Opinión
Julio Hernández López
23/12/2025 | Ciudad de México
Megalomanía bélica
En un episodio más de megalomanía, Donald Trump anunció ayer modernizaciones de equipo bélico en buques de guerra que serán identificados como parte de la “clase Trump”. Alta tecnología mortífera, los mayores adelantos en capacidad de ataque armado, orgullosa letalidad para someter a cualquier nación, según la palabrería cargada de superlativos del actual ocupante de la Casa Blanca.
Reiteración, desde luego, de las amenazas y la fanfarronería contra Venezuela y su presidente, Nicolás Maduro. Extensivo el amago hacia el de Colombia, Gustavo Petro. Y, sin mencionarlo por su nombre, otro mensaje a México que es susceptible de ser incluido en la belicosidad desatada en cuanto Trump dijo que habrá ataques por tierra contra toda nación relacionada con el tráfico de estupefacientes.
En México tiene ayudantes
El supervillano de la Oficina Oval juega al gato y el ratón con México y sus autoridades. Amenaza, negocia, toma las ganancias y deja de lado, provisionalmente, los argumentos tramposos, en espera de reciclarlos más adelante, aunque en ese lapso seguramente habilitará otro tipo de intimidaciones, en un seriado permanente, al menos mientras dure su segundo mandato y en espera, los afectados, de que no haya algún artificio que le permita intentar un tercer periodo y, además, con la expectativa de que un eventual sucesor (Vance, Rubio) podría resultar peor que la versión original naranja, en apariencia difícilmente superable en cuanto a malignidad.
Por lo pronto, Trump mantiene en incertidumbre e inquietud a una parte del mundo, con los medios tradicionales y alternativos atentos a una declaratoria de guerra o maniobra parecida que el presidente de Estados Unidos haga contra Venezuela y Maduro, concentrada como está en esa región una enorme fuerza militar, en términos humanos y de equipamiento armado.
En México se esfuerza pero no avanza la base de apoyo a eventuales desembarques trumpistas, que es probable que sean más políticos y electorales que militares. Eduardo Videgaray, fuertemente impulsado por Trump y su brazo organizativo, la Conferencia Política de Acción Conservadora, se ha quedado pasmado, poco menos que intrascendente, luego de su extraño pleito contra Javier Milei. Pero es probable que la figura y el proyecto de Videgaray no hubieran crecido, aun cuando no hubiera sucedido ese incidente argentino tan políticamente lesivo para el ex actor y cantante.
Otra figura alineada con los propósitos intervencionistas de la corriente que gobierna Estados Unidos sufre también de deméritos varios. Ricardo Salinas Pliego no tiene salida judicial posible y tendrá que aceptar que pagará lo que largamente trató de impedir en materia de impuestos, y probablemente pedir el beneficio de descuentos importantes.
Doblegarse así le significará un daño patrimonial importante pero, sobre todo, le mostrará atado a los mecanismos de los “gobiernícolas” que dice rechazar rotundamente, aunque su fortuna ha crecido hasta los niveles actuales gracias a sus relaciones privilegiadas con los ámbitos gobernantes en turno, desde Carlos Salinas de Gortari hasta el tramo final de la administración de Andrés Manuel López Obrador.
Sin embargo, hay una corriente de opinantes en medios e Internet que de manera abierta o no tan explícita fomenta la erosión del proceso llamado Cuarta Transformación e incentiva formas de desestabilización con la esperanza puesta en que el poder de Washington venga a resolver los problemas de México. Son equipos de guerra mediática con etiqueta de “clase Trump”, aunque con arsenal discursivo e ideológico de calado notablemente menor al tecnológico de los buques con los que ayer Donald cumplió otra de sus fases de megalomanía tan peligrosa.
Alito Moreno, cínicas ocurrencias
Y, mientras Alito Moreno se ha aventado la cínica ocurrencia de decir que lo que queda del PRI no volverá a postular candidaturas de “inventos” y “ocurrencias” como las de 2018 (José Antonio Meade) y 2024 (Xóchitl Gálvez), por lo cual él mismo podría ser candidato presidencial en 2030, ¡hasta mañana!
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Edición: Ana Ordaz