Opinión
Felipe Escalante Tió
17/10/2025 | Mérida, Yucatán
Entre los géneros periodísticos, el de la caricatura es uno de los más poderosos por la capacidad de expresar varias ideas en un espacio muy limitado dentro de las planas de un periódico. Esto permite ofrecer a los lectores una síntesis editorial que puede recordarse por mucho más tiempo que alguno de los párrafos leídos. Además, quienes crean estas ilustraciones suelen utilizar recursos que son en realidad referencias a la cultura local o nacional, lo que facilita su comprensión.
Si nos vamos al terreno de la estética y la plástica, hallaremos a caricaturistas innovadores en la técnica y, por otro lado, a quienes vuelven asequibles los conceptos de su ideología. Han existido quienes intentan poner a los primeros por encima de los segundos, pero existe el consenso más o menos generalizado de que una buena idea termina por rescatar un mal dibujo, pero esto no sucede a la inversa. Ahora, hay quienes han pretendido hacer desde la academia como si los cartonistas o caricaturistas solamente pudieran ser liberales o conservadores, cuando la cuestión de la militancia política en México es sumamente compleja.
Dicho esto, la historia de la relación de los caricaturistas con el poder político da para largos análisis, pues lo mismo han existido opositores combatientes -incluso con las armas- que panegiristas del gobierno, y quienes han hecho el tránsito de 180 grados.
Durante la etapa revolucionaria, las facciones enfrentadas buscaron estrategias para ganar el apoyo popular. Esto se hizo patente a partir de la división entre los aliados que vencieron al usurpador Victoriano Huerta, formándose los ejércitos Constitucionalista y el de la Convención de Aguascalientes. Los primeros, agrupados en torno a Venustiano Carranza, buscaron apoyarse en la prensa, y cuando no pudieron, establecieron mecanismos de control para difundir la imagen que les interesaba.
Un ejemplo lo encontramos en el semanario Mamá Carlota, en el cual la caricatura tuvo un papel importante, pues frecuentemente aparecieron más de las tres ilustraciones por número que fueron aspiración durante el siglo XIX. Además, utilizando varios colores. Esta publicación fue heredera de La Cucaracha y su equipo de redacción fue completamente formado en el movimiento constitucionalista.
En Mamá Carlota, una de las tareas fue crearle una imagen pública al gobernador enviado por Venustiano Carranza, el general Salvador Alvarado quien, como se sabe, en su camino encontró la débil resistencia del muy improvisado ejército al que convocó el sedicioso Abel Ortiz Argumedo, por lo que se le puede tomar como una revista satírica que tenía entre sus propósitos comparar al Constitucionalismo con sus enemigos, favoreciendo siempre a los primeros.
Volviendo al ejemplo, hallado en el número seis, fechado el 9 de octubre de 1915, el caricaturista pone al general Alvarado como boletero del ferrocarril, ofreciendo a un grupo de viajeros el boleto para tomar la vía de su elección. Al militar sonorense, ubicado dentro de una caseta, apenas se le identifica con unos pocos elementos: los anteojos, el rostro ovalado y la chaqueta de campaña sin cuello; en cuanto a los compradores, parecen ser un grupo común, en el que apenas se distingue a un sacerdote por el alzacuellos; sin embargo, posiblemente coinciden con algún “tipo popular” de los descritos en el folleto Quiénes son en Yucatán los enemigos de la Revolución, que se publicó al año siguiente. La caricatura adelantaría, aparte de “los señores curas”, a personajes como “los señores vagos”, “las señoras pitonisas”, “los señores lagartos”, “las amas de casa reaccionarias” o “los buenos mozos de profesión”.
Al grupo, el “boletero” les pregunta por cuál camino desean viajar, si el de la derecha o el de la izquierda.
Las vías, en efecto, dirigen a destinos muy opuestos: las de la izquierda están marcadas con la leyenda “Instrucción y Trabajo” y en su derrotero se observan la escuela de Agricultura, la Vocacional, la de Artes y Oficios, y al fondo unas fumarolas que sugieren la presencia de industrias o posiblemente se trate de las chimeneas de las desfibradoras de henequén. La otra vía sólo tiene dos letras, que suponen unas siglas: O. P., y al fondo aparecen cuatro individuos en traje de galeote, que con picos están demoliendo un edificio en ruinas, mientras uno de ellos lleva escombro en una carretilla. Estas siglas refieren a la Institución de Obras Públicas, a las cuales se enviaba a trabajar a “los señores rateros”, según el folleto referido.
Para concluir, la caricatura tiene una cuarteta:
A todos les da su “pase”
Para uno o para otro lado,
Trabajan o ven lo que hacen
Está diciendo Alvarado.
Sin duda, la intención era mostrar a Alvarado como quien dirige a la población yucateca, dándole a elegir. Lo curioso es que el discurso político siga utilizando “izquierda” y “derecha” como en esa época; pero eso… es tema de otras notas, y otros tiempos.
Edición: Estefanía Cardeña