Opinión
La Jornada
27/10/2025 | Ciudad de México
En los comicios legislativos celebrados ayer en Argentina, el partido La Libertad Avanza (LLA) del presidente ultraderechista Javier Milei
obtuvo un triunfo tan sorpresivo como contundente, al conseguir casi 41 por ciento de los sufragios, frente al escuálido 24.5 por ciento logrado por el peronista Fuerza Patria, en el que se cifraba la esperanza de un cambio de rumbo o, cuando menos, una atenuación del rumbo catastrófico en el que el actual mandatario ha colocado a la nación sudamericana.
El resultado contrasta con la desaprobación mayoritaria de la gestión de Milei, consecuencia directa de las medidas de destrucción del Estado, las políticas antipopulares en materia de trabajo, salud, educación y pensiones y el entreguismo con el que el ultraderechista ha buscado cultivar su relación con Donald Trump a costa de la soberanía argentina.
Resulta chocante también que el partido oficialista haya cosechado tal cantidad de votos después del escándalo en el que está envuelto Milei por promover el fraude con la criptomoneda conocida como $Libra y de las revelaciones sobre las comisiones ilícitas que habría devengado su hermana y secretaria de la presidencia, Karina Milei, en negocios con fondos públicos destinados a apoyar a personas con discapacidad.
Más aun, las votaciones de ayer resultan difíciles de entender si se considera que apenas a principios del mes pasado Fuerza Patria superó a LLA en los comicios provinciales de Buenos Aires –en los que se concentra un tercio del electorado nacional– por un margen de casi 14 por ciento.
Con tales antecedentes a la vista, resulta inevitable pensar que la victoria de ayer de los autodenominados “libertarios” de la extrema derecha no se explica tanto por sus méritos, sino por las falencias de una oposición que no ha sido capaz de movilizar al electorado, de formular propuestas que vayan más allá de la obvia necesidad de amarrarle las manos al presidente ni de superar la imagen de ineficiencia y frivolidad que dejó la administración del peronista Alberto Fernández. A fin de cuentas, el hartazgo ciudadano con los gobiernos peronistas, sumado a la implacable guerra mediática y judicial que éstos sufrieron, fueron los factores que le abrieron a Milei las puertas de la Casa Rosada en 2023.
A lo que puede verse, el escepticismo social hacia la política, caldo de cultivo del proyecto ultraderechista al mando en Argentina, no se ha revertido. Así lo deja ver el bajo índice de participación en esta elección (66 por ciento, comparado con el 71 por ciento en los comicios legislativos de 2021 y el 77.6 en los de 2017), que confirma una continua caída del interés de los argentinos en acudir a las urnas.
Las consecuencias inmediatas son alarmantes. El actual ocupante de la Casa Rosada podrá gobernar con menos contrapesos y ahondar su política de reformas ultraliberales de la economía, lo que se traducirá en nuevos recortes al sector público y, por consiguiente, más derechos perdidos o acotados para la población; asimismo, avanzará el endeudamiento de Argentina, lo que implicará la entrega de recursos naturales (petróleo, uranio y tierras raras) a Estados Unidos, cuyo presidente condicionó el apoyo financiero de Washington a Buenos Aires a un triunfo de la ultraderecha en la nación austral.
Finalmente, los resultados de los comicios de ayer en Argentina tampoco son una buena noticia en el panorama regional. Sin ese país, Latinoamérica no podrá construir las necesarias posturas comunes para respaldar las soberanías nacionales, avanzar en la integración, reducir las desigualdades y los rezagos sociales y contribuir a un orden mundial basado en el multilateralismo, la cooperación y la paz.
Edición: Ana Ordaz