Opinión
La Jornada
04/09/2025 | Ciudad de México
A partir del comunicado conjunto difundido al final del encuentro y de la conferencia de prensa ofrecida por Rubio junto al canciller Juan Ramón de la Fuente se infiere que las conversaciones fueron cordiales y productivas, como anticipó la mandataria antes de acudir a la cita.
El emisario de Donald Trump manifestó su respeto y admiración por las acciones emprendidas por la administración de la presidenta Sheinbaum en contra de los cárteles, destacó el nivel de colaboración y cercanía alcanzado y admitió la necesidad de que Estados Unidos ataque la criminalidad en su propio territorio y haga más para detener el tráfico ilícito de armas, mientras De la Fuente resaltó que el trabajo de cooperación acordado se sustenta en cuatro principios fundamentales: “respeto irrestricto a la soberanía y a la integridad territorial, responsabilidad compartida, confianza mutua y colaboración coordinada sin subordinación”.
La actitud respetuosa y conciliadora de Rubio, conocido por ser casi tan beligerante y altisonante como su jefe, denota que en Washington se ha cobrado conciencia acerca de la importancia de la relación bilateral y del hecho de que ésta no puede llegar a buen puerto mediante amagos o chantajes. En particular, cabe ver una admisión de la profundidad de la integración económica, la cual no sólo sostiene millones de empleos en México, sino sobre todo la rentabilidad y competitividad de la industria estadunidense, así como la posibilidad de ese país de adquirir bienes esenciales con una calidad y un costo que difícilmente puede conseguir en otros mercados.
En suma, pese a las estridencias que no pocas veces han transgredido los límites de la diplomacia y las buenas maneras, al final el trumpismo está obligado a escuchar a los inversionistas y personas de negocios con fuertes intereses en México, quienes no están dispuestos a sufrir una merma en sus capitales por los desplantes del magnate hacia el principal socio comercial de Estados Unidos.
En este contexto, el gobierno se ha conducido con acierto al ignorar las salidas de tono de la Casa Blanca, centrarse en los aspectos sustanciales de la relación y construir acuerdos bilaterales al margen de los vaivenes declarativos. Sin embargo, no pueden pasarse por alto los peligros que entraña la presencia en Washington de una camarilla que desprecia abiertamente la legalidad internacional y está acostumbrada a faltar con impunidad a sus compromisos. Por ello, es necesario vigilar que la administración Trump cumpla su parte de los acuerdos y, ante todo, se abstenga de interferir en los asuntos internos de México.
Edición: Ana Ordaz