este texto sentí que caminaba y olía la granja, también sufría lo mismo que la vecindad de Novella quien no parecía estar de acuerdo con que ella tuviera animales ahí, o al menos no todo el tiempo. Y me quedé huérfano de lectura por un par de semanas. Ahora que escribo la reseña a dos meses de terminar el libro, me percato con mayor certeza del valor de estas experiencias y entiendo que es una gran oportunidad de conocer lo que puede hacerse en espacios reducidos de una ciudad, aunque no se si la ciudad que habito sería amable con una vecina como Novella, o si yo sería lo suficientemente osado para ser como Novella Carpenter. 

Pero mientras lo decido, escribo esta invitación a la lectura para ver si otras personas se animan y se hacen alguna de las preguntas que me hice.

@RuloZetaka

Lea, del mismo autor: Yo nunca fui a París

Edición: Fernando Sierra


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