Opinión
La Jornada Maya
21/01/2025 | Mérida, Yucatán
Llamados de este tipo ha habido muchos en la historia, aunque quedan resumidos en los refranes que enseñan a no dejarse llevar por el momento y sí en cambio a actuar una vez que se tiene el ánimo sereno y ya que se tenga analizada la situación.
“Es importante siempre tener la cabeza fría y referirnos a los decretos firmados, más allá del propio discurso”, ha indicado Sheinbaum, y hace bien. La fogosidad de los discursos de Trump está dirigida al consumo local, a sus partidarios, pero lo que realmente vale y es lo aplicable es el documento firmado, no lo dicho en un mitin.
Y en efecto, parte de lo anunciado el lunes por Trump es en realidad una nueva entrada en vigor. La declaración de zona de emergencia en la frontera sur de Estados Unidos no es algo novedoso. El tema será la aplicación. La primera vez, la medida tuvo dos efectos: encarecer el cruce de personas -porque estas siguen ingresando a Estados Unidos sin documentos, al igual que lo hacen toneladas de drogas -y provocar serios retrasos al transporte de carga que lleva mercancías a las empresas legalmente constituidas en ese país. El fondo es qué tanto se cumple con el objetivo de la orden ejecutiva, porque si termina por producir más daño a la economía estadunidense que requiere de productos mexicanos, lo lógico sería un relajamiento en la norma. La paciencia será una virtud primordial para los negocios entre ambos países.
Igualmente, el programa “Quédate en México” no es nuevo, pero la clave no es el cierre de la frontera y que ya no se pueda solicitar asilo a los Estados Unidos, sino la presencia de extranjeros atraídos inicialmente por el “sueño americano”, en suelo mexicano.
El trato humano para estas personas es lo mínimo que se puede esperar, pero por otro lado es una realidad que no todos querrán ni podrán regresar a sus países de origen, por muchos motivos, que van de la falta de oportunidades a la persecución por la delincuencia, política o religiosa. La opción de que México termine siendo país de acogida es real y aquí es donde no hemos escuchado qué se hará con quienes pretendan establecerse.
Por otra parte, no es solamente la cantidad de mexicanos que serían expulsados y deportados hacia México, sino también quienes provienen de otros países y no deseen regresar. Si encontrarán algún plan para establecerse en suelo nacional, ¿podremos tener la seguridad de que éste no ofrecerá mayores alicientes que a los connacionales que ya dedicaron una parte de su vida a enviar remesas?
Por otra parte, la oposición interna ha querido aprovechar que Trump ha declarado organizaciones terroristas a los cárteles y de este lado se haya esgrimido la defensa de la soberanía para impedir una posible invasión. La respuesta de la Presidenta ha sido puntual: “El decreto establece que ellos [los estadunidenses] tienen dos semanas, por lo menos, para estudiar a quién llamarían organización terrorista”; pero si se busca establecer una coordinación binacional, puede resultar más apropiado exigir que se presenten resultados de operaciones contra los cárteles mexicanos en Estados Unidos, donde se queda buena parte de los dólares una vez blanqueados.
Sí, es apropiado llamar, como Kalimán, a tener serenidad y paciencia; pero estos días han terminado por mostrar al gobierno mexicano como reactivo, cuando tiene márgenes para ser proactivo en la relación con Estados Unidos y Canadá. Pareciera que se está esperando el proceso de consulta sobre el T-MEC para asumir un papel propositivo y protagónico, pero también existe la capacidad del equipo diplomático para marcar una agenda en política exterior y especialmente en la relación tripartita, más allá de lo comercial.
Edición: Fernando Sierra