Opinión
Margarita Robleda Moguel
24/11/2024 | Mérida, Yucatán
Uno de los frutos de mis 36 días de navegación por el Pacifico, desde Vancouver, Canadá, hasta Sídney, Australia, fue la conexión con el océano. No es lo mismo un paseo en lancha, que días y noches transitando por una inmensidad sin fin, de olas, nubes, y atardeceres diferentes, que podía admirar desde mi balcón, y que por supuesto me llenó de preguntas.
Mi navío ofrecía abundante comida, incluyendo postres, baño, dormir cómodamente… ¿cómo habrá sido -me preguntaba- la vida de aquellos visionarios y atrevidos que lucharon para contagiar a los poderosos con sus sueños y, al conseguir el apoyo, se lanzaron en pos de ellos?
La historia más cercana es, por supuesto, la de Cristóbal Colón quien, al lograr entusiasmar a los Reyes Católicos, en 1492 zarpó en tres carabelas con el objetivo de llegar a la India, lo que les daría el mercado de las especies, entre otros.
La vista del océano me invitó a investigar, ¿Cuántos hombres se atrevieron a ir tras la visión de otro?, ¿Qué tan desesperados estarían, que quedarse resultaba peor del salto al vacío? ¿Cómo se sentía don Cristóbal, cuando los días fueron pasando y no había señales de tierra? ¿Cuánto dura el agua para beber? ¿La comida? ¿Cuándo brota el escorbuto en la boca por la falta de vitamina C? ¿En qué momento estalla el motín de la desesperación?
Después de navegar rumbo al oeste del Atlántico, tras una travesía de dos meses y nueve días, llegaron a la hoy isla de San Salvador en el actual archipiélago de las Bahamas, el 12 de octubre de 1492.
Varios años después, en un tercer viaje, cayeron en cuenta de que el lugar al que habían llegado no estaba conectado con el extremo oriental de Asía, sino que esta tierra formaba un continente nuevo. La región fue cartografiada, entre otros, por Américo Vespucio, cuyas cartas interpoladas, fueron recogidas por los especialistas quienes, desde 1507, le dieron el nombre de América, en honor del cartógrafo.
¿Y Cristóbal Colón? La historia la escriben los vencedores del momento. Y es así como sabemos poco qué en el año 1000, Leif Erikson, Vikingo, hijo de Erik el Rojo, descubrió América navegando desde Groenlandia a Helluland, Markland y Vindland que se supone estaban en el noreste de los Estados Unidos.
Ragnar Lodbrok, el legendario rey Vikingo, según las sagas nórdicas, atrevido y visionario, insistía en su comunidad de ir rumbo al oeste al “acostumbrado asalto veraniego”, y como no obtuvo permiso del rey, se lanzó con un grupo de atrevidos y llegaron a cambiar la historia de Inglaterra, con tan solo sus famosas drakar: embarcaciones muy ligeras de 20 a 30 metros de longitud y seis metros de ancho, sin cubierta y con una vela que izaban para aprovechar vientos favorables y plegaban para cubrirse con ella cuando llovía.
¡Ayyy! ¿Cómo sería la vida de tantos en tan poco espacio?
Retornando a Colón, si bien descubrieron un continente llenos de riqueza que transformó la gastronomía europea con tomates y cacaos, entre otros, llegar a la India seguía siendo una necesidad para fortalecer el comercio, y fue entonces cuando visionarios y atrevidos, diseñaron la ruta comercial y cultural de la primera globalización con el Galeón de Manila, Nao de China o Galeón de Acapulco, según su destino, que cruzaban dos veces por año entre Manila, Filipinas y los puertos de Nueva España en América, principalmente Acapulco. El servicio que duró 250 años fue inaugurado por el marinero y fraile español Andrés de Urdaneta tras descubrir para el tornaviaje, después de varios naufragios, una ruta de regreso a Nueva España a través del océano Pacifico, gracias a la corriente Kuroshio de dirección este. Rumbo a las Filipinas solía durar unos tres meses, el tornaviaje, entre cuatro y cinco debido al rodeo que hacían los galeones hacia el norte con el fin de seguir la corriente Kuroshio.
La segunda parte consistía en trasladar, desde Acapulco, a lomo de mula la valiosa mercancía hasta Veracruz, donde se embarcaban en las Flota de Indias rumbo a la península Ibérica.
Cincuenta años después de la muerte del visionario Colón, los galeones de Manila finalmente cumplieron su sueño de navegar rumbo a Asia a fin de conectarse con el rico comercio del océano Índico.
¿Moraleja?
Edición: Fernando Sierra