El desafío más grande actual es combatir el sistema que origina las desigualdades económicas y sociales, que manufactura escasez, y que causa la catástrofe climática y ecológica con todos sus efectos devastadores, entre ellos, el estrés hídrico.
El capitalismo depende del crecimiento infinito de producción, y el propósito de aumentar la producción no es satisfacer necesidades humanas, sino acumular cada vez más capital. El dogma actual es que toda industria y sector económico crezcan indefinidamente, nos sirva esa industria o no.
Para crecer toda industria, se requiere cada vez más extracción de energía, minerales, agua, y se produce cada vez más contaminación. Crecer el Producto Interno Bruto al 3 por ciento anual lo duplica a él y a la contaminación cada 24 años.
Para lograr mantener objetivos capitalistas, hay instituciones que protegen el acceso a recursos y a mano de obra barata a transnacionales, como el CIADI del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Hoy en día, México tiene más de 50 demandas en arbitrajes internacionales, muchos de ellas por intentar restringir el acceso al agua.
Por culpa de reformas neoliberales y por estos tratados de “libre” comercio del Banco Mundial, el agua es una garantía para empresas por ley, pero un recurso limitado para el pueblo, cuando debería de ser al revés; el agua debería ser una garantía para la población y un recurso limitado para las empresas.
¿No me crees?
En México, 76 por ciento del agua está concesionada para uso agrícola (y más del 60 por ciento de esa agua se pierde por filtraciones y evaporación); y uno por ciento de los usuarios, los llamados ‘millonarios del agua’ del agua, explotan más de una quinta parte del agua nacional. El 9 por ciento se va para industria y generación de energía, y solamente 15 por ciento para uso urbano. Además, ese 15 por ciento no está bien distribuido; la gente en situación de pobreza tiene mucho menos suministro de agua.
Mientras tanto, hay nueve millones de personas que no tienen acceso a la red de agua y 51 millones que no tienen suministro diario.
Este es un patrón internacional.
A nivel mundial, 4 mil millones de personas sufre de una grave escasez de agua durante al menos una parte del año, y alrededor del 25 por ciento de la población mundial vive en países con estrés hídrico extremadamente alto. Hasta 2022, 40 por ciento de la niñez (953 millones de niños) están expuestos a niveles elevados o extremos de estrés hídrico, la gran mayoría de los cuales vive en países en situación de pobreza – países que no han contribuido a crear la crisis climática.
La Organización Mundial de la Salud estima que se podrían prevenir 1.4 millones de muertes por año si hubiera acceso universal al agua y al jabón.
Hoy en día, la falta de agua en nuestro país es principalmente por saqueo. Pero sin cambiar los dogmas económicos irracionales actuales, habrá cada vez más sequía.
Según el Panel Intergubernamental de Expertos del Cambio Climático, la crisis climática está acelerando todos los peligros relacionados con el agua. El calentamiento de nuestro planeta aumenta la evaporación y por ende, genera sequías, al mismo tiempo cargando de agua la atmósfera y produciendo lluvias más extremas. La superficie terrestre mundial afectada por sequías extremas se ha expandido a un ritmo de casi 50 mil kilómetros cuadrados al año en las últimas cuatro décadas, una superficie mayor que la de Suiza cada año.
Todos los riesgos relacionados con el agua aumentan con cada grado de calentamiento global, y limitar el calentamiento a 1.5 ºC reduce los riesgos relacionados con el agua en todas las regiones y sectores.
Por ejemplo, los daños directos proyectados por inundaciones aumentan entre cuatro y cinco veces a 4 °C en comparación con 1.5 °C. Pasar de 2 °C a 4 °C somete a mil millones de seres humanos más a escasez de agua (de 3 a 4 mil millones de personas). Asimismo, se duplican los riesgos de inundaciones con 3 °C de calentamiento en relación con 1.5 °C.
La solución real requiere cambiar los dogmas económicos irracionales, que llevan a explotar cada vez más recursos de lo que el planeta puede regenerar, para producir absurdidades como moda rápida, armas, plástico, y cemento.
Tenemos que empezar por cuestionar los dogmas imperantes para poder construir un mundo social y económicamente justo, el único que puede ser y climática y ecológicamente seguro.
Sin justicia ambiental, no hay justicia social