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Foto: Archivo DAF-INAH.

José Marcial Gamboa Cetina

Hace dos años realicé una encuesta entre mil personas en Yucatán, donde les pregunté cómo imaginaban que había sido la salud de los mayas prehispánicos, aquellos que construyeron las imponentes maravillas arquitectónicas que hoy admiramos en sitios como Chichén Itzá, Uxmal y muchas otras zonas arqueológicas.

El 87% de los encuestados afirmó que los mayas prehispánicos gozaban de mejor salud que la nuestra. “Eran muy sanos, tenían mejores hábitos: dormían temprano, se levantaban al amanecer, se alimentaban de lo que cazaban y cultivaban, y consumían más vegetales que nosotros”, señalaron. Sin embargo, la realidad dista mucho de ello ya que, los restos óseos hallados en los sitios arqueológicos, cuentan una historia diferente. El análisis de estos esqueletos revela una larga lista de enfermedades, algunas de las cuales llevaban a una muerte prematura, y también evidencian que la alimentación no era adecuada. La paleopatología, es la rama de la antropología física encargada de estudiar las enfermedades de las poblaciones antiguas.

La paleopatología,  nos ofrece una valiosa ventana para comprender aspectos importantes de la cultura maya prehispánica. A través del análisis de los huesos, podemos entender mejor varios aspectos de la vida cotidiana, salud, enfermedades, alimentación y contexto social. Algunas maneras en que la paleopatología nos ayuda a entender esta cultura es a través de datos que nos indican estado de salud y calidad de vida. Así, el análisis de huesos y dientes permite identificar enfermedades crónicas, desnutrición, estrés físico y otros indicadores que revelan las condiciones de vida de los mayas prehispánicos. 

Por ejemplo, los estudios osteológicos muestran que la mayoría de las mujeres desarrollaban patologías en la columna vertebral debido al esfuerzo de moler maíz a diario en molcajetes, en posturas forzadas, o por las labores de tejido en telar. Además, presentaban desgaste en las articulaciones de manos y rodillas, como se puede observar en la imagen adjunta. También, cuando un niño sufría enfermedades graves o desnutrición durante la infancia, quedaban marcas horizontales en sus dientes, conocidas como líneas de hipoplasia.

Diversas investigaciones en sitios como Xamanhá (actualmente Playa del Carmen), Cobá, Xcambó, entre otros, han demostrado que gran parte de la población sufría de anemia, lo que deterioraba gravemente su salud. Una de las aparentes paradojas en el estudio de las poblaciones mayas prehispánicas es que, a pesar de vivir en un entorno rico en fauna —en Xamanhá, por ejemplo, abundaba la pesca—, y con acceso a venados, pecaríes, tepescuintles, armadillos, pavos de monte, faisanes, varias especies de pato y una flora rica en árboles frutales, las condiciones alimentarias de gran parte de la población eran deficientes.

Los análisis osteológicos revelan que, en algunos sitios del área maya, casi 60 por ciento de los individuos estudiados presentaban problemas de salud relacionados con la malnutrición, particularmente enfermedades asociadas a la anemia. Un indicador clave de la desnutrición es la espongiohiperostosis, una enfermedad causada por anemia crónica que se desarrolla a lo largo de muchos años. Esta condición provoca una lesión en los huesos del cráneo, caracterizada por una apariencia esponjosa y porosa en la bóveda craneal, acompañada de un adelgazamiento de la lámina externa del cráneo.

Otro indicador importante de la malnutrición son las líneas de hipoplasia en el esmalte dental, visibles como incisiones o surcos transversales que se forman durante el crecimiento de los dientes. Estas marcas, especialmente evidentes en caninos e incisivos, tanto en niños como en adultos, son un excelente reflejo de las condiciones de salud de las personas.
 
Una posible explicación para esta paradoja —un entorno rico en flora y fauna, pero con una población malnutrida— es que la mayoría de los recursos se destinaban como tributo a las élites gobernantes, dejando a la mayoría de la población con lo mínimo para sobrevivir. Cabe destacar que, entre los esqueletos asociados con la élite, identificados por su contexto y abundante ajuar funerario, no se han encontrado indicios de enfermedades relacionadas con la anemia.

José Marcial Gamboa Cetina es doctor en antropología física del INAH- Yucatán

Coordinadora editorial de la columna: 
María del Carmen Castillo Cisneros; profesora investigadora en Antropología Social


Edición: Fernando Sierra


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