El tiempo que te quede libre

En la pasada Feria Internacional de la Lectura Yucatán, 2025, se llevó a cabo el XVI Congreso Internacional de UC-Mexicanistas con el título: “Una pesetita al aire”, que organizó la Dra. Sara Poot Herrera. El tema fue el tiempo y en el hoy les comparto extractos de mi texto: “El tiempo que te quede libre…”

“El tiempo que te quede libre, si te es posible, dedícalo a mí”, de José Ángel Ferrusquilla, sería la canción que los jóvenes les cantarían a sus padres, si se la hubiéramos enseñado, en estos tiempos en que vivimos la prisa como señal de éxito y carreras a ninguna parte.

Una o dos pesetitas al aire nos han tomado romper el puente cultural que unía a las generaciones. Las nuevas desconocen poemas, canciones, personajes interesantes, ellos solo saben de marcas y de famosos, ¿en qué? en lo que sea, sobre todo, en sus escándalos.

 En la mayoría de las casas había una guitarra y ya fuera que permitiéramos salir al compositor que solíamos tener los yucatecos o simplemente por el gusto de disfrutar las canciones, la poesía, la charla amena, las boladas; la guitarra circulaba y permitía compartir las primicias, perlas que se quedaron escondidas en los cajones por falta de… ¿conciencia de su valor? ¿de iniciativa? 

En los últimos tiempos la cercanía con los jóvenes me permite ver la avidez que tienen de comunicarse, pero no saben cómo. En una investigación que realizo, les pido escriban, de manera anónima, una pregunta que no se atreven a hacer. Las sorpresas han sido grandes, como la del que me preguntó si venía del futuro, o como cuando les pedí a los jóvenes lo que les gustaría dijera a sus padres en la charla que tendría con ellos y la respuesta de ¡hazme caso! se multiplicó.   

Para muestra están estas preguntas de chicos de sexto año de una comunidad del interior del estado:

 “¿Qué es lindo de la vida?”

“¿Siempre has estado muy feliz diariamente?”

“¿Por qué somos malos?”

“¿Cuál es mi objetivo en la vida? Si hoy en día me encuentro aquí ¿por qué no hago más para mejorar?”

La sorpresa ha sido enorme. ¿Los jóvenes hablando así? ¿Quién lo diría, si la mayoría del tiempo se comunican con únicamente mono sílabas? “Si, no, bien. ¡Ajá!”

Y es que la pobreza del lenguaje se manifiesta en todos los sectores sociales, y generalmente alrededor de un "güey". Antes los locutores de radio solían tener abundante vocabulario que alimentaba el habla cotidiana. Recuerdo a la nana de los hijos de una amiga que le manifestaba el deseo de regresar a su pueblo. Ésta, en su desesperación, le ofreció aumentar generosamente el sueldo que la poetisa anónima rechazó con un: “No puedo quedarme, ninia, no ves que el viento trae el rumor del llanto de mi hijo y mi corazón se acongoja.”

Entre la lírica de 30 palabras de los reguetones, los locutores que creen que gritar es lo que enciende respuestas, las caritas del WhatsApp que confunden, en lugar de charlas sabrosas, la flojera de leer que nos obliga a pensar, pero sobre todo, la ausencia de mayor tiempo con los hijos, encuentros familiares donde escuchábamos a los abuelos relatar la historia de la familia, el fin de las reuniones con diferentes generaciones del clan, por comodidad, sin medir consecuencias, ya que eran espacios donde se descubrían los talentos: bailar, contar chistes, cocinar sabroso, declamar; reuniones  donde uno se nutría de fortaleza, identidad y sentido de pertenencia. Solo si nos conocemos nos podremos relacionar.

Y he aquí que un día llega a la escuela, una persona adulta y les habla con respeto y cercanía, temas que les interesan: ¿Quién soy?  sexo, drogas, vida, muerte, los misterios del amor… y los invita a ¿preguntarse? eso que no pueden hacérselo con nadie, como la que escribió en una comunidad rural, ¿por qué soy niña y no niño?  ¿con quién podría hacerlo sin escandalizar? 

Intentemos los adultos armar ese puente con temas que les interesen, construyamos la confianza para que lleguen las preguntas. Les pedí que no pusieran su nombre. Ahora me pregunto si fue lo mejor. No puedo responderles. Aunque creo que el haberlas escrito, es el inicio. Hubo varios que doblaron el papel y me lo entregaron en blanco. Quizás, la pregunta está ya en la punta de la pluma a la espera de alguien que le de su tiempo e interés.

Edición: Fernando Sierra