Opinión
Pablo A. Cicero Alonzo
26/05/2025 | Mérida, Yucatán
La idea de que los perros ven en blanco y negro es un mito común, pero no es del todo cierta. Los perros no ven en blanco y negro, sino que tienen una visión dicromática, es decir, solo perciben dos colores primarios.
En esa lógica, la estrategia de los principales grupos políticos y mediáticos para la próxima elección judicial del 1 de junio es hacer todo lo posible para que los ciudadanos veamos como perros.
Unos presentan la elección como la solución a todos los problemas relacionados con la impartición de justicia. Otros, como el desmantelamiento de un sistema judicial funcional. Un maniqueísmo que insulta la inteligencia.
Nuestra visión va más allá, mucho más allá. En esta elección sí hay una escala de tonos y tonalidades: así como, en efecto, hay desperfectos en el actual sistema judicial, éstos no se solucionarán por completo con engranajes de la desperfecta maquinaria democrática de nuestro país.
Tampoco todos los candidatos son iguales ni los mueven los mismos motivos, y esos llamados viscerales a no votar pueden derivar en una injusticia aún mayor. Un estudio publicado por el abogado Miguel Meza da una luz importante: más del 60 por ciento de las personas que se postulan a un cargo en esta elección trabajan en el Poder Judicial.
Ante la miopía política por la que se apuesta, hay que replicar con un puntillismo cívico. Esto es, votar por las personas. Desgranar las listas para encontrar los mejores perfiles. Los honestos, los preparados y los alérgicos a la corrupción.
A muchos, esta elección extraordinaria les da miedo. A otros, escepticismo. A unos más, coraje. O ñáñaras. O flojera. O indiferencia. Sin embargo, conozco a un grupo, jóvenes la mayoría, sin vínculos con partidos políticos, que les da esperanza.
Son un puñado, pero su entusiasmo se contagia y neutraliza todos los discursos que llaman —y seguirán llamando— a no votar. Son los jóvenes —hombres y mujeres— que desde hace dos meses acompañan a Ana Paulina Ortega Rosado en su campaña a magistrada.
Han sido sus alumnos, han trabajado con ella; son sus vecinos, sus amigos o amigos de sus amigos. La conocían desde antes y se acercaron a ella para apoyarla. Sin pedir nada a cambio, ofreciendo su tiempo y esos sueños juveniles que no se han diluido en el ácido de las decepciones.
El trabajo de ese grupo de jóvenes es un prisma que devuelve los colores que nos quieren arrebatar. Ellas y ellos están convencidos que Paulina Ortega será una gran magistrada, como lo es como maestra y como abogada; como lo es como persona. A esta guardia pretoriana le dieron la oportunidad de cambiar la impartición de justicia en el país y no piensa desaprovecharla, porque han visto algo que ha pasado de noche para muchos. El momento en que la preparación encuentra a la oportunidad: Paulina ha estudiado una licenciatura, maestría y doctorado enfocados en derechos humanos y ha trabajado toda su vida para hacerlos realidad desde el Poder Judicial. Hoy, a su alcance, está la posibilidad de hacerlo como Magistrada de Circuito.
A Paulina, quien en estos dos meses ha brincado charcos, obligada a sortear el lodo de la política, ha encontrado en este equipo la confirmación de su objetivo.
El cansancio de cada jornada maratónica, la tristeza de cada festival de su hija al que no fue y la dificultad de combinar su trabajo de mamá, maestra y abogada con una campaña electoral, chocan en la muralla de alegría de quienes la acompañan. Ella y su equipo esbozan en cada día una sonrisa en forma de promesa. Una alegría que, estoy seguro, se multiplicará el 1 de junio.
Ana Paulina Ortega Rosado es candidata a magistrada de Circuito. Aparecerá en la boleta rosada, con el número 07.
Edición: Fernando Sierra