Opinión
Jesús Manuel Macías M.*
25/05/2025 | Ciudad de México
Los desastres se han entendido convencionalmente como un evento casi repentino de destrucción y muerte colectiva de seres humanos. Antes se atribuían a Dios, pero ahora se achacan cómodamente al “cambio climático”.
La comparación no es gratuita; los desastres no son un “evento destructor concentrado en tiempo y espacio”, como refieren ciertas definiciones tradicionales: son procesos sociales que tienen un desenlace en la ruptura del desarrollo de las sociedades, que incluyen condiciones propicias para sufrir destrucción por la intervención de una amenaza (natural o creada por el ser humano), como un huracán o un terremoto.
Las “condiciones propicias” se refieren al estado vulnerable de los grupos sociales, que no sólo tienen que ver con la amenaza en sí, sino con la omisión o aplicación de conocimiento sobre ella para evadir sus consecuencias. Es importante advertir que las consecuencias desastrosas no delimitan al “desastre”, sino que los grupos sociales que la sufren deben recuperarse de ello, y eso puede durar varios años.
Entonces, el desastre no es sólo la destrucción, sino que engloba desde los antecedentes que relacionan a las sociedades con las amenazas, los momentos de impacto destructivo y se prolongan hasta la recuperación de esas sociedades afectadas.
México es un país que está sujeto a la ocurrencia puntual y estacional de la amenaza de ciclones tropicales, entre los que se incluyen los huracanes. El actual conocimiento científico de esos fenómenos es muy importante; se sabe cómo se originan y se pronostica su trayectoria, así como la potencial fuerza de vientos y las capacidades de generación de lluvias que pueden formar inundaciones destructivas. Han sido las amenazas periódicas más dañinas y ocurren cada año, aunque toman trayectorias diferentes.
En México tenemos tres problemas bien identificados que no ayudan a evitar desastres en los que intervienen los ciclones tropicales: el primero es que hay insuficiente desarrollo científico y tecnológico para entender fenómenos de la atmósfera y, asociado a lo anterior, como segundo problema, es que existe en el país dependencia letal para elaborar pronósticos (y alertamiento) de ciclones tropicales de organismos técnico-científicos de Estados Unidos, en particular del Centro Nacional de Huracanes (CNH) de la Agencia Nacional de Administración de los Océanos y la Atmósfera (NOAA, por sus siglas en inglés).
Esa dependencia letal se explica, entre otras cosas, por la adscripción subordinada del gobierno mexicano a la Organización Meteorológica Mundial (OMM), a la que devotamente se pliega el Servicio Meteorológico Nacional de la Comisión Nacional del Agua. El tercer problema se refiere a la ineficiencia de los organismos públicos destinados a prevenir y atender desastres, que comentaremos en otro artículo.
Los más recientes y desastrosos huracanes en el Pacífico, Otis (2023) y John (2024), mostraron las consecuencias de esa dependencia funesta. Malos pronósticos y diferenciada atención al proceso de desarrollo del ciclón tropical por modelos insuficientemente actualizados por información de aviones cazahuracanes.
Las normas de operación dispuestas en dicho organismo internacional ubican a nuestro país en una región donde se determina que el CNH de Estados Unidos es el organismo encargado de emitir pronósticos y avisos-alertas para ser atendidos por los países miembros. Esos arreglos refuerzan una línea de dependencia que establece claramente que si hubiera alguna diferencia entre normas de actuación frente a ciclones tropicales con Estados Unidos, este último decidiría los términos de las observaciones (de aeronaves cazahuracanes, radares y otras mediciones de altura), que estarán subordinadas a los planes de la Defensa estadunidense.
Cualquier análisis de agendas e itinerarios de los recursos aplicados a los ciclones tropicales que han amenazado a Estados Unidos y a otros países evidencia tratamientos e intereses desiguales, lo que obviamente los hace poco confiables para la seguridad de la población mexicana.
Por si lo anterior no fuera poco, hay que advertir que en la actual administración de Donald Trump, se han generado despidos importantes de personal dedicado a la elaboración de pronósticos meteorológicos, lo que ha sido denunciado por la importante Sociedad Meteorológica de Estados Unidos (AMS, por sus siglas en inglés), que señala claramente que dichas condiciones ponen en alto riesgo a su propia población. Es evidente, por todo lo dicho, que esas circunstanciaa duplican la gravedad de quienes dependen de esos servicios de anticipación y seguimiento de esas amenazas, como México.
*Investigador del Ciesas-México
Edición: Emilio Gómez