Ahora que el COVID-19 despejó la bruma que cubría la realidad puede observarse claramente quien carga sobre sus hombros al mundo, pues son los trabajadores de los diferentes ramos de la industria y sectores productivos el soporte de la humanidad. Es su trabajo el que produce la riqueza y genera los valores, son ellos y ellas, la fuerza esencial para el desarrollo, pero también, son los explotados y vilipendiados a la hora del reparto de la riqueza que produjeron. La crisis económica que vivimos y la expansión masiva que tendrá en los próximos meses, hará ver con mayor claridad el papel central de los trabajadores, ya que sin su labor no tendríamos siquiera pan y leche sobre la mesa, ni tendríamos ropa o la posibilidad de trasladarnos cualquier sitio. La fuerza motora de los pueblos está en las manos trabajadoras y de las que emana la esperanza en el porvenir humano.
Es su esfuerzo el que proporciona los elementos vitales para la sobrevivencia y para el funcionamiento de las sociedades, la crisis capitalista arrastrada desde décadas al presente, ha llegado a un punto extremo al verse obligados muchos sectores productivos a parar labores, porque la naturaleza sistémica se basa en la producción y no en el consumo como algunas posturas exaltan y otras buscan encubrir. Esa es la razón del porqué un sinfín de empresarios no quisieron acatar las medidas sanitarias y cerrar los centros laborales, al igual es la razón que explica que muchos gobernantes no llegaron a decretar el cierre de sectores productivos no esenciales, condenando a millones de trabajadores y trabajadores a la exposición del contagio y el riesgo de sus vidas. Ahora que vivimos la reapertura de la Ola 1 quedan vulnerables millones de seres humanos frente a la pandemia.
También ha quedado al descubierto el hecho de que la producción para el consumo banal no beneficia al desarrollo humano, sectores económicos enfocados a fabricar objetos insustanciales para la vida sirven como reforzadores de la enajenación y el fetichismo, pero son absolutamente inútiles a la hora del cuidado de la salud y del bienestar común. La sobreproducción característica de la irracionalidad que pondera la ganancia se resquebraja al momento en que requerimos objetos y materias que sean útiles para la salud, siendo además, que las empresas dedicadas a generar artefactos médicos, se llenan los bolsillos de ganancias por el requerimiento coyuntural masivo, sin que esa riqueza se socialice, pues el lucro es privado y no socialmente utilizado. El carácter deshumanizado del sistema se refleja al igual que su irracionalidad desplanificada agravada por el desmantelamiento de los servicios públicos como el de salud y los derechos laborales en beneficio de intereses privados. La crisis surge del sistema, por sus contradicciones inherentes y su imposibilidad de servir a la mayoría de la sociedad.
En plena pandemia muchos sectores empresariales pusieron a la clase trabajadora entre la espada y la pared obligándolos a elegir entre mantener su empleo o cuidar su salud, procurando una falsa confrontación entre estos dos derechos inalienables del ser humano, esa violación de los derechos elementales muestra la burla que hacen sobre sus obligaciones y refleja las condiciones apremiantes de vida de millones de seres humanos en el mundo. En este contexto y a pesar de todas las circunstancias adversas, la clase trabajadora refuerza su papel fundamental para la sobrevivencia humana.
Edición: Elsa Torres
En videos difundidos se aprecia un incendio desde el interior de uno de los pabellones
Efe
Exigen el esclarecimiento de la desaparición de los 43 estudiantes en 2014 y justicia para Yanqui Gómez Peralta
La Jornada