Opinión
La Jornada Maya
26/03/2025 | Mérida, Yucatán
Luego de las demoras en la revisión del asunto y que la comisión instructora hubiera emitido un dictamen para desechar “por notoriamente improcedente” la solicitud de desafuero de Cuauhtémoc Blanco, diputado federal y ex gobernador de Morelos, acusado de intento de violación por parte de su media hermana, parecía que la votación en el pleno de la Cámara Baja iría tranquilamente en el sentido de proteger al legislador. Sin embargo, la sesión resultó escandalosa, por decir lo menos.
Debe reconocerse que el fuero, como lo entiende y aplica la clase política mexicana, es una medida exagerada, pues convierte en inmunidad procesal lo que debiera ser únicamente inmunidad parlamentaria; es decir, los funcionarios que cuentan con esta protección quedan prácticamente impunes de cualquier delito del que pudieran ser señalados, cuando solamente debiera ser inviolable la manifestación de sus opiniones.
Pero lo cierto es que la rebelión de algunas diputadas para desaforar al también ex futbolista y actor de telenovelas ha puesto en entredicho la conformación de la Cámara y el principio de representación popular del Legislativo.
Por principio, el sustento para desechar la solicitud de desafuero se encuentra en dos falacias. La primera, que la carpeta de investigación abierta por la Fiscalía de Morelos se encuentra mal integrada; de ser así, Blanco bien pudo presentarse, sin ninguna protección legal, y cualquier juez del orden común habría desechado los cargos, pudiendo regresar a su curul completamente libre de cargos. La segunda, poniendo en duda la calidad moral de la autoridades morelenses, la ha pronunciado la presidenta Claudia Sheinbaum en su conferencia matutina de este martes, al cuestionar “¿Quién pone esta denuncia? ¿De dónde viene la denuncia? De la Fiscalía de Morelos. ¿Y este fiscal qué características tenía? Era un encubridor de feminicidios”, o bien “la carpeta de investigación venía de un fiscal muy corrupto que fue desaforado”.
La imagen de Cuauhtémoc Blanco en la tribuna, arropado por varias diputadas de Movimiento Regeneración Nacional (Morena), el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Verde Ecologista (PVEM), coreando “¡No estás solo!”, consigna que alguna vez lanzaron en torno a Andrés Manuel López Obrador, en 2006, ha resultado un revulsivo en cuanto al apoyo que algunos colectivos feministas habían brindado al partido guinda. El acto ha sido interpretado como una traición a la justicia y los derechos de las mujeres y ha puesto en duda la calidad de las legisladoras.
En redes sociales, los memes con la consigna “No llegamos todas, llegaron las que se alinean y callan”, terminan por dejar sembrada la idea de que la clase política seguirá los mismos gastados patrones de conducta por más acciones afirmativas que se lleven a cabo para alcanzar y mantener la paridad entre hombres y mujeres en sus instituciones. Si agregamos que existen más imágenes pero con la frase “Sí llegaron, pero no las indicadas para representar a las mujeres del país”, se siembra la semilla de un pensamiento peligroso: es tal la desvinculación entre la clase política y los gobernados que pesa más la “línea” del coordinador de la bancada que la plataforma del partido y el voto de la ciudadanía. Contra esto, nada pueden la “sororidad y congruencia”.
Porque también, la falta de transparencia en cuanto al dictamen dejó espacio para la especulación y que ahora se diga que existe un acuerdo de intercambio de impunidades, para que tanto Cuauhtémoc Blanco como el priista Alejandro Moreno Cárdenas no enfrenten a la justicia. En ambos casos, se trata de personajes hombres con mucho poder simbólico; Blanco, como ídolo deportivo convertido en líder político, Moreno por su trayectoria partidista. En la Cámara, ambos han encontrado impunidad; al menos por ahora. Lo cual no deja de ser un bofetón a los manidos principios de paridad y representatividad.
Edición: Fernando Sierra