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Una mirada sociológica a la Ruta Puuc

Los pueblos mayas crearon esa red tecnológica de ''caminos blancos''
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

La iniciativa fue de Marce, mi pareja y colega socióloga. Hicimos la Ruta Puuc en tres jornadas, siempre partiendo desde Mérida, nuestro hogar. Nuestros destinos fueron las zonas arqueológicas de Oxkintok, Uxmal, Sayil, Kabah, Labná y Xlapak. No pudimos entrar a Mayapán ni a las Grutas de Loltún porque se encuentran cerrados. 

Al recorrer los sacbe’ob (senderos construidos por los mayas para comunicar poblados y edificaciones) uno puede reconocer la importancia de los sistemas de movilidad y medios de comunicación en toda sociedad. Los pueblos mayas lo sabían muy bien, por eso crearon esa red tecnológica de “caminos blancos” que hoy son transitados desprevenidamente por personas de pueblos europeos, asiáticos, americanos, etcétera. Digo “desprevenidamente” porque lo que más interesa a los turistas de esos pueblos-otros son las construcciones que se yerguen entre la vegetación y los vestigios. No los juzgo, las grandes edificaciones siempre han sido un fetiche para las personas que viajan. Al ver esas construcciones, Marce y yo nos maravillamos tanto como los demás visitantes. La distribución de las estructuras y los espacios configuraban un orden social que nos llevó a dialogar e imaginar sobre la vida cotidiana de los mayas desde el preclásico hasta la invasión española. 

Unos más imponentes que otros, todos palacios y pirámides de la Ruta Puuc confluyen en una riqueza arquitectónica imposible de soslayar. Pienso, por ejemplo, en la majestuosidad del Gran Palacio de Sayil, en el detalle ornamental del Templo de las Máscaras de Kabah, o en las geometrías de la Pirámide del Adivino de Uxmal. Todos ellos, erguidos a pesar de las epidemias, las violencias y las corrupciones del pasado y del presente. Unas mejor conservadas que otras, cada zona arqueológica tiene sus propias tensiones políticas y económicas. Esas dinámicas hacen que desde hace más de un año se mantenga cerrada la zona arqueológica de Mayapán, como lo estuvo en su momento Dzibilchaltún. Los conflictos sociales y la manera como son gestionados definen la historia de las sociedades.

Desde 1996, las ciudades mayas de Uxmal, Kabah, Sayil y Labná hacen parte de la Lista de Patrimonio Mundial de la Unesco. Por otra parte, actualmente la Ruta Puuc es considerada reserva estatal de Yucatán, con lo cual se asegura su interés público y algunos recursos para su protección y restauración. Sin embargo, estos nombramientos no han impedido que las desigualdades económicas se hayan trasladado a las zonas arqueológicas de la Ruta Puuc. Bajo esa convicción pudimos vislumbrar una dinámica de centro-periferia en donde Uxmal, con una infraestructura bien establecida para recibir un alto número de visitantes, se posiciona como el centro de interés turístico de la zona. Las otras ciudades de la Ruta Puuc han sido administradas a la sombra de esta gran ciudad (incluso Mayapán, la cual pude conocer en 2020), al punto que ellas carecen de baños o puntos de hidratación para quienes las visitamos. 

Actualmente, las zonas arqueológicas de la Ruta Puuc se están adecuando para ofrecer estos servicios y hacer más amable la estadía para los turistas. Pero estas mejoras inevitablemente traen otros problemas materiales y simbólicos: la masificación genera impactos al entorno socioambiental, lo sabemos muy bien con fenómenos contemporáneos como la gentrificación y la turistificación. 

Por ejemplo, en las Grutas de Oxkintok hace poco más de dos años se descubrió un lugar sagrado para el pueblo maya que habitó esta zona. Es una caverna con arte rupestre, restos ceremoniales y ofrendas funerarias. Después de pagar la entrada a este lugar que aún no está regulado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), junto con una pareja estadounidense observamos maravillados lo que allí persiste y habita. Pero, desde otro punto de vista, lo que más llamó nuestra atención fue la presencia de lo que, desde las ciencias sociales, se ha denominado “pachamamismo”; es decir, la actitud de personas que buscan reproducir un discurso romántico, espiritualista y naturalista de las comunidades indígenas cuando, en realidad, lo que llevan a cabo es la folklorización y exotización de sus culturas y modos de vida. Allí, en las Grutas de Oxkintok, ya es común que lleguen personas nacionales y extranjeras para hacer rituales de “saneamiento espiritual” según sus propias interpretaciones. También realizan bodas, campamentos y, seguramente, rituales de apareamiento bajo el discurso de la desconexión con la sociedad y la conexión con la naturaleza, como si ambas fueran excluyentes. Pero lo más brutal de todo esto es que algunos de sus ornamentos y utensilios son dejados allí como “ofrendas” a los antepasados mayas. En realidad, esas “ofrendas” son las marcas de esas personas, es su manera de decir “yo estuve aquí”, una nueva forma de invasión cultural. 

La Ruta Puuc es uno de los atractivos de la Península y debe seguir siéndolo. Para ello, la inversión pública es necesaria, pero también la participación de las poblaciones del territorio. Sin la sinergia entre actores como INAH y los ejidos, las zonas arqueológicas tendrán impactos indeseados, principalmente por parte de particulares que folklorizan y exotizan estos lugares.

Recorrer la Ruta Puuc es un placer si se toman en serio sus cualidades históricas, culturales, arquitectónicas, científicas y tecnológicas. Esta es una invitación a conocerla, pero también a respetarla sin importar nuestras convicciones y cosmologías.         

César Guzmán Tovar
Coordinador de la Licenciatura en Sociología en la ENES Mérida 


Edición: Estefanía Cardeña


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