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Semana Santa y los Monumentos en Mérida

Noticias de otros tiempos
Foto: Diario Yucateco, 9 de abril de 1909

La secularización de la vida cotidiana ha llevado a la pérdida de ciertas prácticas que, a la par que fomentaban la religiosidad de las sociedades, también contribuían a la construcción de la comunidad. Las celebraciones de la Semana Santa se encuentran entre éstas. Novelas como Al filo del agua, de Agustín Yáñez, dan cuenta de cómo todo un pueblo, tanto hombres como mujeres, jóvenes y viejos, participa de los retiros y ejercicios espirituales organizados por el sacerdote para esas fechas.

Yucatán no era la excepción a principios del siglo pasado. La Iglesia Católica se encontraba sumamente arraigada y, a pesar de las diferencias políticas y las rivalidades entre familias, la cultura estaba permeada por la religión, llegándose a decir que, en Mérida, la principal diferencia entre liberales y conservadores era el templo y la hora a la que asistían a misa. Esto porque, salvo un grupo anticlerical muy identificado, el parentesco y los negocios también llegaban al terreno eclesiástico.

Para Semana Santa, al igual que ocurría en el resto del país, más que salir de la ciudad y pasar una breve temporada en la costa o en alguna hacienda, primaban las actividades de culto, y una muy extendida en Mérida era la visita a los monumentos, lo que implicaba un recorrido por varios templos, iniciando por la Catedral y siguiendo por las capillas del Centro, y siguiendo por las de los barrios. De primera impresión, para un contemporáneo, esto era un periplo por varias iglesias durante el cual podía encontrarse con familiares, amistades, y procurar alguna situación para el encuentro con la persona pretendida y/o amada, a la cual se podría acompañar durante los traslados a las siete parroquias que impone la costumbre, en memoria de los lugares por los que pasó Jesús de Nazaret en su última noche, pero se estaría escapando el motivo de la caminata.

En su edición del 10 de abril de 1909, el Diario Yucateco daba cuenta de lo que habían preparado las iglesias para la Semana Santa. Así, el Diario indicaba que “La noche del jueves era inmenso el gentío que se veía por las calles y que se dirigía a hacer la acostumbrada visita a los templos, cuyos altares resplandecientes de luz lucían artísticos monumentos”, y en seguida anunciaba la descripción, a grandes rasgos, de los principales.

Los “monumentos” como tales, no son los templos, sino altares efímeros en los que se reserva la hostia consagrada entre el Jueves y el Viernes Santo. El motivo es que este último día no se hace la consagración del vino y el pan. Tal vez sin saberlo, el Diario dejó un testimonio magnífico del interior de los templos, pues no sólo fueron las palabras para describir los monumentos, sino que incluyó cuatro fotografías; una de ellas del interior de la Catedral, que sería destruído pocos años después, y otra de la iglesia de Jesús María, que hoy es un estacionamiento.

Los monumentos resultaban, entonces, dignos de apreciarse. Llama la atención que el periódico utilizara la palabra “Basílica” para referirse a la Catedral de San Ildefonso, puesto que, será sede arzobispal, pero hasta donde tenemos noticia, no ha recibido este título de ningún Papa; pero en fin, al fondo de su costado norte, “se levantaba el elegante altar, formado por una escalinata en cuya parte superior descansaba el Tabernáculo, bajo rojo y lujoso dosel, a derecha e izquierda del cual se veía dos ángeles en actitud de orar. Todo el altar estaba adornado con multitud de flores y focos incandescentes de varios colores”.

Era notorio que el reportero prefirió la instalación al interior de un templo que hasta la fecha es de los más disputados entre la sociedad meridana para celebrar bodas: “Sin temor a equivocarnos, podemos asegurar que el templo de la Tercera Orden, a cargo de los padres Jesuitas, cuyo superior en Mérida es el P. Retolaza, fue el que lució mejor monumento. ¡Qué profusión de luces! ¡Qué suave y delicado aroma llenaba los ámbitos de la casa de Dios! De una hermosa corona formada por bombillas eléctricas de colores, desprendíase rico dosel rojo que servía de fondo al monumento. Una serie de gradas atestadas de candelabros y blandones ofrecía un aspecto de suntuosidad que evocaba ante la imaginación el grande e imponente cuadro que representaba. Junto al Tabernáculo, dos ángeles velaban en actitud piadosa. Desde la tarde hasta que se cerró el templo, estuvo lleno de fieles que quedaban admirados ante el buen gusto que había regido el trabajo. Contribuyó poderosamente para el mayor éxito, el diluvio de luces que partían de los arcos que ostentaban más de mil focos. En el mismo templo, ayer por la mañana se hicieron los oficios propios del día y en la noche, a las ocho, el P. don Pastor Molina dijo el sermón de pésame a la Virgen. Después dijo el Rosario acompañado de una buena orquesta. Las cinco Congregaciones de este templo hicieron la vela todo el día del Viernes Santo”. Tanto el espacio dedicado a esta iglesia como el tono efusivo pudieron deberse a que el último sacerdote mencionado era hermano del ex gobernador y entonces ministro de Fomento de Porfirio Díaz, Olegario Molina Solís.

Años después aparecieron otras fotos del interior de la Catedral, destrozado durante el gobierno de Salvador Alvarado, pero eso será tema de otra columna, que esta ocasión quiere desearles una feliz Pascua.


Edición: Ana Ordaz


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