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Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

El pasado martes 11 de febrero, durante un evento para equipar a las policías municipales de Yucatán, el titular de la Secretaría estatal de Seguridad Pública, comandante Luis Felipe Saidén Ojeda, hizo un llamado a la sociedad en general para reflexionar sobre el impacto de la ”desinformación” en redes sociales. Señaló cómo esta práctica ha contribuido a crear psicosis y una falsa percepción de inseguridad en el estado, a pesar de que, con cifras concretas en la mano, se puede demostrar que ”Yucatán es y seguirá siendo seguro”.

La declaración de Saidén no es menor. Yucatán se ha posicionado como uno de los estados más seguros del país, un logro que no es producto del azar, sino del esfuerzo continuo de las autoridades, de estrategias de prevención bien estructuradas y, en gran medida, de la participación de una sociedad comprometida con su propio bienestar. No obstante, en los últimos meses, hemos visto cómo las redes sociales pueden ser un arma de doble filo en la percepción de la seguridad.

La difusión de noticias falsas o exageradas tiene un efecto inmediato en la opinión pública. La inmediatez con la que se comparten videos, testimonios y publicaciones alarmistas sin verificar su autenticidad genera un ambiente de zozobra. Lo que podría haber sido un incidente aislado se convierte, en cuestión de horas, en una supuesta crisis de inseguridad, lo que a su vez provoca miedo e incertidumbre en la población.

La seguridad no solo se mide en estadísticas de delitos, sino también en la confianza que la ciudadanía tiene en sus instituciones. Cuando la percepción de inseguridad se desborda por desinformación, la estabilidad social se ve comprometida. Por ello, es crucial que medios de comunicación, autoridades y ciudadanos asuman la responsabilidad de manejar la información de manera seria y fundamentada.

En un mundo hiperconectado, la información es poder. Pero ese poder conlleva una responsabilidad. La prensa tiene el deber de verificar los hechos antes de publicarlos y de no caer en el sensacionalismo que solo contribuye al pánico. Las autoridades deben ser transparentes en su comunicación, ofreciendo datos concretos que permitan a la ciudadanía entender el contexto real de los hechos. Y la sociedad, por su parte, debe asumir un papel más crítico frente a la información que consume, evitando difundir rumores sin sustento.

El papel de los medios de comunicación es fundamental. La labor periodística debe orientarse hacia la veracidad y el equilibrio informativo. No se trata de ocultar problemas ni maquillar cifras, sino de reportar los hechos con rigor, para que la ciudadanía cuente con un panorama claro de la realidad y no con una imagen distorsionada por la desinformación. Un periodismo responsable contribuye a la construcción de una sociedad más informada y menos susceptible a la manipulación.

Las redes sociales han demostrado ser una herramienta poderosa para la difusión de información, pero también son un espacio donde la verdad se diluye entre rumores y datos infundados. Por ello, la ciudadanía debe desarrollar un sentido crítico para distinguir entre información legítima y engañosa. Verificar fuentes, contrastar datos y no compartir información no verificada son prácticas esenciales en un entorno mediático cada vez más caótico.

Yucatán ha sido reconocido a nivel nacional e internacional como un estado seguro. Sus índices de criminalidad son considerablemente más bajos en comparación con otras entidades del país. Sin embargo, la percepción de seguridad puede ser tan frágil como la realidad misma si se ve afectada por la desinformación. No podemos permitir que el miedo se imponga sobre los hechos, ni que el esfuerzo de años se diluya por la viralización de noticias falsas.

Es imperativo que la sociedad yucateca mantenga un compromiso con la verdad. La seguridad no es solo tarea de las autoridades, sino un trabajo conjunto que requiere la participación de todos. La desinformación es un enemigo silencioso, capaz de socavar la confianza en las instituciones y alterar la tranquilidad de la población. Enfrentarla con responsabilidad y criterio es la única manera de garantizar que Yucatán continúe siendo un ejemplo de estabilidad y seguridad en México.

El llamado del comandante Saidén debe ser atendido con seriedad. No se trata de ignorar los problemas reales ni de minimizar las preocupaciones legítimas de la ciudadanía, sino de garantizar que el debate sobre la seguridad en el estado se dé en términos de realidad y no de percepciones distorsionadas. En este sentido, la prensa, las autoridades y la sociedad tienen un papel crucial que desempeñar. La seguridad de Yucatán es un patrimonio colectivo que debemos proteger con responsabilidad, información verificada y un compromiso inquebrantable con la verdad.


Edición: Mirna Abreu


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