Opinión
La Jornada Maya
15/09/2025 | Mérida, Yucatán
Arturo Olvera Hernández
La leyenda más connotada del blues no sólo pervive aún en el imaginario global, sino que con el paso de los años se acrecienta como una aguda nota de Lucille en el espacio infinito. La primera centella de luz que hirió las pupilas de este predestinado de nombre de pila Riley Ben King, fue un 16 de septiembre de 1925.
Hace un siglo empezaba a forjarse la leyenda de uno de los músicos de blues más prolíficos y talentosos hasta la fecha conocidos. Sus primeros pasos surcaron las tierras de una plantación en Itta Bena, Misisipi, y muy pronto, en su adolescencia inició a tocar una desvencijada guitarra de madera y se da cuenta que la vida de aparcero no era su vocación, entonces en 1947 emigró a Memphis, Tennesse, con su primo Bukka White, reconocido bluesman del condado, quien lo inició con fortuna en el blues.
En su extenso recorrido por los más prestigiados escenarios del mundo, en México tuvimos la fortuna de escucharlo en varias ocasiones, las más memorables fueron en abril de 1992 en el marco del México City jazz and blues festival, celebrado en el Auditorio Nacional del entonces Distrito Federal, donde alternó con figuras tan relevantes como Chuck Berry y Ray Charles, un cartel irrepetible en cualquier ciudad del mundo.
En el mismo 1992, ahora a fines de septiembre y principios de octubre se lleva a cabo el México City jazz and blues festival II, donde como la figura señera que entonces ya era, ejecutó sendos conciertos que aún hacen vibrar las cuerdas sensibles de quienes lo escuchamos con temas clásicos de su repertorio como The Thrill is Gone, Rock me Baby o When Love Comes to Town, que grabara con la banda U2. Por cierto, durante una de las jornadas en este festival se realizó uno de los conciertos más largos en la historia de los festivales, llamado La noche de las guitarras de blues, el cual duró ¡poco más de 7 horas! participaron figurones del género como Albert King, Buddy Guy, Robert Cray y el jerarca B. B. Resultó sencillamente inenarrable.
Otra presentación memorable de Blues Boy fue en 1996, ahora en el Teatro Metropolitan de la Ciudad de México, siempre acompañado de su inseparable y amorosa Lucille, una Gibson ES-355, el modelo que más lo acompañaba en sus maratónicas giras por todos los continentes.
El rey del blues tuvo otras presentaciones en otros foros como el Hard Rock Café de Polanco, el 8 de diciembre de 1996. O en el lejano 1978 en el Festival Cervantino en su sexta edición, y previo a este compromiso en Guanajuato, se presentó en el Auditorio Nacional para promocionar el Cervantino.
A lo largo de su vasta carrera King llegó a realizar en su mejor época alrededor de 300 conciertos anuales, su capacidad de trabajo era demencial. Grabó más de medio centenar de álbumes, obtuvo 15 Grammys, su nombre se inscribe en el Salón de la fama de la Fundación del Blues y el salón de la fama del Rock and Roll desde 1987. Fue invitado a grabar con Eric Clapton, U2 y fue telonero en gira de los Rolling Stones. B. B. King muere 15 de mayo de 2015, a los 89 años, pero su legado es justamente atemporal.
Edición: Fernando Sierra