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Tak'tuuch, el danzón en Yucatán

De origen afrocubano, un género que echó raíces en la península
Foto: Acervo de la Compañía de Danza Kaambal

Uno de los vínculos más importantes entre Cuba y la península de Yucatán fue la música, especialmente el danzón, un género de origen afrocubano que llegó a México a finales del siglo XIX y se popularizó en la primera mitad del siglo XX. Este género musical y bailable se expandió rápidamente por la península y se convirtió en parte importante de festejos populares arraigándose entre los bailadores mayas que lo nombraron de manera popular como tak’tuuch.

La riqueza sonora del danzón se basaba principalmente en instrumentos de raíz africana como bongós, maracas, claves, cencerros, campanas y tamboras a los que posteriormente se incorporaron violines, trombones y contrabajos. Para las comunidades afrodescendientes, el danzón representó una forma de libertad corporal y conexión con sus raíces. Sin embargo, los orígenes afro del danzón fueron borrados por la clase dominante al estar vinculado con la sensualidad y el placer, intentaron “blanquearlo”  y fue apropiado por las élites blancas para hacerlo pasar por una tradición nacional mexicana.   


Foto: Ferdinand Marcos 

El danzón llegó a Yucatán por Puerto Progreso, donde las clases altas fueron las primeras en bailarlo en salones a modo de cuadrilla, tal cual se ejecutaba la danza y la habanera cubana.  En la Mérida de mitad del siglo XIX la clase privilegiada conformada por blancos  comenzó a asociarse en clubes denominados Sociedades Coreográficas que organizaban bailes enmarcados de lujo y que la sociedad obrera mestiza tomó como modelo para fundar sus propios clubes que tenían como requisito indispensable portar el traje regional.  En los bailes organizados por estas Sociedades se tocaban al principio ritmos europeos que llegaron con el auge del henequén durante Porfiriato: marchas, oberturas, mazurcas, valses, polkas, cuadrillas de lanceros y chotises y posteriormente se incluiría el danzón al repertorio. Los mestizos también incorporaron jaranas yucatecas, pasodoble, foxtrot, sones cubanos y sones de origen maya. 

En la primera mitad del siglo XX surgieron Sociedades Coreográficas en ciudades pequeñas del sur de Yucatán como “La Veterana Sociedad Coreográfica La Gardenia” de Ticul y la “Sociedad Coreográfica Regional Tekaxeña”, que aún se mantienen vigentes y cada año organizan los llamados bailes de Bella Época, que se basan en los antiguos bailes de la Mérida de finales del siglo XIX, pero con un repertorio musical más influenciado por la llegada del teatro bufocubano a Yucatán. El danzón se empieza a desarrollar en las Sociedades Coreográficas, de modo que para 1934 ya existían orquestas danzoneras en Mérida, y por tanto se fueron arraigando en el gusto popular. Mientras tanto, en algunos pueblos mayas se popularizaron las bachatas, que eran tardeadas donde la juventud se reunía en las plazas para bailar danzones y otros ritmos tropicales utilizando tocadiscos, pues era difícil poder contratar alguna orquesta. Entre 1950 y 1970 las orquestas jaraneras ya eran más accesibles y para las fiestas tradicionales una sola agrupación amenizaba la vaquería, las corridas de toros, los gremios, las matinés, los convites  y los bailes populares  por lo que el danzón no faltaba en ninguno de los momentos de la celebración. Las charangas jaraneras locales que eran más pequeñas en su número de integrantes comenzaron a incluir danzones en sus repertorios y los tocaban en prácticamente cualquier celebración a la que acudían.


