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Castigo a un pueblo desorientado

Los yucatecos somos personas diferentes, especiales
Foto: Graciela H. Ortiz

Por: Eduardo Guzmán Alcocer

 

No se me ocurrió otro título para describir mis pensamientos acerca de la época tan triste y dolorosa que estamos viviendo en todo el mundo y en especial en Yucatán.

Tal vez pudiera ser también: “Preocupados por un pueblo desorientado que queremos salvar”.

Por naturaleza, los yucatecos somos personas diferentes, especiales, como bien definen muchos escritores de la talla de Fernando Espejo y Juan Duch; ellos dicen que pueblo yucateco que está unido e identificado no solo por cosas subjetivas, sino por “ese algo más que no se puede explicar y que nos hace sentir diferentes al resto de las personas”.

Estamos unidos también por muchos otros motivos, como nuestros monumentos históricos, nuestra catedral, los palacios municipales y de gobierno, nuestras avenidas, nuestras ruinas, nuestras comidas, nuestras costumbres y muchas cosas más imposibles de ennumerar.

Todo esto es motivo de un orgullo que crece al sabernos parte de la tierra de mayas, de sol e historia y de magia en el tiempo, donde el viento besa la tierra y duerme en el silencio de las piedras.

Siempre hemos sido un pueblo que crea, que construye, con mucha cultura y con costumbres muy arraigadas.

¿Qué opinarían o como se comportarían ilustres yucatecos, como los poetas José Peón Contreras, Antonio Mediz Bolio, escritores como Ermilo Abreu Gómez, historiadores como Eligio Ancona, Silvio Zavala, próceres como Justo Sierra, Felipe Carrillo Puerto, ideólogos y políticos de épocas más recientes como Carlos Castillo Peraza, Víctor Cervera Pacheco, Carlos Loret de Mola, Víctor Manuel Correa Rachó y un sinnúmero más de personajes. ¿Qué opinarían de nuestro comportamiento, ante la pandemia que enfrentamos en nuestro querido Yucatan ?

Seguro que estos yucatecos importantes tuvieron como bastión principal la disciplina. Esto que tanta falta nos hace para poner un grano enorme de arena y poder concluir lo más pronto posible este confinamiento. Le añadiría: más de conciencia y responsabilidad civil.

Desde el inicio de esta contingencia, nos consta a todos, que las autoridades estatales y municipales realmente se preocuparon por atender pronta y oportunamente la situación, aún sin contar con la experiencia por lo inédito de la situación. Tomaron decisiones oportunas; las inoportunas se han tomado por presiones políticas y han creado en algunos círculos sentimientos negativos en el espacio de su muy propia zona de comodidad.

Decisiones difíciles, polémicas; pero, aún así, seguro que fueron tomadas de buena fe.

Es preocupante que un pueblo culto, trabajador, lleno de historia, aparentemente disciplinado en sus costumbres esté sufriendo de nuevo el hecho de ver limitada su libertad; ahora sí, con restricciones más severas, mismas que irán aumentando de acuerdo a nuestro comportamiento. Creo firmemente que nos estamos autocastigando.

Estoy de acuerdo en que muchos hogares necesitan reactivar y estabilizar su economía. Se trató de hacer esto último ante las presiones conocidas, pero un sector muy grande de la sociedad sigue pensando en reuniones sociales, en cómo hacer trampa, en criticar todo lo que se hace y están manejando esta situación como les parece a ellos, de acuerdo a su zona de confort, No están pensando en el prójimo que necesita que YO me porte bién, que TÚ te portes bien para poder salir adelante; no están pensando en que ya estamos agotando nuestra reserva de camas hospitalarias, no están pensando que existe un personal médico, paramédico y de enfermería que está exponiendo a diario su salud, no están pensando en la gran población vulnerable. ¿Por qué esos cambios tan bruscos de nuestra forma de ser y de pensar?

¿Que más argumentos se necesitan para lograr que entendendamos la situación actual?

¿Como vamos a reaccionar? Ahora que ya nos castigaron otro mes por nuestro comportamiento. ¿Qué tenemos que hacer para que nos levanten el castigo?

¿Qué parte de nuestras neuronas no entiende las recomendaciones?

¿Qué opinión tendrían nuestros ancestros que conocieron un Yucatán diferente?

¿Cuándo nos daremos por enterados que el castigo a un pueblo desorientado tuvo éxito o no?

¿Hasta que por algún contagio perdamos a un ser querido, cuando suframos de enfermedad en carne propia o cuando el castigo haya valido la pena y salgamos triunfantes de la pandemia ?

La decisión está en nuestro buen juicio y en nuestras manos.

Demostremos que somos yucatecos, saquemos nuestra identidad a relucir, seamos disciplinados, atendamos las recomendaciones de las autoridades y cuidemos a nuestro prójimo más cercano y más lejano.

 

[email protected]

 

Edición: Enrique Álvarez


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