Opinión
Alejandro Ortiz González
18/08/2025 | Mérida, Yucatán
Antonio María Calera Grobet (Ciudad de México, 1974-Progreso, Yucatán, 2025)
Colaborador de los más importantes diarios y revistas de México. Como editor de Mantarraya Ediciones publicó más de 80 títulos, en su mayoría obra primera de jóvenes escritores. Fue miembro del consejo editorial de la sección cultural de Reforma, colaborador de cultura de Milenio Diario y de Sin Embargo. Como promotor dirigió proyectos para espacios independientes e instituciones como el Museo de la Ciudad de México, la Secretaría de Cultura del Distrito Federal, la Casa del Lago de la UNAM y la Fundación del Centro Histórico, donde fue miembro fundador y director del centro cultural Casa Vecina. Creador del proyecto de difusión cultural La Chula: Foro Móvil, una biblioteca rodante para la proliferación de contenidos literarios y artísticos en el territorio nacional, amparado por la Hostería La Bota, el centro de operaciones creado por él y su hermano, Adrián Calera, como centro cultural para el tráfico de ideas desde el Centro Histórico a la Ciudad de México. Autor de innumerables libros, la mayoría de ellos inclasificables, donde conviven sin ataduras poesía, prosa, ensayo, crítica de arte y gastronomía.
Aquí un poema para honrar su memoria:
Antonio María siempre está mirando*
Por Alejandro Ortiz González
Antonio María baila como un planeta sin órbita definida. Se agita y revolotea dentro de sus zapatos
como un enorme búfalo que aprecia la libertad
de correr sin freno por la pradera mental.
Antonio María nada y se desplaza por los corredores de la amistad como un pez en el agua mineral de la fiesta brava.
Antonio María brama siete veces cada noche al filo de las 2 de la mañana, y bebe ron y vodka Riki y ginebra
como si en ello le fuera la vida,
como si la sed fuera un mito construido por el gran capital para alejarnos de las muchachas ebrias.
Antonio María piensa cada vez más en los aviones de doble hélice, en sus motores encendidos y en su capacidad para mover montañas. Como en el toro, los ojos de Antonio María se separan a voluntad para afocar mejor al sujeto de sus meditaciones,
para medir la tensión antes del disparo.
Antonio María también llora más que los demás,
es un don que le viene de la Edad Media,
cuando cazaba jabalíes y dragones con las manos amarradas en la espalda. Llora a cántaros pero nadie lo nota,
su llanto se esconde debajo de la barba
para evitar malos tragos a sus amigos y a sus hermanos,
que son muchos, sin duda muchos más de los que él cree. Antonio María tiene más amigos de los que puede abrazar. Antonio María ama con todo su cuerpo de titán embravecido, a sus amigos, a sus amigas, a sus enemigos y a sus héroes. Antonio María tiene muchos héroes,
pero adora también a los villanos.
Los tiene de todo tipo, de todas las edades y colores y en varios idiomas, y procura tenerlos cerca como a sus enemigos,
los quiere al alcance de la mano
para partirles el pescuezo y ahogarlos cuando sea necesario. Pero Antonio María rara vez ataca.
Es un toro acostumbrado a perdonar, aunque no olvida.
Antonio María nunca olvida.
Es peor que Funes.
Recuérdalo bien.
Antonio María es un niño todos los días del año
y como niño que es se ajusta el pantalón y la chaqueta
y la ropa interior y la exterior y el sombrero sobre la cabeza que tiene empotrada al cuello,
para que todo quede en su santo sitio de simple soledad, porque Antonio María está solo y lo sabe y llora por eso pero también baila y canta y bebe a la salud de la simple soledad que hay en el silencio de su departamento,
en el silencio de su calle, en el silencio de la soledad
que cubre todos los rincones de su ciudad natal.
Antonio María sueña con monjas drogadas que trotan a medio vestir por la plaza de la Ciudadela,
por esas monjas que todos hemos visto al menos una vez tocándose
al mirar a los maniquíes desnudos
detrás de las grandes vitrinas de 20 de noviembre.
Antonio María es una buena persona,
me consta, pero lo detesta, aborrece ser una buena persona,
sólo desearía ser un gánster para acabar con todos de una buena vez
y empezar de cero.
Antonio María también sueña con mujeres desnudas
que corren todas las noches por el malecón de La Habana
cuando los termómetros marcan los 40 grados.
Las mira sacudirse frente a la brisa marina
y refrescar un poco esos cuerpos imposibles,
esas curvas imposibles, esos muslos imposibles,
y sueña, sueña con una Bota habanera,
una Bota frente al malecón como el puerto al que arriben esos cuerpos
en busca de un poco de diversión y descanso.
Antonio María es un modelo para armar.
Antonio María surte distintos efectos sobre las personas,
sobre los jóvenes, sobre los libros que toca, sobre las bebidas,
sobre la comida, sobre los hombres y sobre las mujeres.
Antonio María entra a los mercados y las aguas se abren.
Antonio María sacude, Antonio María arrebata, arremete, embiste.
Es un Toro Todo Terreno acostumbrado a pasar por encima de cualquier obstáculo. Antonio María es un arquitecto pegado a una panza
que aprecia como pocos el arte del dibujo y de la pintura
y el grabado y la técnica y la táctica y la estrategia.
Antonio María no tiene límites ni limitaciones ni limitantes,
no reconoce fronteras en los hechos ni en las artes
ni en los hombres ni en la geografía.
Antonio María sufre por todos lados y con todos
y lame sus heridas de espaldas al mundo.
Antonio María es un ojete con los ojetes,
y un príncipe con sus amigos.
Antonio María escucha, acepta, observa, aguarda, contiene...
pero esa espera es solo la forma que toma la ola que es Antonio María
antes de lanzarse hacia adelante como el toro que es,
para decir, hacer, construir, organizar, empujar, enlazar,
producir, coordinar, promover, aplaudir, abrazar.
Antonio María no está aquí para resistir, sino para insistir.
Antonio María no vino al mundo para mejorarlo,
ni para que rías un poco más, ni para brindar a la salud de los enfermos
ni para decir "buenos días","qué tal","con permiso".
Antonio María nunca viene.
Antonio María siempre va.
Antonio María es un rompecabezas con un martillo en la mano.
Antonio María es un árbol que crece veinte metros cada noche.
* A la memoria de Antonio María Calera Grobet, fallecido en la península de Yucatán el sábado 16 de agosto de 2025.
Edición: Estefanía Cardeña