Foto: Acervo de la Comisión Cultural de Yucatán 

Yo crecí escuchando danzones en Yaxcabá, mi abuelo Eudaldo (†) y muchos de sus amigos disfrutaban de su ritmo durante los festejos a la Santa Cruz. En lengua maya nombraban al danzón como tak'tuuch, que significa de manera literal "pegar el ombligo", haciendo referencia al contacto tan cercano de los cuerpos de la pareja bailadora. Tak’tuuch es un vocablo ocurrente que se popularizó en algunos pueblos del oriente como un juego de palabras y que resultaba irreverente y obsceno para los más conservadores de la época, quizás por eso ha caído en desuso. Hasta hace unos treinta años bailar danzón resultaba un tanto polémico en los pueblos mayas, pues era mal vista la forma en la que se presentaban las interacciones entre hombres y mujeres durante el baile. Por lo general, bailar danzones con una pareja exclusiva era interpretado como un compromiso de noviazgo porque representaba un contacto que requería total confianza.

No suele pensarse en el danzón como parte del repertorio musical de las celebraciones mayas, pero en los pueblos del oriente es un ritmo muy apreciado por su cadencia y actualmente suele bailarse en la parte final de las vaquerías o en las matinés. El estilo dancístico del danzón en las comunidades mayas es libre y sencillo, pero ágil, sensual y elegante. La forma en la que se baila en las fiestas vivas es muy diferente a lo que los grupos de danza academizada presentan en sus espectáculos, pues suele mostrarse con pisadas muy acentuadas, pausadas y recias. Esta estandarización del danzón es el resultado del “blanqueamiento” que mencioné al principio y responde más bien a las necesidades turísticas y escénicas.


Foto: Acervo de la familia Cox Tec

Algunos de los danzones antiguos que solían tocarse eran “Cadete constitucional”, “Danzón Juárez”, “Almendra”, “La bella cubana” y “Siboney”, siendo este último un sinónimo para referirse al danzón. El músico Armín Zapata Pech comenta al respecto: “a veces cuando voy a tocar a gremios o fiestas con la charanga, los abuelitos se acercan a pedir un danzón y en varias ocasiones me han pedido un “Siboney” para referirse a cualquier canción de este género”.  En la actualidad, todas las orquestas jaraneras existentes tocan danzones. Entre los danzones más populares se encuentran “Nereidas”, “Zacatlán”, “Elodia”, “Cuando canta el cornetín”, “Teléfono a larga distancia”, “La gardenia” y “Champotón” que todavía resuenan en las plazas de muchos pueblos yucatecos.


[1]  GARCÍA YRLADAQUI, LUISANGEL, “Establecimiento de puentes artísticos. Relaciones e influencias  entre el bufocubano y el regional yucateco”, en Representación de “lo negro” en la escena teatral de Mérida, Yucatán, 1890-1944, Mérida, CIESAS, 2019, pp. 92-95

[2]  ESPINOSA, ABRAHAM y ESPINOSA, SAMUEL, “Danza, baile y música del Mayab”. Instituto de Investigación y Difusión de la Danza mexicana, A.C., Mérida, México, 2015, pp. 70-71

[3]  OROZA, J., Historia de Yucatán, Ediciones de la Universidad Autónoma de Yucatán, 1986, comenta que al principio del Pofiriato, en Mérida únicamente se reconocían dos clases sociales: la clase alta conformada por los blancos, personas de vestido y traje o “catrines” y los mestizos, considerados de clase baja que, por lo general eran artesanos o comerciantes menores cercanos a los mayas y que ya se habían apropiado el terno regional como traje de gala que los distinguía. Desde luego, en esta clasificación racista no se menciona a los mayas que eran esclavos en las haciendas henequeneras. 

[4]  Los mestizos portaban filipinas y pantalones de fino lino brillante, abotonaduras de oro y alpargatas de piel, en tanto que las mestizas portaban ternos de raso y seda con bordados delicados y encajes de fino tul, rebozo de Santa María y costosos rosarios de filigrana con monedas, medallas y crucifijos.

 [5] ESPINOSA, ABRAHAM y ESPINOSA, SAMUEL, op. cit., pp. 55.-65

[6] SÁNCHEZ, FAULO, “¡Música, maestro!”, Secretaría de la Cultura y las Artes de Yucatán, México, 2015, p. 91
  Comunicación personal con Armín Zapata Pech, Mérida, Yucatán, 06 de julio de 2021


Edición: Fernando Sierra


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