de

del

Avocado equivocado

Ocupaciones impropias
Foto: Graciela H. Ortiz

Por: Jhonny Brea 

 

Lo que tenía que pasar, pasó: finalmente, después de semanas de encierro, La Xtabay dispuso hacer una limpieza profunda hasta en los closets y encontró un aparato de esos que inventó un sádico más perverso que esos que imponen una ley seca. Ese instrumento de tortura se llama báscula, y estaba seguro de haberla guardado lo suficiente como para que se olvidara de ella. Debí haberle pagado a los pepenadores para que se la llevaran.

Mientras, yo estaba trepado en la escalera quitándole el polvo a los ventiladores (ustedes saben, las labores propias de mi sexo), cuando escuché las cuatro palabras con que inician las historias de terror en esta casa: “¡Jhonny, ven a ver esto!”

Lo siguiente, parecía plan con maña. Todos pasamos a medir el efecto de la cuarentena en nuestra masa corporal, y después el veredicto:

“Vamos a necesitar asesoría profesional. Deja le hablo a mi sobrina La Bechita a ver si nos puede atender”.

La sobrina, debo aclarar, es un misterio en la familia de mi adorada. Es hija de la tía Kalam, mujer entrada en carnes, pero muchos sospechan un cambio en los cuneros, ya que la chica resultó adicta al ejercicio y antes de la pandemia ofrecía clases de zumba en un parque, sólo por diversión. Esto le dejaba algunos ingresos con los que pudo sostener sus gastos en la carrera de nutrición, pero ahora que está ejerciendo, anda baja de pacientes y sus clases vía Zoom todavía no terminan por convencer a su público. En realidad se llama Isadora, pero desde niña usa un fleco que la hace parecer codorniz.

Pasamos al confesionario, es decir, revelar los hábitos alimenticios de cada quien. Siendo de la familia, todo fue relativamente natural; desde hace varios años sabe cuántas cervezas se bebe cada quien en un fin de semana. Pero la entrevista puso a prueba mi paciencia.

“Tío, ni te pregunto de cervezas porque seguro estás como mis papás: rehabilitado gracias a Vila”, abrió.

Por supuesto, le dije que sí. Luego capaz que iba a ser necesario pagar la consulta con un six y de por sí mi bastimento está dosificado para aguantar hasta el 15 de agosto.

“Hay que modificar algunas cosas de las que comes. Ya sabes, sin refrescos, tu francés lo vas a cambiar por pan integral, y necesitas grasas buenas. Te voy a mandar medio aguacate con tu comida”.

¡Medio! Es mucho para mí, si acaso le echo un cuarto a mi puchero, exclamé.

“¡No le digas así, tío. Te van a cancelar! ¿Y mi tía sabe de tu bisexualidad? No sabía que tuvieran una relación tan abierta!”

Haciendo acopio de todo el aplomo que puede un macho omega grasa en pecho, espalda peluda, nalga laminada, abdomen de lavadora y bebedor de cerveza light, respiré y le dije que me estaba refiriendo al guiso de tres carnes que su abuela preparaba con singular maestría los domingos, y que para mí, debe llevar una buena rebanada de aguacate local.

“Tío, de todas formas hay que hacer modificaciones en tu dieta. Eso que estás comiendo no es aguacate, es palta. El que te estoy mandando es el Hass, por eso te vas a comer medio”.

Aquí, mi mente ya estaba analizando la posibilidad de asfixiarla con su propio cubrebocas. ¿En serio estaría pensando que iba a aceptar comer un fruto resultado de experimentos genéticos y olvidarme del árbol de casa de mi chichí que daba unos frutos preciosos?

“También necesito que empieces a consumir quinoa, te desayunas avena orgánica de la que venden en Costco, si quieres endulzarla, usa miel de maple, y los domingos vas a poder comer soyinita pibil”.

Les juro que me estuve a nada de montar en cabra (algunos montan en cólera, yo monto en cabra). Por su parte, La Xtabay salió hecha una furia y se fue directo a servirse un whisky con agua mineral y dos hielos. Ahí respiré tranquilo. El único costo de la consulta fue de dinero, porque mi dieta seguirá siendo a base de ingredientes locales.

Lo dicho, en las universidades despojan a los jóvenes de los conocimientos ancestrales y hacen que se lancen contra los suyos.

Macho omega que se respeta

La báscula se la doné a mi sobrina. Es lo único que recibirá de mí. 

[email protected]

 

Edición: Enrique Álvarez


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