Opinión
José Díaz Cervera
27/10/2025 | Mérida, Yucatán
Toda la realidad cabe en nuestros ojos.
Si la sabemos acomodar, toda la realidad cabe también en las palabras.
Todo depende del patrón de racionalidad con el que logremos acotar nuestra irracionalidad.
Como quiera, es difícil que veamos cabalmente lo que “es”, pues siempre lo mezclamos con lo que “puede ser” o con lo que “deseamos que sea”. La distorsión altera lo real y aunque a veces nos ofrece ángulos interesantes del mundo, lo peligroso es que lo altera hasta el colmo infeliz de la esquizofrenia.
He venido reflexionando el asunto a partir de una entrevista que escuché en la radio, donde un tipo hablaba de lo mal que está el país y del descontento generalizado que había entre la gente que, de tan radicalmente derrotada, ya no tenía ánimos ni para protestar. Nótese lo distorsionado del planteamiento, lo fascista y lo clasista; si bien el país no está todo lo bien que se quisiera, tampoco está en estado agónico, como afirma tajantemente la oposición.
La sicología y la siquiatría se han aproximado a este fenómeno de la percepción humana y han hecho una clasificación de sus diversas manifestaciones, distinguiendo, entre otras tipologías, la llamada “distorsión cognitiva” (que deviene de patrones equívocos de razonamiento) y la denominada “distorsión selectiva” (que sólo percibe y aprehende aquellos datos que confirman las expectativas propias).
Para mí está claro que hay sectores de la población que están radicalmente enojados con el régimen, ya sea porque han perdido privilegios o ventajas o simplemente por simpatías o antipatías ideológicas y aun hasta por los errores y las omisiones del gobierno. El problema (para ellos) es que ese enojo no es (como pretenden) un sentimiento generalizado y ello redunda en una sociedad que mayoritariamente le está dando una especie de bono de credibilidad a la 4T y a Claudia Sheinbaum, por lo que no ver esa circunstancia lleva a la oposición hacia distorsiones cognitivas mayúsculas a partir de las cuales se hacen propuestas descabelladas, como las que ahora se proponen en el proyecto de reciclaje del PAN, mismo que parece haber sido diseñado por Benito Mussolini.
Como cualquier ciudadano tengo mis simpatías ideológicas, pero nunca he militado en ningún partido porque creo que eso sería comprometer mi consciencia crítica. Considero que una sociedad justa debe ofrecer espacios para todos, pero la ultra-derecha siempre quiere para sí todo el pastel, pues su naturaleza es sectaria y egoísta.
Como quiera y por el bien del país (reitero que nunca he militado en ningún partido ni está en mis expectativas hacerlo), me parece que es absolutamente necesaria una oposición seria y con posibilidades de fortalecimiento: el cierre del universo político es —paradójicamente— el veneno más letal para cualquier partido en el poder y por eso me angustia la ceguera y la esquizofrenia de la oposición, pues mientras sus diagnósticos sean erróneos y llenos de distorsiones, su capacidad de respuesta ante el régimen será nula, algo peligroso para nuestra democracia adolescente.
Una oposición lúcida permitirá que el proyecto de la 4T esté siempre en el tono de la sensatez y posibilitará también que los ciudadanos estemos en posibilidad de abandonar el territorio de las distorsiones para entrar en una dinámica de discusión razonada que nos ponga a resguardo de la guerra de lodo y de las noticias falsas que la oposición disemina sin éxito alguno.
El PRI ha muerto, el PAN se hizo una transfusión muy riesgosa y la 4T parece navegar sin severos contratiempos a su perpetuación por los próximos diez años si es capaz de resolver sanamente sus conflictos internos. Como quiera, la ausencia de una oposición legítima es algo que quizá no sea muy sano para el propio movimiento pues podría terminar contaminado por las distorsiones que flotan en el aire.
Tal vez el problema fundamental es que a la oposición conservadora no le interesa el país sino solamente resguardar sus intereses y sus privilegios, y por eso no puede ofrecer sino una perspectiva sesgada (a veces hasta con mala fe) de este tiempo complejo y excitante que nos ha tocado vivir.
Repito: si la sabemos acomodar, toda la realidad cabe en las palabras.
Edición: Estefanía Cardeña