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Brenda: una luz en el camino

El oficio de vivir
Foto: Cortesía Brenda Quevedo

Se han cumplido veinte años desde que rompieron a Brenda, desde que a ella, a su familia y todo su entorno les quebraron el espíritu, la voluntad, la capacidad de imaginar un futuro de trabajo, de paz y convivencia familiar.

Sin embargo, han sabido juntar los pedazos en que los convirtió un sistema de justicia podrido en sus entrañas, para seguir luchando por la verdad y la libertad que les arrebató ese poder que durante décadas estuvo subordinado a los intereses particulares y al arbitrio del Presidente en turno.

Brenda era una joven de 26 años, a punto de ser licenciada en comunicación y relaciones públicas. Llena de ilusiones viajó a Europa para perfeccionar su inglés, iba por una corta temporada y se quedó casi dos años viajando y aprendiendo.

Cuando decidió regresar para culminar su titulación conoció al hombre que sería su pareja y cuyas relaciones amistosas lo llevaron a ser implicado en el caso Wallace, ese asunto lleno de irregularidades en su narrativa mediática y en lo legal, solapado entonces por un espurio jefe del Ejecutivo, quien haciendo uso de todo su poder bañó al país en sangre y destinó a vivir un infierno a miles de personas inocentes.

La señora, a quien se supone ahora extinta, Isabel Miranda de Wallace, fabricó el secuestro y muerte de su hijo que resultó en la aprehensión, condena y procesamiento sin sentencia de muchas personas inocentes; el periodista Ricardo Raphael ha sido exhaustivo en demostrar la cadena de mentiras (incluso, últimamente, de su propio deceso) que esta mujer urdió al amparo del poder.


Lee: Fallece Isabel Miranda de Wallace, fundadora de Alto al Secuestro


La onda expansiva de acusaciones infundadas alcanzó a la joven Brenda, quien después de dos décadas de pisar múltiples cárceles y padecer toda clase de vejaciones, no ha perdido la luminosidad de su rostro, de su sonrisa y de su palabra.

Hace un año que vive en arraigo domiciliario y, aunque el escepticismo se ha apoderado muchas veces de su alma (incluso al grado de perder el deseo de vivir), luego de la liberación de otra implicada falsamente, Juana Hilda González, Brenda vislumbra una luz al final del túnel de ominosa oscuridad que le ha tocado transitar, pues se trata de casos similares, cuyos argumentos para demostrar su culpabilidad fueron desechados ya por la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

¿Cómo entender que un ser tan quebrado por un sistema absurdo y cruel, pueda guardar la ilusión de ayudar en cuanto esté totalmente libre? Ella lo explica así: “una no sabe lo fuerte que puede ser hasta que la vida te dice que necesitas ser fuerte”. 

¿Cómo entender que esta mujer víctima de seres impíos, esos que sí deberían purgar el mal que han hecho en una mazmorra, no lo desee y ni siquiera piense en ello? A ella le ilusionan las cosas de veras importantes, las cosas simples que hacen felices a los seres de buena fe, como reencontrarse con su hermano, (quién también padece un autoexilio, debido al mismo caso) o llevar a sus padres a una playa y compartir el pan en familia con la mirada puesta en lontananza, sabiendo que la pesadilla quedó atrás.

Brenda encaja perfectamente en ese bando que de algún modo nos salva a todos y que mi padre resumía en una frase: si hubiera menos personas buenas que malas, al mundo ya se lo hubiera llevado la trampa.

Ella espera ser más fuerte espiritualmente, dejar de padecer ansiedad e insomnio para acometer algo que sería de mucha trascendencia en quienes creen que la humanidad y la vida valen la pena: escribir sus experiencias para que aquellos que cruzan por destinos similares sepan que la justicia puede consumarse, tarde o temprano, que gracias a quienes no se vencieron ni con aislamientos ni con torturas este mundo en llamas y plagado de inequidades puede ser un poco mejor y que la vida, a veces, enciende en el camino un faro de inspiración que contiene eso que Brenda Quevedo Cruz buscaba durante su doloroso devenir: una luz que quizá sin saberlo tenía su propio nombre.

*Este texto proviene de una entrevista exclusiva que Brenda otorgó a La Jornada Maya


Lea, del mismo autor: La güera y la morena del Jardín


Edición: Fernando Sierra


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