Opinión
La Jornada Maya
04/03/2025 | Mérida, Yucatán
Era previsible que la cuerda no iba a estirarse por mucho tiempo más. Hoy, mexicanos y canadienses compartimos la aplicación unilateral del 25 por ciento de tarifa arancelaria a nuestras exportaciones del sector automotriz; esto, porque de acuerdo con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, “no hay margen” para ambos países, así se trate de sus principales socios comerciales. El 2 de abril, además, iniciará la aplicación de otros aranceles para los productos agrícolas.
El motivo que alega el mandatario estadunidense es un supuesto insuficiente accionar por parte de sus vecinos para impedir la migración “ilegal” a su territorio, al igual que el paso de drogas, particularmente el fentanilo. La maniobra es un esquema “trampa 22”, porque resulta imposible ofrecer datos duros sobre el ingreso de personas y estupefacientes a través de las fronteras y porque el propio Trump alimenta la percepción de que el origen de los narcóticos está en otra parte y no obedece a la alta demanda en Estados Unidos. La guerra se libra en el terreno de la percepción y ésta no es tan fácil de cambiar.
Lo que en realidad persigue Trump es un objetivo económico: la reinstalación de empresas originalmente estadunidenses pero ahora trasnacionales, en su territorio. Esto implica romper en varios puntos la integración que los tres países han construido desde 1994, con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN/NAFTA), hoy Tratado México -Estados Unidos y Canadá (TMEC).
La noticia no tuvo muy buena recepción en Wall Street, donde dos de sus principales índices cerraron a la baja y la razón es sencilla: los aranceles que impuso Trump en su anterior mandato tuvieron como efecto el aumento de la inflación y la reducción de la confianza de los consumidores, que se reflejó en la disminución de compras de bienes durables, como lavadoras, sobre los cuales pesaron las referidas tarifas. El asunto es más simple: la suma que cualquier producto deba pagar por ingresar al mercado estadunidense terminará absorbiéndola el consumidor final.
En cuanto a los afectados, Canadá ha reaccionado en forma lastimera. Su canciller, Mélanie
Joly, calificó los aranceles como “una amenaza existencial”, y reconocer que su aplicación pondrá en juego miles de empleos. El país de la hoja de maple vende principalmente acero y gas a los Estados Unidos, y actualmente transita hacia un nuevo gobierno, tras la renuncia de Justin Trudeau al cargo de primer ministro.
Por su parte, en México, la presidenta Claudia Sheinbaum ha insistido en mantener la calma y no dejarse llevar por lo expresado por Trump sino hasta analizar el documento firme, que es finalmente el que será válido legalmente, y ha recalcado que existe un plan para hacer frente a los aranceles; aparte, también hay un equipo del gobierno en diálogo continuo con sus contrapartes estadunidenses.
A estas alturas, ya se espera al menos una respuesta por parte del gobierno mexicano a la imposición de aranceles. Las elucubraciones son variadas pero se anticipa que no es posible responder de la misma manera, pero sí estableciendo un arancel recíproco que tal vez no impacte en las cadenas de suministros sino en las bases electorales de Trump. La economía se maneja a través de la política, y esta guerra comercial apenas ha comenzado.
Edición: Estefanía Cardeña