Opinión
Jaime García García
21/04/2025 | Mérida, Yucatán
La apropiación y masificación en el uso de la inteligencia artificial en particular y de la red en general suscita nuevos debates desde el punto de vista antropológico y plantea una vieja pregunta con adecuaciones temporales: ¿quién determina a quién, el hombre a la máquina (tecnología) o la máquina al hombre?
En su reciente publicación Nueva ilustración radical, Marina Garcés, filósofa y ensayista, esgrime algunos conceptos e hipótesis en el marco de lo que considera una reacción antiilustrada que gana presencia en múltiples espacios sociales. Dos líneas por ella planteadas: la diferencia entre acceso a información y la capacidad de poner atención a lo que hoy tenemos a nuestro alcance.
En lo que denomina “economía de la atención” (concepto del economista Michael Goldhaber) da nombre a una práctica que está frente a nosotros pero nos significa poco porque nos relacionamos con demasiada información y es imposible prestarle atención a toda.
Dicha imposibilidad de abarcarlo todo y la persistencia por el futuro que hace al consciente tendiente al equilibrio (homeostasis) abre otras preguntas: ¿es la actual una etapa de desilustración algorítmica que nos estaciona en la racionalidad procedimental como mecanismo para la toma de reacciones antes que decisiones?, ¿desarrollar capacidad de atención será en los tiempos por venir una especie de hedonismo?
Y es que todo aquello que tiene un significante en nuestra mente a partir de lo que captan nuestros sentidos es “buscable”: cuánto pesa un avión, cuáles son los ingredientes del mole, dónde viven las mariposas, cómo se llama el sonido que emiten los grillos, cuáles son los mejores goles de Cristiano Ronaldo en el Real Madrid, y… al infinito.
En lo que respecta al uso de las plataformas de IA, paulatinamente pasamos de prestar o intentar prestar atención a la información a dar una instrucciones respecto a qué hacer con dicha información: escribe un poema, planifica un viaje, resume un libro, crea una canción, revisa la redacción y ortografía de un discurso, cambia el fondo de esta imagen.
El presente, que modifica la esencia de la esencia del núcleo racional que nos llevará a ser, se redacta en forma de instrucciones. Nada menor pues nos pone en las puertas de una nueva racionalidad que desplaza a la neoclásica, donde estamos de regreso en el proceso, no en la ganancia. La diferencia es que ya no estamos solos, nos acompaña la IA.
Si en la interacción con la IA le concedemos una agencia y una intencionalidad (muchos usuarios suelen escribir “gracias” después de obtener respuestas), es posible explorar una nueva conciencia volitiva, la de cuarta persona, que nos lleva a ejercer una nueva racionalidad: la conclusionista.
Incluso mientras este artículo es redactado, Gemini ofrece ayuda para escribir, lo que permite ir de vuelta al texto de Garcés quien coloca otro punto de discusión sobre la mesa y con tintes de trascendencia a nivel antropológico: delegamos la inteligencia a las máquinas, “... lo preocupante es que es aproblemática y, por tanto, irreflexiva. Puede aprender y corregirse a sí misma acumulando datos. Autoeducación significa ahora autocorrección”.
Quiere decir que nos perfilamos a tomar decisiones-reacciones bajo una ideología solucionista con la confección de una utopía en la cual existen “humanos estúpidos en un mundo inteligente”. Valdría la pena comenzar a preguntarse: ¿para qué queremos tanto conocimiento y cómo lo usaremos si tenemos una nueva ideología y una nueva racionalidad?
Edición: Estefanía Cardeña