Martha Pimienta
En México todas las colecciones biológicas constituidas por restos óseos y dentales humanos que proceden de excavaciones o rescates arqueológicos y con una temporalidad de más de 100 años son parte sustancial del patrimonio histórico y cultural de nuestra nación bajo resguardo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). De ahí, la necesidad de un manejo correcto en la recolección, custodia, preservación y estudio de estos materiales patrimoniales que garantice el trato respetuoso y digno que se merecen.
En publicaciones anteriores de la sección Cauces del Tiempo, se mostraron dos estudios realizados tanto en los huesos como en los dientes de los niños del chultún de Chichén Itzá; en el primero se pudo conocer la antigüedad del depósito, así como la edad que tenían estos niños en el momento de la muerte, el sexo y la existencia de relaciones de parentesco entre ellos; en el segundo, y a partir del análisis de las formas de los dientes, se reveló que los niños pertenecían a grupos poblacionales que arribaron a Chichen Itzá procedentes de tierras lejanas, tal vez con propósitos comerciales. Toda esta información pudo ser revelada gracias a la colección osteológica de los niños del chultún de Chichén Itzá, la cual se encuentra resguardada en condiciones óptimas por la Sección de Antropología Física del Centro INAH Yucatán.
Desde los siglos XVIII y XIX médicos y anatomistas se interesaron en conocer las características de los huesos humanos y poco a poco se convirtió en tema de investigación, por lo que se empezaron a formar colecciones de cráneos y esqueletos completos de distintos grupos humanos pertenecientes a poblaciones de los territorios recién conquistados en los distintos continentes, por ejemplo: tasmanos, papúes, melanesios, africanos, etc. Estas colecciones inicialmente fueron dedicadas a la enseñanza de la anatomía y al mismo tiempo fueron exhibidas en museos como piezas raras (anormales) o curiosidades. Uno de los temas de interés de aquellos investigadores era establecer una relación entre la forma de los cráneos y la capacidad intelectual y moral de las personas. Cabe aclarar que los avances científicos han comprobado que ni existen razas en la especie humana ni mucho menos, indicadores de superioridad o inferioridad a partir de la forma de los cráneos.
En la actualidad se pueden considerar varios tipos de colecciones óseas o esqueléticas que varían en cuanto a los datos básicos de los individuos que las constituyen. Algunas de estas colecciones provienen de exhumaciones realizadas en cementerios municipales, ya sea por remodelaciones en los espacios o por el retiro de restos pertenecientes a personas con deudas pendientes con el cementerio. Estas series son muy valiosas y se le conoce también como colecciones de referencia o documentadas pues cuentan con información biodemográfica como la edad al morir, el sexo, la estatura que el sujeto tuvo en vida, el lugar de nacimiento y en algunos casos el certificado de defunción y hasta la causa de muerte. Se les denomina colecciones de referencia porque, a partir del estudio de sus características métricas (tamaño) y morfológicas (forma), es posible desarrollar métodos que permiten estimar el sexo, la edad y la estatura de restos óseos no identificados, tanto en contextos forenses como arqueológicos. Asimismo, estas colecciones han contribuido de manera significativa en distintos campos del conocimiento, como el estudio histórico de las enfermedades, y en la comprensión de los cambios métricos y morfológicos entre distintos grupos humanos, entre otras aportaciones relevantes. Por otro lado, existen colecciones conformadas por cadáveres utilizados en las aulas de disección de las Escuelas de Medicina. Estos provienen, en su mayoría, de hospitales, e incluyen cuerpos no reclamados, personas no identificadas o individuos que han donado su cuerpo con fines científicos y educativos.
Cabe destacar que la gran mayoría de las colecciones óseas son derivadas de las excavaciones de sitios arqueológicos o coloniales y éstas, a pesar de no contar con datos biodemográficos básicos, son acervos invaluables, insustituibles y no renovables, pues son el medio por el cual es posible reconstruir y conocer las formas de vida de las sociedades pasadas. Los restos óseos preservados nos permiten comprender aspectos fundamentales de las sociedades del pasado, como sus prácticas funerarias, hábitos alimenticios, patrones de mortalidad diferenciados por sexo, así como las enfermedades y padecimientos que las afectaban. Además, el conocimiento derivado de estos estudios fortalece el vínculo identitario con nuestros ancestros y contribuye a valorar la historia compartida.
Otra de las importantes contribuciones de estas colecciones es en el ámbito académico, donde investigadores y estudiantes de diversos niveles —licenciatura, maestría, doctorado y posdoctorado— llevan a cabo investigaciones que dan lugar a tesis y artículos científicos. Estos trabajos permiten ampliar el conocimiento y la comprensión de las sociedades del pasado, así como de sus transformaciones a lo largo del tiempo.
En la Sección de Antropología Física del Centro INAH Yucatán se resguardan, preservan y estudian múltiples colecciones osteológicas procedentes de distintos sitios del estado, convirtiéndose en una fuente invaluable para la investigación, la docencia y la preservación del patrimonio.
Martha Pimienta Merlín es antropóloga física del Centro INAH-Yucatán
Coordinadora editorial de la columna:
María del Carmen Castillo Cisneros; profesora investigadora en Antropología Social
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