Opinión
Pablo A. Cicero Alonzo
28/05/2025 | Mérida, Yucatán
Antes de esta elección, lo más cerca que estuvo Noé de la grilla fue hace varios años, cuando asistió a una reunión con Andrés Manuel López Obrador. Mientras el tabasqueño comenzaba su largo y tortuoso camino a la presidencia, Noé era apenas un estudiante de Derecho.
La junta se realizó en una casa y asistió un pequeño grupo de personas, algunos motivados principalmente por la curiosidad. López Obrador cambaceaba votos: "Si los pocos que estamos aquí convencen a otros pocos, y esos pocos a otros pocos, ganaremos la presidencia”.
A Noé se le han de haber quedado grabadas esas palabras, incluso en los años siguientes, cuando se sumergió de lleno en su profesión, tachando la política de sus objetivos. Trabajó en la Comisión de Derechos Humanos de Yucatán, en la Fiscalía Anticorrupción y en la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito.
Ahora es investigador, asesor y docente en materia de derechos humanos en la Universidad Modelo y Secretario de Estudio y Cuenta en la Sala Colegiada Penal y Civil del tribunal superior de justicia. Es decir, se dedica a enseñar derechos humanos y a ponerlos en práctica escribiendo sentencias en Yucatán. Y es ahí, defendiendo a los más vulnerables a golpe de teclas y argumentos, donde encontró su verdadera vocación. La impartición de justicia.
Tuvo que replantearse la ruta de su futuro por la reforma judicial: ya no puede seguir avanzando por medio de concursos, en los que el estudio siempre le permitió aplicar a mejores puestos. Si quiere trabajar en lo que le gusta, está obligado a hacer campaña.
Noé es, como la mayoría de los mexicanos, que ve a los políticos con cierto recelo. Prefiere enfocarse a su trabajo, que ya de por sí le quita el sueño. Nunca se imaginó caminar por las calles y dirigirse a personas a las que no conoce para presentarse y explicarles su visión de la justicia.
Personas con prisas. Personas que creen que esta elección es una farsa, y lo ven como colaboracionista. Personas molestas con la justicia. Personas a las que le importa un comino.
Y, aun así, lo hizo, durante dos meses. En cada reunión que le organizaron sus familiares y amigos, aún fuera de dos o tres personas, pensaba en la promesa que hizo hace años López Obrador: "Si los pocos que estamos aquí convencen a otros pocos, y esos pocos a otros pocos, ganaré…”.
Es consciente que tiene más cosas en contra que a favor, y eso hace aún más interesante este relato. A diferencia de otros candidatos, que se han ido desinflando con el cansancio y la desesperanza, Noé ha intensificado sus caminatas y reuniones. No sé qué gasolina lo mueve.
O tal vez sí: Sabe que unos pocos pueden convencer a otros pocos. Esa es la aritmética de sus sueños, y en la que ha invertido su tiempo y sus quincenas, en una campaña inédita que es tanto autogestionada como autofinanciada. En la primera etapa de la campaña, agendaba sus reuniones y recorridos en la tarde, al terminar las maratónicas jornadas en el tribunal, y en las noches le daba los toques finales a las sentencias del día siguiente.
Planeó con anticipación y pidió sus vacaciones en el último trayecto, para enfocarse de lleno a una siembra que espera cosechar con votos este domingo 1 de junio. De todos los candidatos que conozco, Noé es de los pocos que, si gana, será por su propio esfuerzo, lo que le garantizará una total independencia.
Si le preguntas ahora, en el ocaso de la campaña, si lo volvería a hacer, responde que sí, a pesar de que ha sido salpicada por la máquina de fango que los partidos políticos —omnipresentes, incluso en una elección en la que están vetados— ponen en marcha en todo proceso.
Él se queda con las personas que le abrieron sus casas y que lo escucharon, a las que convenció de ir a votar. Él se queda con esa reunión en Izamal en la que hasta un perrito se unió al corrillo que se formó en torno al candidato.
Noé Peniche Flores es candidato a juez de distrito; aparecerá en la boleta amarilla con el número 19.
Edición: Estefanía Cardeña