Opinión
Edgar Fernando Cruz
20/11/2024 | Mérida, Yucatán
Cuando parece que todo está dicho sobre la tierra. El planeta responde, se queja y actúa con furia natural contra las zonas más vulnerables, como si quisiera desnudar la pobreza, la desigualdad y la explotación humana.
Frente a los problemas planetarios como el cambio climático, la desigualdad, pobreza, migración, hambre y guerra, los gobiernos del mundo han sido incapaces de cambiar el destino construido por políticos depredadores que han hundido en cada programa y proyecto a la población mundial por décadas.
¿Preocupa a los gobiernos la reacción natural de la tierra ante el calentamiento? Creo que no.
Los científicos responsabilizan el efecto del calentamiento global, a la quema de hidrocarburos fósiles, como el petróleo y sus derivados. Un nudo ciego para los políticos que les provoca discursos esperanzadores y sensibles pero poco reales.
La cumbre del G20, en Río de Janeiro, Brasil, resulta una ventana de escape para la responsabilidad política de décadas. El escaparate genera emociones para la sociedad, un placebo que nos hace dormir más tranquilos, pero la política de fondo es más compleja y perversa.
La economía global depende del petróleo, es la energía más potente e insustituible hasta ahora.
El anfitrión, Lula da Silva, dio la bienvenida con reproche aderezado de romanticismo sudamericano, sin tocar el fondo, sin efectos reales:
“... constato con tristeza que el mundo está peor, tenemos el mayor número de conflictos armados desde la Segunda Guerra Mundial, la mayor cantidad de fenómenos climáticos extremos con efectos devastadores en todos los puntos del planeta (...) el hambre no es el resultado de la escasez por fenómenos naturales, es una expresión biológica de los males sociales, son producto de las decisiones políticas que impactan a la humanidad (...) Por eso declaro oficialmente lanzada la alianza global contra el hambre y la pobreza”
Un S.O.S contra la crisis alimentaria, pero, en el fondo, no hay una verdadera batalla contra el cambio climático y la explotación humana, y no lo hay porque las potencias no lo tienen en el radar. La guerra por el mercado que libran tres gigantes, Estados Unidos, China y Rusia, está marcada por el comercio de los energéticos y los productos derivados del petróleo en todas sus formas, hechos con mano de obra barata de los emigrantes.
La energía fósil es el motor del planeta, el sol no alcanza para mitigar el problema. Las potencias lo saben.
La reunión del G20 es fotográfica, por el acercamiento de los líderes del mundo, allí en el mismo foro, Biden, Xi Jinping y Trudeau, Mohamed bin Salmán y el representante de Vladímir Putin. Los principales países productores de petróleo
Rusia, Estados Unidos, Arabia Saudita, Canadá y China.
China produce 5 por ciento del crudo; Canadá, 6 por ciento; Rusia, 11 por ciento; Arabia Saudita, 11 por ciento, y Estados Unidos, 20 por ciento de la producción mundial.
Los grupos buscan mercado y fuerza energética, la guerra económica del mundo está en marcha, sin dejar fuera del radar a un actor político atípico, Venezuela, el país con las mayores reservas de petróleo en el mundo, con 300 mil millones de barriles.
Así que el nuevo orden mundial más bien parece un nuevo desorden mundial, un reacomodo de fuerzas con dos focos de guerra encendidos en Europa del este y en Medio Oriente.
En ese contexto dos bloques juegan en la geografía mundial, por un lado, El T-MEC, el bloque norteamericano y, por el otro, los BRICS formado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, estos cinco países representan más del 42% de la población global, 30 por ciento del territorio mundial, 23 por ciento del PIB y 18 por ciento del comercio mundial, buena competencia.
En conjunto, las 20 economías del G-20 agrupan 90 por ciento del PIB mundial, el 80% del comercio global y dos tercios de la población del mundo.
Como quiera que sea el tema de la pobreza, la paz, el desarme, la migración y el hambre siempre han estado en la agenda de las ponencias en el G20, sin que hasta ahora tenga efectos reales.
PASO DE GATO
La presidenta
Claudia Sheinbaum apareció como política de alto nivel regresando a México a la escena global, bien por el canciller Juan Ramón de la Fuente quien armó una agenda con 8 bilaterales, reuniones con Xi Jinping de China, Trudeau de Canadá y Biden de Estados Unidos, no es cualquier cosa en este contexto.
Una buena para Claudia Sheinbaum, avanza tres casillas.
Lo demás está por verse.
Edición: Estefanía Cardeña