Opinión
Margarita Robleda Moguel
08/06/2025 | Mérida, Yucatán
No se qué me duele más, si el calor, el peso del sol, así percibo su radiación sobre mi cabeza; el desorden mundial por la lucha por y del poder, las batallas de egos montados en drones; el hambre de chicos y grandes de Gaza, la negación del enemigo de que reciban ayuda humanitaria; los niños sin clase y que, de todas maneras pasaran el año y luego no sabrán que les duele más, si sentirse buleados por tontos o sentir que lo son, que los buleadores tienen razón, porque que nunca aprendieron a leer y no logran entender nada; o los padres sordos que se niegan a escuchar sobre el daño que le hace el celular en los cerebros en formación a sus chiquitos, pero ellos están encantados de dárselos para que no “den lata…” Puedo seguir la lista infinita de dolores, pero no me queda más que aceptar que solo enumerarlos no me llevan a ninguna parte, algo habrá que hacer.
Así me sentía hace unos días manejando por la carretera a Tizimín, rumbo a Espita, en la que el milagro del verde, por una ración de lluvia despistada, que ha ido pintando el paisaje, me acarició los pulmones, obligándome a exhalar el bióxido de carbono que merma mi alegría, me pone enojona y quejumbrosa; de pronto, ¡sorpresa! El verde comenzó a pintarse de llamaradas de rojos, en las que redescubro una de las postales más hermosas de mi Yucatán: los flamboyanes, que siempre me llenan de sorpresas y ánimos ¿Cómo pueden ser tan hermosamente flameados, en tiempo de secas? ¿Cómo? Se supone que tendrían que ser tan secos y decadente como su derredor, paisaje que invita a las competencias de quejas y reclamos.
Hace años descubrí este milagro y me digo invariablemente: “urge compartir esta reflexión, necesitamos escucharla”. Pero luego, la flama se apaga y salen los machetes que terminan siendo maracas para alegrarnos el alma y termino diciendo: “el próximo año será, tengo que investigar más”.
Así pues, en estos calores tan infernales, que no logran convencer a los ¿incrédulos? sobre el cambio climático, pero que provocan apagones en distintos lugares del mundo por el exceso de aires acondicionados, llegó el momento de investigar sobre el motivo del asombro, que crece y crece, porque además ser símbolo de belleza, resistencia y esperanza, de ser instrumento musical, el té de flores del flamboyán, o tabachín como lo llaman en el centro de México, son medicinales para curar reumas, la tos y la tristeza.
La palabra flamboyán, viene del francés: “flamboyant”, que quiere decir “flameante” o “ardiente”. Es originario de la selva seca caducifolia de Madagascar, en donde está, según dicen, en peligro de extinción. Se le conoce con infinidad de nombres por todo el Caribe y en otros países.
Lo más asombroso de todo, es que mientras los seres humanos nos quejamos, la naturaleza se ríe de nosotros, crece y florece, vestida de flamboyanes cuyas flamas no solo nos encienden el ánimo y alegran la vida, sino también nos invitan a abrir los ojos y a mirar a nuestro alrededor para descubrir a las flores de mayo, blancas, amarillas, rosadas, que se yergan hermosas alegrando con su perfume y belleza el alma. ¿Se han fijado en las bugamvilias que parecen dispuesta a tirar las bardas y escaparse a las calles para llenarlas de su variedad de colores? ¿Y qué decir de que, en tiempo de secas, se desparrama la lluvia de oro, expandiéndonos el espíritu… y, sin embargo, cada vez veo menos?
Tanta generosidad, tanta enseñanza, tanto amor de la naturaleza ¿y nosotros? respondemos atropellándola, abusando y rechazando sus regalos… “porque estos ensucian con sus hojas y sus flores”, “porque no hay tiempo para regar”, “porque estorban”. Las casas de Infonavit se entregan con un árbol sembrado que muchos desaparecerán para evitar el trabajo que representa atenderlos. ¿Y los hogares de los pajaritos, mariposas, las flores para alimentar las abejas? ¿Las hojas para producir oxígeno a través de la fotosíntesis? ¡Ayyyy!
¿Con qué cara nos quejamos del calor? ¿Qué estoy dispuesta a dar a cambio para no padecerlo? ¿Cómo se opta por la vida, por ser y no por tener?
Sí, cada día aspiro más la necedad del flamboyán y sus amigos de elegir florecer en tiempos adversos.
Edición: Fernando Sierra