Opinión
Mauricio Dardón Velázquez
16/10/2025 | Mérida, Yucatán
El pasado 13 de octubre se firmó en el balneario Sharm El-Sheikh (Egipto) el llamado Plan de Paz para Gaza, suscrito por Donald Trump y los líderes de Egipto, Qatar y Turquía, con lo que se concretó la primera fase del plan de 20 puntos propuestos por el magnate estadounidense para, según él, “poner un histórico y eterno fin a la guerra en Oriente Medio”.
Su instrumentación se inició con la liberación de 20 rehenes vivos israelíes por parte de Hamás, así como la excarcelación de cientos de prisioneros palestinos, además del ingreso de ayuda humanitaria al enclave.
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El punto 9 del proyecto trumpista, prevé que Gaza será administrada por un comité palestino provisional encargado de suministrar servicios públicos básicos, el cual actuará bajo la supervisión de una Junta de Paz, presidida por el mismo presidente Trump, el ex premier británico Tony Blair y otros ex presidentes (hasta hoy no se sabe quiénes). Este punto desentierra el más puro espíritu colonialista mediante el cual las poblaciones originarias (los palestinos) jugarán el papel de autoridades municipales subordinadas a un emperador norteamericano y a un virrey británico.
Sobre este último personaje habría que recordar que acompañó a George W. Bush en la aventura de invadir Irak buscando armas de destrucción masiva que nunca encontraron, dejando un saldo de 600 mil muertos, por lo cual en 2011 un tribunal de Malasia los encontró a ambos culpables de genocidio y crímenes de lesa humanidad. Otro dato interesante del inglés es que al dejar el cargo de primer ministro se convirtió en asesor del sector energético, tanto con la UI Energy, una empresa con contratos de explotación de petróleo en Irak (mera coincidencia), como para el fondo de inversiones de los Emiratos Árabes Unidos Mubadala, y para la familia real de Kuwait.
Al final del punto 9 del plan textualmente se establece: “este mandato continuará hasta que la Autoridad Palestina complete su proceso de reforma y asuma el control de Gaza de forma segura”. Como de costumbre, los colonialistas se reservan el derecho de dictar sus propias condiciones a la población del territorio que ocupan.
El punto 14 del plan trumpista menciona el establecimiento de una zona económica especial, con aranceles preferenciales, objetivo que nos remite a sus pronunciamientos previos de convertir Gaza en la Riviera del Oriente Medio, acorde con sus intereses de inversor inmobiliario, compartidos con Steven Witkoff, a quien previamente designó como su enviado especial a la zona.
El punto 15 del marco trumpista señala el establecimiento de una Fuerza Internacional de Estabilización, compuesta por militares estadounidenses, de los países árabes y otras naciones, la cual brindará apoyo, entrenamiento a las fuerzas policiales palestinas y trabajará en cooperación con Israel y Egipto en materia de seguridad fronteriza.
El punto 16 establece que Israel no ocupará ni anexará Gaza y que las Fuerzas de Defensa de Israel entregarán gradualmente el territorio que actualmente ocupan, en paralelo a que las fuerzas de seguridad establezcan el control y la estabilidad en la región. Esperamos que Bibi Netanyahu cumpla.
En el punto 18 textualmente se plantea: “Purificar a la población de elementos radicales: Se establecerá un nuevo proceso para contrarrestar las posturas radicales provenientes de Hamás. Como parte de este proceso, se implementará un mecanismo de diálogo interreligioso en la educación de Israel y Gaza, con el objetivo de transformar la mentalidad y las narrativas, incluyendo los libros de texto.”
La visión que intenta imponer el proyecto trumpista es que se trata de un mero conflicto religioso con lo cual se pretende esconder el largo proceso colonial en Palestina, una prolongada ocupación militar, la reciente limpieza étnica y el genocidio ejecutado por Tel Aviv.
El punto 19 del plan trumpista se refiere al futuro del reconocimiento del Estado de Palestina. Textualmente establece: “Una vez que este proceso haya avanzado significativamente y se haya implementado el programa de reforma de la Autoridad Palestina contra la corrupción interna y las prácticas arraigadas que alimentan el odio hacia Israel, será posible un camino creíble hacia la estadidad, reconocida como la legítima aspiración del pueblo palestino”.
La arrogancia de este planteamiento de Trump choca con las décadas de heróica lucha del pueblo palestino en defensa de sus inalienables derechos nacionales a la autodeterminación y al establecimiento de su Estado libre, soberano e independiente en los territorios ocupados militarmente por Israel desde 1967, esto es, Cisjordania, Gaza y Jerusalén Oriental. Miles de resoluciones tanto del Consejo de Seguridad, de la Asamblea General y de la Corte Internacional de Justicia de las Naciones Unidas así lo confirman.
Lo que ocurrió en el balneario egipcio el pasado 13 de octubre sólo puede resumirse como la imposición de la colonial plan de Trump, con la bendición y beneplácito de los regímenes de Egipto, Qatar, y Turquía. El silencio cómplice de reyes y gobiernos árabes y europeos sólo mostró su docilidad a la política estadounidense y su vergonzosa traición a la justa causa del pueblo palestino.
Edición: Emilio Gómez