Marco Antonio Santos Ramírez
Con esta entrega empezaremos con una serie de textos que trataran de describir los elementos que hicieron posible que hace ya más de treinta años Chichén Itzá fuera incluida en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO, comenzaremos con la exposición de motivos por los cuales fue considerada como una obra del genio creador humano y por lo tanto parte del Patrimonio Mundial.
La Zona de Monumentos Arqueológicos de Chichén Itzá fue declarada Patrimonio Mundial en 1988 ya que los monumentos, en particular en el grupo del norte, que incluye el Gran Juego de Pelota, el Templo de Kukulkán y el Templo de los Guerreros, son algunas de las obras maestras indiscutibles de la arquitectura mesoamericana debido a la belleza de su proporciones, el refinamiento de su construcción y el esplendor de sus decoraciones esculpidas.
Así mismo, Chichén Itzá es el mejor ejemplo de los movimientos migratorios que se dieron en Mesoamérica entre el año 800 y 1200 dC., reuniendo rasgos de cultura material tanto del área maya como del centro de México. En este sentido, en los monumentos se pueden observar la fusión de elementos culturales que surgieron en las diferentes regiones de Mesoamérica en una época en la cual el ocaso de las estructuras políticas anteriores engendro un intenso reagrupamiento cultural. Esta confluencia de creencias y valores es evidente en los trabajos escultóricos de ejemplar calidad en la compleja iconografía y en la rica combinación de influencias estilísticas.
Regionalmente Chichén Itzá fue capital de un amplio territorio en la Península de Yucatán conocido como la liga de Mayapán. Es de destacar el gran nivel de conocimientos astronómicos alcanzados y materializados en estructuras como el Castillo y el Observatorio los cuales fueron alineados y orientados para el registro de estos fenómenos.
La presencia de reservorios de agua conocidos localmente como cenotes, fue un motivo para asentar la ciudad en esta región, de ellos se abastecieron del vital líquido y algunos fueron depósito ritual de ofrendas como el cenote sagrado del cual tomaría el nombre la ciudad “en la boca del pozo de los brujos del agua”.
Edición: Enrique Álvarez
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