Opinión
Cristóbal León Campos
01/10/2025 | Mérida, Yucatán
A quienes luchan frente a la opresión
Esta mañana, a la espera del primer hervor del café acostumbrado, escuchaba la melodía Por qué cantamos, con letra de un poema de Mario Benedetti que fue musicalizado por Alberto Favero e interpretado por Nacha Guevara cuya voz es símbolo generacional. Un canto de resistencia y valor que nos acerca al sentir humano ante la opresión y el terror que las dictaduras en América Latina sembraron con la tortura, la desaparición forzada y el asesinato como normal cotidiana, en un contexto global de avance del fascismo que caló en lo hondo de la historia latinoamericana y caribeña, pero, que, a la vez, despertó e inspiró los actos más bellos de resistencia y conciencia. Este poema-melodía, escrito como homenaje a los pueblos que resistieron y enfrentaron las dictaduras, sigue hoy marcando y representando a la esperanza de quienes, en las diversas formas de lucha, buscamos una sociedad mejor.
En uno de los versos del poema se ejemplifica cómo, a pesar de lo adverso, la esperanza resurge con la voluntad de mantenerse en lo más alto de la dignidad humana resarciendo las heridas y renaciendo en un canto libertario que alumbra en la penumbra, con esa también estrofa podemos entonar: “cantamos porque llueve sobre el surco/ y somos militantes de la vida/ y porque no podemos ni queremos/ dejar que la canción se haga ceniza”. Y es así, ya que de la ceniza surge el fénix, esa ave mítica que encarna el atrevimiento de continuar floreciendo sin importar las caídas y las llagas, surcando sus alas que, en este caso, reflejan los sueños de los pueblos que buscan su libertad siendo “militantes de la vida”.
Al escuchar esta melodía, entre fechas trágicas de la historia mexicana, tras haberse cumplido once años de la desaparición forzada de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, y al cumplirse cincuenta y siete años de la matanza de Tlatelolco y del heroico movimiento social de 1968, cuyo impacto sociocultural continua vigente, y con el atroz genocidio que el sionismo israelí realiza contra el pueblo y la nación Palestina, no puedo sino repensar los caminos y volver a enunciar el hecho de que únicamente la congruencia de ideas y actos, y en la resistencia ante las formas aún actuales de opresión, se haya la continuidad de la militancia por la vida, herencia y enseñanza que nos mueve a renacer entre las cenizas.
La militancia de la vida es ese compromiso, suscrito desde la conciencia, de contribuir a transformar las estructuras sistémicas que aún hoy oprimen a los pueblos, y dejar atrás aquellas manifestaciones del proceder humano que recrean los comportamientos opresivos y dictatoriales. Esta militancia es la continuidad de las tradiciones humanistas y críticas de la izquierda que han dignificado a nuestros pueblos y culturas, con sus expresiones filosóficas, pedagógicas, culturales y sociales, donde se encuentran los postulados de la esperanza y la libertad como ejes centrales del quehacer por el bien común.
Esta militancia es la que enaltece al ser humano, la que fundamenta los proyectos de emancipación y la que fortalece las ideas nacidas en la adversidad, pues no es otra cosa sino la búsqueda permanente de un mundo mejor, de una sociedad con justicia social y respeto a los derechos humanos inalienables. La militancia por la vida es la razón de la izquierda verdadera, es el motivo de seguir andando el camino de la utopía y resistir ante la opresión, sosteniendo con firmeza la dignidad sin importar la oscuridad, el oportunismo traidor y la simulación conservadora.
Seamos pues, ¡militantes de la vida!
Edición: Fernando Sierra