Opinión
Sasil Sánchez
07/07/2025 | Mérida, Yucatán
Si convirtiera en un libro todas las planas de K’iintsil a lo largo de estos diez años, tendría un libro de más de 2 mil 500 páginas. ¡Qué grande sería! Y es que imaginar tal cantidad de texto me lleva a varios pensamientos sobre lo que implica editar periodísticamente en una lengua no hegemónica: desde lo que significa tener una plana diaria en maayat’aan, hasta la condición soñada de los hablantes para acceder a ella y consumirla.
La discusión en torno parece ser redundante; casi como preguntar qué fue primero, el huevo o la gallina. Mientras algunas voces cuestionan quién lee en lengua maya (pues los procesos de alfabetización han sido pobres), otras dicen que, como hay poca producción escrita, no hay mucho qué leer. Y sí, así es. El privilegio es de pocos sin embargo, creo que siempre hay alguna vía por la cual comenzar y diversidad de opciones por proponer.
Con diez años, K’iintsil camina. Ha tenido el pie pesado para confirmar su postura como medio de comunicación, permitiendo el uso del maayat’aan en un impreso que, como en cualquier otro idioma, da una pincelada de los sucesos que acontecieron y marcaron el ritmo en alguna parte del mundo.
Editar periodísticamente en maya ha sido un constante vaivén de propuestas a nivel lingüístico, editorial y visual. Cada texto termina siendo una búsqueda del sentido comunicativo y ha significado explorar la estética, con cuidado gráfico y con respeto a las grafías del idioma, mezcladas con creatividad. Asimismo se ha colocado constantemente en el paisaje lingüístico de donde es distribuido.
Hacer periodismo requiere manos, voces e ideas. Hacerlo en maya requiere, además, de hablantes alfabetizados y consumirlo también. Mantener por diez años una sección impresa sí o sí reclama aliados que encuentren el valor de editar planas en maya y no solo dejen espacio para que eso suceda sino que también le den soporte y eso ha sido La Jornada Maya. Y es que, el camino ha sido sinuoso como editora. K’iintsil me ha confrontado a la hoja en blanco todos los días; ha sido mi acompañante a lo largo de este tiempo y se ha convertido en una maestra de la paciencia, del enojo, el desánimo pero también de la satisfacción, de la sorpresa y de la persistencia.
Los retos son y serán siempre diversos: formatos, distribución, temáticas, equipo, diseño, presupuesto… la lista es basta. Sin embargo, espero en diez años más, estar escribiendo en maya un análisis de la complejidad de la política en le región, de los movimientos sociales, de las celebraciones comunitarias, de los nuevos lanzamientos tecnológicos, etc., en el entendido que mis deseos son que K’iintsil ya no sea una sección sino el medio; uno más robusto, más diverso, más completo y más grande en donde se haya superado la preocupación de preguntarnos quién lee y el meollo sea las diversidad de debates y discusiones detonadas a partir de un medio escrito en lengua maya.
Larga vida, K’iintsil.
Edición: Ana Ordaz