Opinión
La Jornada Maya
04/02/2025 | Ciudad de México
Desde el pasado jueves se avizoraba que el fin de semana sería complicado ante la incertidumbre que generó el anuncio del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, de imponer aranceles a las mercancías provenientes de Canadá y México. Los mandatarios de los países afectados, Justin Trudeau y Claudia Sheinbaum Pardo, respectivamente, conversaron al respecto y anunciaron que responderían con medidas equivalentes.
Los números han terminado por imponerse. Tanto México como Canadá, como socios comerciales de Estados Unidos en el T-MEC, destinan el mayor volumen de sus exportaciones al mercado estadunidense, mientras que de éste reciben alrededor de la quinta parte de sus importaciones. Entrar a una guerra comercial podría ganarle popularidad a ambos gobiernos, pero habría implicado una crisis económica en el corto plazo. Por otro lado, el interés de Trump no es tanto la relación comercial como el tráfico de drogas y migrantes hacia su país. Es, pues, momento de negociaciones intensas.
Por lo pronto, tomando en cuenta que la relación tripartita es asimétrica y el más poderoso de los tres, por mucho, es Estados Unidos, lo conseguido por el gobierno mexicano en cuanto a la suspensión temporal de los aranceles a las exportaciones en tanto se siguen negociaciones, no es cosa menor. Ha costado, sí, el envío de 10 mil elementos de la Guardia Nacional a la frontera norte para impedir el tráfico de drogas, particularmente fentanilo.
El contraargumento, que ya ha mencionado Claudia Sheinbaum con mucha razón, es que mientras Estados Unidos no emprenda una política de atención a las adicciones, el problema del tráfico de estupefacientes seguirá existiendo. Lo único que se conseguirá con sellar la frontera será el encarecimiento de todas las mercancías, lícitas e ilícitas por igual.
Los puntos a tratar en las negociaciones serán aquellos que tanto Trump como Sheinbaum matizaron en los respectivos mensajes a sus gobernados: 1) que las fuerzas armadas mexicanas operen para evitar el cruce “ilegal” de personas hacia Estados Unidos; 2) las acciones que emprenderá Estados Unidos para prevenir el tráfico de armas de alto poder hacia México. Será de suma importancia quiénes participarán en la mesa. El mandatario estadunidense ya adelantó que acudirán los secretarios de Estado, Tesoro y Comercio, mientras que la mexicana no anunció ningún nombre.
Los matices, por supuesto, han sido por cuestiones estratégicas. Trump se muestra ante sus electores como triunfante ante un gobierno que “no hacía nada” por contener el tráfico de drogas y la migración hacia su territorio, mientras que Sheinbaum muestra que en la comunicación se mantuvo el respeto a la soberanía mexicana y que se obtuvo el compromiso de frenar que las armas lleguen a los cárteles del crimen organizado. Los aranceles, mientras, han quedado en lo que se sabía desde un principio: son un mero instrumento, eso sí, amenazante, para forzar a una negociación rápida.
Ahora, independientemente de la negociación que se tenga, es una realidad que Trump seguirá amenazando con imponer aranceles por cualquier cuestión. Por ahora, se ha creado un momento en el que se intentará alcanzar un punto de equilibrio que igualmente será provisional. La fuerza se encuentra del lado de Estados Unidos, pero si México y Canadá desean fortalecerse, necesariamente tendrán que ganar mayor presencia con sus exportaciones en mercados a los que apenas se han acercado. Políticamente, se están pagando las consecuencias de uncir el desarrollo de ambos países a la locomotora económica estadunidense, hace ya 30 años.
Edición: Ana Ordaz