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El legado tóxico y ambiental del genocidio en Gaza

Producto de las políticas capitalistas e imperialistas
Foto: Ap

La crisis climática-ecológica es una amenaza actual y permanente para toda forma de vida en el planeta. A pesar de que las y los científicos alertaron sobre la crisis climática desde principios de los años 70; de los seis reportes del IPCC, y de las 29 Conferencias de las Partes, las emisiones globales de gases con efecto invernadero siguen en aumento. Basta decir que se ha contaminado más desde el año 1992, cuando la mayoría de los países del mundo acordaron ‘prevenir la interferencia antropogénica con los sistemas climáticos del planeta’, que en toda la historia humana previa. 


El genocidio en Gaza es un flagrante ejemplo de por qué no hemos frenado la crisis climática. Tanto la crisis ambiental como el genocidio, son producto de las políticas capitalistas e imperialistas impulsadas por personas, corporaciones, instituciones y naciones como EUA. La maquinaria militar estadounidense es el mayor consumidor institucional de hidrocarburos del mundo y contamina más que 140 países, incluidos Portugal y Dinamarca. 


¿Quiénes lucran con el genocidio y son causantes de la crisis climática? Empresas como Shell, BP, Exxon, que venden hidrocarburos para los aviones y tanques de guerra; corporaciones armamentistas como Elbit, Lockheed Martin y Boeing, empresa que también hace aviones comerciales; y los bancos corporativos, son las que financian y lucran con el genocidio. 


El genocidio en Gaza es un crimen de lesa humanidad que ha generado una catástrofe medioambiental. En los primeros 60 días de la brutal embestida contra un pueblo indefenso, las emisiones superaron la contaminación anual de 20 países. Solo cuatro meses después del inicio del intento de exterminio de la población gazatí, Israel había lanzado más de 25 mil toneladas de explosivos sobre Gaza, el equivalente a dos bombas atómicas. Hasta noviembre de 2024, esa cifra había aumentado a más de 85 mil toneladas de bombas arrojadas sobre Gaza. Algunas de esas bombas no detonaron, lo que significa que entre los 50 millones de toneladas de escombros en Gaza, quedan bombas por detonar, junto con los miles de cuerpos en descomposición. La ONU calcula que 100 camiones, trabajando a tiempo completo, tardarían más de 15 años en retirar los escombros de Gaza. Al menos el 70 por ciento de los edificios están destruidos, incluidas más de 245 mil viviendas. Tan solo reconstruir 100 mil edificios con técnicas convencionales contaminaría más que 135 países en un año, o tanto como Nueva Zelanda en un año. 


Además de las emisiones directas producidas por la maquinaria de guerra, las cuales nos amenazan a todos los seres humanos vivos, el genocidio en Gaza dejará un legado tóxico por décadas. 


Los olivares y las granjas han quedado reducidos a tierra compactada; el suelo y las aguas subterráneas han sido contaminados por municiones, toxinas, metales pesados; el aire está contaminado por el humo, por partículas suspendidas, y por asbesto (amianto), el cual también entra al suelo y al agua. Se calcula que hay 800 mil toneladas métricas de asbesto en Gaza. El asbesto es un carcinógeno que produce mesotelioma, un cáncer que se forma en el tejido que recubre los pulmones, el abdomen, el corazón, los testículos. 


Una sola exposición aguda al asbesto es potencialmente mortal; cada niño, periodista, personal médico, cubierto en polvo blanco por cada edificio bombardeado por Israel, probablemente desarrolle cáncer en un futuro.


Por si eso fuera poco, la lista de toxinas y metales en el suelo, aire, y agua de Gaza es enorme. La Franja de Gaza tenía una de las mayores densidades de paneles solares en tejados del mundo, e Israel destruyó gran parte de esa infraestructura. Los paneles rotos liberan plomo y metales pesados, contaminando el suelo y el agua. Los metales y el cemento pulverizado, liberados con cada bomba y edificio destruido, dejan mercurio, titanio, plomo, hierro pulverizado, los cuales causan leucemia, cáncer de seno, de pulmón, de cerebro, renal, entre otros. 


Según la toxicóloga ambiental, Mozhgan Savabieasfahani, Gaza ya no es un lugar seguro para la reproducción. Contaminar tanto un ambiente donde ya no es posible dar a luz a bebés saludables, es un crimen de lesa humanidad. Y es otro mecanismo siniestro que aplica el estado genocida de Israel, para lograr la limpieza étnica en la región.


¡No hay justicia climática sin justicia socia!


[email protected]


FB: Ornela De Gasperin Quintero

@orneladg.bsky.social


Edición: Ana Ordaz


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