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Cuál es la mejor literatura para niños, 2ª parte

¿Qué historias buscan las infancias?
Foto: Gerardo Jaso

En realidad, muy pocos han hablado de las ventajas de la literatura infantil (la que escriben los adultos para los niños). Algunos han señalado, con gran precisión,  que los niños encuentran en la literatura un modo de alejarse de ciertos modos de pensar perezosos o inmaduros. Y otros han descubierto que los niños buscan en los libros de ficción la confirmación de su manera de ver la vida. Habrá que considerar que los niños siempre tendrán como la principal tarea intelectual comprender todo lo que sucede a su alrededor en su modo de pensar. Por ejemplo, los niños creen que el universo funciona en términos de una justicia inmanente, es decir, piensan que todo sucede por una ley moral universal.

Sin embargo, los niños no tienen muchas opciones de adquirir la literatura que quieren. Son los adultos quienes escriben los libros, los publican y hasta los compran. Así que, debido a que la preocupación de los adultos está centrada en la antigua función pedagógica de la literatura infantil, a los niños les caerán este tipo de publicaciones, y sin que las hayan deseado. Cabe señalar que algunas veces los niños llegan a leer libros que originalmente fueron destinados a los adultos, como el caso de El Principito. Y, por el contrario, otras veces son los adultos quienes releen aquellos libros clásicos infantiles, que son precisamente los que adquieren para sus hijos.

Vale la pena comentar que hay otras diferencias más profundas entre los adultos y los infantes respecto de la literatura infantil. Acerca de las necesidades lectoras de los grandes y los chicos, habrá que indicar que los niños prefieren los acontecimientos concretos a las exposiciones abstractas. Otra diferencia está en el hecho de que los chiquillos prefieren los libros en los que prevalece la acción y no aquellos en los que predomina la introspección. Además, mientras los adultos pueden mantener dos ideas opuestas al mismo tiempo, los pequeños aún no lo pueden hacer.

Entonces ¿qué tipo de literatura conviene más a los niños? Para comenzar, será importante considerar que los chicos tienen diferentes intereses entre ellos, según la edad y su desarrollo personal. En el caso de los más pequeños, entre los tres y los siete años, ellos sólo pueden entender los objetos reales. En cambio, de los siete a los once años, comenzarán a entender dos ideas opuestas al mismo tiempo, pero en un mundo de cosas materiales. Ya después, luego de los once años, podrán mantener dos ideas contrarias en un universo de conceptos abstractos.

Ahora bien, respecto de la ley moral universal que los niños creen a toda costa, también hay diferencias entre los chiquillos. Por ejemplo, los más pequeños alabarán o condenarán a los personajes del cuento solamente por sus actos superficiales. En el caso de los más grandecitos, éstos preferirán la moralidad convencional y no la ética radical que desafía la opinión social. Por el contrario, los adolescentes estarán más inclinados por el comportamiento que escapa de los juicios simples y provocan la moral tradicional. Por ello, los chicos ven que el universo y la humanidad funcionan en términos de lo que a ellos les parece de sentido común. Además, lo que a los pequeños les parece realismo casi siempre es un reflejo de su idealismo personal: lo que ellos quieren que sea verdad. 

Por todo lo anterior, el contenido de la literatura para niños y adolescentes debe cumplir con ciertas condiciones fundamentales. Por una parte, los textos deben presentar un mundo de causa y efecto comprensible, reducido a un mínimo de explicación. Las historias, en el caso de los cuentos, deben terminar con suficiente claridad y donde más o menos se haga justicia, aunque vaya en contra de sus personajes preferidos. Otro aspecto importante es que en los relatos participen, de preferencia, personajes infantiles, con sus típicos sentimientos y preocupaciones. Por otra parte, a casi todos los niños les gustan las historias en las que ponen a prueba sus emociones, como el miedo. Sin embargo, tienen diferentes formas de aceptar el miedo: algunos gustan de los relatos de horror y otros los desechan.

Y respecto de la forma de los textos, los más chicos prefieren un estilo fácil, un discurso directo y un vocabulario simple. Al principio, también convendrá mantener juntos el sujeto y el predicado y, conforme crezcan, podrán manejarlos sueltos. Tampoco conviene que existan muchas tramas o flash back que lleven al lector de un lado a otro o de un tiempo a otro. Finalmente, lo que más importa, más allá de la comprensión de los textos literarios por parte de los niños, es el placer que les causa leerlos, que es el llamado goce estético. 


Edición: Fernando Sierra


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